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“De Cotita de la Encarnación al Orgullo Gay”

Pablo F. Chávez Mejía

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

El devenir histórico ha hecho justicia a la diversidad sexual, no cabe duda que los derechos humanos son progresivos, por lo tanto, el Derecho es dinámico.

Para distinguir estos cambios, citaré un singular caso llevado a juicio por sodomía, es el referente a Juan de la Vega Galeano, quien se hacía llamar “Cotita de la Encarnación”; este asunto legal está registrado en el Archivo General de Indias, en Sevilla, España, difundido por diversos historiadores y escritores como Luis Felipe Fabre, así como en un excelente documental de Canal 22, denominado “La historia de la sexualidad en México”.

Resulta pues, que una lavandera aseguró que, a las afueras de la ciudad de México, por el rumbo de San Lázaro, bajo unos sauces, vio a dos hombres cometiendo el pecado nefando (sodomía), “estaban encima uno del otro, con los calzones quitados”. Corría el año de 1657. Así comenzó un enorme proceso contra una comunidad de hombres homosexuales asentados en el barrio de San Pablo, en el rumbo cercano a la Merced.

San Pablo ya no formaba parte de la traza española de la capital de la Nueva España; era uno de esos barrios habitados por mestizos, indios y la multiplicidad racial que los europeos llamaban con desprecio “castas”. A la hora de las investigaciones, esta circunstancia le produjo enorme alivio al entonces Virrey, don Francisco Fernández de la Cueva, Duque de Albuquerque, satisfecho de que en la persecución de sodomitas, que llevó a proceso a más de un ciento de personas, “no se contaran entre ellas ningún señor de calidad, de capa negra”, es decir: españoles.

Don Juan Manuel de Sotomayor, Alcalde del Crimen, recibió la denuncia de Juana de Herrera (la lavandera) y comenzó la investigación. A fines de septiembre de 1657, dio con Juan de la Vega Galeano o Galiano, un “mulato afeminado”. El testimonio de Tomás de Santiago, indio vecino del investigado, proporcionó más datos: a Juan de la Vega le gustaba que le llamaran Cotita o Cotita de la Encarnación.

El documento afirma que “Cotita” era sinónimo de “mariquita” o sodomita. Gustaba, añadió el informante, de andar vestido de indio –es decir, de traje blanco de manta- que era un activo promotor del “pecado nefando”, eufemismo con el que el Tribunal del Santo Oficio, se refería al ejercicio de la homosexualidad.

Cotita y cuatro mozos más fueron apresados. “Estaban desnudos todos juntos”, dice el acta. El vecino, servicial, dio a las autoridades más información: a Cotita solían visitarla muchachos a los que él trataba de “mi alma” “mi vida” o “mi corazón” y se ofendía si no le llamaban Cotita. “Se sentaba en el suelo como mujer y hacia tortillas y lavaba, y los mozuelos se sentaban junto a él y dormían juntos”.

Así, Cotita y sus compañeros confesaron, y de sus confesiones la indagatoria se amplió: atraparon a otros acusados, y a otros se les llamó por medio de edictos pegados en las calles y por pregones. Al final se tenían apresados a más de 106 acusados. Y aunque en las declaraciones de los enjuiciados salieron a relucir los nombres de 26 españoles, ninguno de ellos fue reducido a prisión y mucho menos condenado a morir en la hoguera, que fue el destino final de catorce de los acusados. Cotita y otros, conocidos por sus sobrenombres, como la Señora, La Grande, la Zangarriana, la Estampa, la Luna, fueron conducidos, por la calle hacia el quemadero de San Lázaro. Sólo uno, un muchachito de quince años, se escapó de la hoguera, a cambio de 200 azotes.

En noviembre del año 2012, el nombre de Cotita fue vuelto a mencionar en público, como parte de un reclamo reivindicatorio: la XI Marcha del Orgullo, la Dignidad y la Diversidad Sexual organizada en la ciudad de Puebla.

A más de 350 años, el Estado mexicano ha generado verdaderos cambios legislativos para reconocer los derechos de la diversidad sexual y dar legalidad plena a los matrimonios entre personas del mismo sexo.

Como ciudadanos, ejerzamos la tolerancia ante la diversidad sexual; a las autoridades les corresponde respetar los derechos humanos de igualdad y no discriminación.

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