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Francisco Félix Durán

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

Game Over

De regreso al estado de México. Mi papá tuvo a bien regalarme un Play Station One, ya saben, para no extrañar Chiapas y mantenerme entretenido. Había llegado con una gripe que se convirtió en bronquitis. Por las noches me ahogaba y prefería mantenerme despierto jugando Fifa 2000, Tony Hawk’s Pro Skater y Pokémon Stadium. Todas las mañanas despertaba con los parpados y labios inflamados, junto con mi mejor amigo de ese entonces, el Salbutamol. Así descubrimos, que esto último era causado por una alergia que padezco a las sulfonamidas y no a los videojuegos.

En el centro del país, estuve solo seis meses y ahí concluí la secundaria. Un lapso en que descubrí el valor de la amistad gracias a Karen, Sandra, Gustavo, Arturo, Sergio y Alfredo. Para resumir ese periodo, di un salto de los Backstreet Boys a Korn. Me olvidé por completo de los videojuegos, porque en la mente de un adolecente que se está redescubriendo, el sexo ocupa gran parte del pensamiento.

En agosto del año 2000, ya estaba de vuelta en Tuxtla en donde me volví adicto a la Coca-Cola. Al ir a la tienda una noche, me encontré ahí a Alejandro y lo primero que me preguntó fue «¿ya jugaste Resident Evil?». Así inició nuestra verdadera amistad. Ya no existía un tupper turquesa, así que de nuestro gasto le pusimos un chip al Play Station para que leyera juegos piratas, con lo que costaba la renta de la semana podíamos comprar un disco en la fayuca de la quinta norte. Así jugamos y concluimos Final Fantasy IX, Silent Hill, Metal Gear Solid y Resident Evil 1,2 y 3.

En ese año, Pokémon ya era un boom mundial pero con ciertas controversias, por el caso de unos niños que sufrieron ataques epilépticos por los efectos visuales de uno de sus capítulos en Japón. Incluso yo tengo una historia relacionada con estos monstruos de bolsillo. Al partir de México, prometí volver a los XV años de una amiga con la promesa de la primera vez. Cuando la fecha llegó, mi mamá me dio el dinero para el viaje pero preferí usarlo en comprar los juegos de Pokémon Snap y The Legend of Zelda: Majora’s Mask. Evidentemente como el pueblo judío y los romanos, yo tampoco sabía lo que hacía.

Con el tiempo, Alejandro y yo seguimos jugando videojuegos, pero la llegada del Play Station 2, la fallida Game Cube y la muerte prematura del Dreamcast, nos llevó a descubrir la cerveza y dejamos de jugar. Hoy en día aún nos reunimos de vez en cuando con algunos amigos a jugar Fifa, algún deporte debo practicar aunque sea de manera virtual. Asimismo, en ocasiones juego con mi hijo, iniciamos con Marvel Spider-Man, aunque creo que aún no entiende la regla de oro de “una vida y una vida” o quizás ya puede hacerlo solo. Una noche les pones Zelda´s Lullaby para dormir y al amanecer, ya salvan al mundo de las garras de los “Inner Demons”.

@fcofelixd

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