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El Palacio Postal, un vínculo de los Reyes Magos con la Ciudad de México

Héctor Trejo S.

Ciudad de México

Antes de que se volviera una moda llevar a los pequeñines de la casa a dejar su carta de los Reyes Magos al Palacio Postal, mi padre nos llevaba hasta ahí, a principios de los años ochenta, para que mantuviéramos la esperanza de esta bella tradición, enviando nuestras peticiones en un buzón de correspondencia.

El simple hecho de ir al Centro Histórico de la Ciudad de México, ya era un aliciente para mi hermano y para mí, pues nos daba la oportunidad de ver juguetes por todos lados, sobre todo en el mes de diciembre, cuando miles y miles de personas acudían a comprar su ropa, regalos y hasta comida a la calles de la antigua Capital de la República.

Ubicado en la calle de Tacuba, esquina con Eje Central, el también conocido como la Quinta Casa de Correos, nos daba la bienvenida después de haber caminado poco más de un kilómetro, pues para animarnos por las fechas, mi padre nos llevaba caminando desde la estación del Metro Zócalo, casi siempre atravesando por la calle de Madero, una de las más pobladas de negocios de todo tipo en el Centro de la Ciudad.

En la caminata podíamos ver de todo, aunque debíamos ir muy alertas, pues en aquellos años era una vía de circulación vehicular, no como hoy en día que se trata de un andador, que permite apreciar todos los productos que se comercializan en la zona.

Al llegar a nuestro destino, emocionados y cansados, saturados de cosas que queríamos tener en nuestro poder, de muñecos de batalla, autos de control remoto, balones de futbol y tantas otras cosas que anhelábamos, mi papá nos pedía que lo esperáramos sentados, mientras compraba unas estampillas postales para enviar la carta, no sin antes haber leído y tomado nota de nuestras peticiones y guardarlas para su próximo uso.

De niño, veía este gran palacio como una gran fortaleza de la Edad Media, lo imaginaba lleno de caballeros ataviados con sus armaduras de bronce o hierro forjado, cuidando la integridad de algún rey que decidió venir a México y acá construyó su pequeño reino…

Hoy en día me sigue pareciendo igual, aunque estoy perfectamente consciente y convencido de que no queremos a ningún rey en estas tierras, ni mucho menos queremos formar parte de un reino de ninguna índole.

Desde hace años, mi visita a este templo construido por el arquitecto italiano Adamo Boari (el mismo que construyó el Palacio de Bellas Artes) y el ingeniero mexicano Gonzalo Garita, había sido para enviar cartas a los amigos que se encontraban en el extranjero, pues en mi infancia solo le enviaba postales y peticiones de Los Reyes Magos, aunque todavía no sé a qué dirección las encaminábamos, pues mi padre se encargaba de colocarlas en el buzón y mi hermano y yo nos desentendíamos de esa situación.

Esta última visita fue acompañado de mi esposa Karina, quien al pasar por afuera del recinto, que comenzó a construirse en 1902 en un terreno que perteneció al Hospital de Terceros Franciscanos, observó los finos detalles tanto arquitectónicos como ornamentales de la fachada y los interiores, así que decidimos echar un vistazo antes de continuar nuestro camino, que ninguna prisa exigía.

Cada detalle de esta edificación es relevante. Se trata de un estilo al que los expertos llaman ecléctico y que para los que desconocemos de las corrientes y términos arquitectónicos, nos llama la atención los diversos elementos que la engalanan, como las gárgolas exteriores, los decorados de las ventanas, el metal dorado y plateado que inunda prácticamente todo el interior y por supuesto, el entramado de escaleras que enreda a la vista y sorprende a cualquiera que lo visite.

Estando dentro, además de las postales y las selfies, es importante tomarse unos minutos para analizar el espacio, que pareciera envolver a los visitantes en una atmósfera de tranquilidad, lo cual es un tanto complicado cuando hablamos del Centro Histórico de la Ciudad de México, uno de los lugares en los que más gente camina a lo largo del día.

Por cierto, en el segundo piso de este palacio se encuentra un museo, que expone aspectos destacados de la cultura postal y la sala interactiva a la Filatelia.

Mucho qué observar dentro del Palacio Postal, que sin duda, es una de las construcciones que debe visitar cuando se encuentre de vacaciones en la Ciudad de México, pues la foto dentro y fuera de este monumento, es indispensable.

Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y le dejo mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia: trejohector@gmail.com

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