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El Antiguo Palacio de la Inquisición de la CDMX, hoy un hermoso museo

Héctor Trejo S.

Ciudad de México

El ser humano siempre ha estado unido a la tierra que lo vio nacer, de la que se alimentó y donde dio sus primeros pasos, así que prácticamente nunca le cuesta trabajo recorrer las mismas veredas que ya anduvo con anterioridad. Caminar es siempre un placer y mi hermosa ciudad natal, la de todos, la de los Palacios, la que invadieron, liquidaron y sepultaron unos europeos, es un hermoso espacio para emprender el camino, para buscar la oferta turística al alcance de cualquiera.

Me ha tocado ver a mucha gente que, en su vida, jamás ha puesto un pie en un museo de su ciudad, incluso de su país, pero van al extranjero y lo primero que buscan es un museo para tomarse la foto y presumir su alto grado de educación cultural, pero por qué no hacerlo en México, donde contamos con cientos de espacios de resguardo histórico cultural.

Tan solo en la Ciudad de México (CDMX) existen 170 museos y 43 galerías de arte, todas desperdigadas por el territorio que antes fuera considerada la capital de la República, por el centralismo administrativo -que aún ahora existe.

Caminando por las coloniales calles del llamado Primer Cuadro de la CDMX, en la calle de República de Brasil número 33, se encuentra nuestro destino: se trata de un edificio que en su momento fue tribunal y casa de la Inquisición, un espacio donde posteriormente se llevaron a cabo bailes públicos y desde 1847 hasta la década de 1950, fue la Escuela Nacional de Medicina. Actualmente es el Palacio de la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), también conocido como Antiguo Palacio de la Inquisición, que hoy resguarda al Museo de la Medicina.

Muchas cosas le quitan el toque de banalidad a la visita, pues dicen que los viajes ilustran, aunque ilustran más si se conoce un poco de la historia y los acontecimientos que marcaron la vida pública de ese lugar. Kary y yo investigamos y, aunque no somos médicos de profesión, nos llamó la atención conocer un poco de la historia de la medicina en nuestro país, que ciertamente se nutrió de las aportaciones herbolarias de las culturas originarias y una de ellas es nuestro más directo antecedente cultural: Los Aztecas.

El desayuno era el primer paso para emprender esta caminata, un cafecito y unos hot cakes con su toque estético indispensable -para estar ‘ad doc’ con el ambiente- fue nuestro combustible. El tinto, como dijeran los colombianos, espectacular y el pan… se veía muchísimo mejor de lo que sabía. El espacio muy agradable, que pareciera circo de tres carpas, porque no se sabe para dónde voltear, de tanto que se puede admirar. El local se encuentra ubicado en la calle de Madero y se llama Museo Mexicano del Diseño (Mumendi), que además de restaurante y exhibición de obra plástica es un hotel, del cual no le puedo decir mucho, pues solo desayunamos en el lugar.

A cinco calles de distancia, mismo recorrido que desde la Plaza de la Constitución, donde habíamos emergido del subsuelo al salir del Metro de la Ciudad, llegamos a un maravilloso palacio colonial, cuyo frente parece cortado para quitarle una esquina. Es un edificio barroco diseñado por el arquitecto Pedro de Arrieta en 1732, que tardó cuatro años en ser levantado, con el propósito de albergar a la Santa Inquisición.

Desde la entrada se percibe la majestuosidad en su diseño y al pisar el patio, no queda más que levantar la mirada y tomar unos segundos para asimilar la perfecta simetría de su cuadrangular espacio, hay incluso quienes se quedan admirando los arcos que rodean la edificación y que permiten al visitante presenciar un hermoso juego de luces y sombra que se va transformando con el paso de las horas y la rotación de la tierra, que van poniendo sol donde no lo había y quitándolo donde comenzó a iluminar.

Para ascender al piso superior, donde se encuentran las exhibiciones, nos encontramos a medio camino, en el descanso de las escaleras, con la estatua de San Lucas, que fuera regalada a la Escuela de Medicina cuando fue inaugurada, por la Academia de San Carlos.

El museo cuenta con 24 salas, donde se pueden encontrar un sinfín de artefactos que fueron utilizados por los galenos desde que se ejerce esa indispensable profesión. También encontramos plantas, fetos y otros implementos, como camillas, estetoscopios, pinzas y algunas máquinas usadas en intervenciones quirúrgicas en años anteriores.

En realidad, es un paseo extenso por la historia de la medicina en nuestro país, pero también de la historia de México. Al final, nos damos cuenta de cuánto ha evolucionado esa profesión y si hacemos memoria, todas las labores existentes, con el devastador paso del tiempo.

Un hermoso lugar que no debe pasar por alto cuando visite la Ciudad de México.

Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y lo invito a que me siga en las redes sociales a través de Twitter en @Cinematgrafo04, en Facebook con “distraccionuniversitaria” y mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia: trejohector@gmail.com

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