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La muerte de Sor Juana, ‘La Décima Musa’

Roque Gil Marín Vassallo Comitán, Chiapas

Juana María Inés de Asbaje y Cruz y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Juana de Asbaje, así como con los nombres y calificativos de: Sor Juana Inés de la Cruz, Sor Juana, La Musa Indiana, y La Décima Musa; nació en la hacienda de San Miguel Nepantla, del actual Estado de México, al pié de los volcanes El Popo (Don Goyo), y del Ixtlacíhuatl o Mujer Dormida, el 12 de noviembre de 1651, siendo sus padres el Capitán del Ejército Español, don Pedro Manuel de Asbaje (vasco) y Doña Isabel Ramírez de Santillana, criolla novo-hispana, que vieron en “Juanita” a una niña prodigiosa que a los 3 años de edad aprendió a leer y a escribir, y a los 8 años de edad empezó a escribir piezas literarias, por lo que en el año 1660 se trasladaron a la Ciudad de México, donde con tan solo 20 lecciones “Juanita” aprendió el idioma latín y conoció los pensamientos e ideologías de los clásicos griegos y latinos que le abrieron la puerta del Virrey Mancera, quien la puso a prueba con un jurado que fue sorprendido por la vasta inteligencia y preclara cultura de la jovencita de 16 años de edad, que se ganó el derecho a ingresar a la Orden de Las Carmelitas Descalzas en 1665, profesando sus votos cono monja en 1667.

Las bestiales prácticas de la Orden Carmelina afectaron su salud y fue remitida en 1669 al Convento de San Jerónimo, donde fue recibida con altas distinciones y la nombraron, en dos ocasiones, como Prior, pero Sor Juana no aceptó este cargo por estar dedicada a su inmortal obra literaria, poética y educativa, reuniendo una biblioteca de más de 4 mil volúmenes, y al estudio de la Teología, Filosofía, Astronomía, Matemáticas, Música, Pintura y Literatura Universal en varias lenguas del mundo clásico.

Con la llegada de un nuevo Virrey a la capital de la Nueva España (el Conde de Paredes), el cabildo de la iglesia metropolitana encargó a Sor Juana que escribiera una obra literaria para la recepción del citado Virrey, por lo que escribió una obra que tituló Neptuno Alegórico, con la que sorprendió a los más escépticos y su fama se proyectó más allá de la Nueva España, siendo así como en 1689 en Madrid, España, se hace la primera impresión y publicación de su obra cultural y poética.

Al darse a conocer sus “Redondillas, Sonetos y Liras” y sus obras para teatro, como El Divino Narcizo, El Mártir del Sacramento, Los Empeños de una Casa, Amor es más laberinto, El Cetro de José, Carta Atenogónica, y Respuesta a Sor Filoctea de la Cruz, los críticos de arte y cultura de su época se volcaron en reconocimientos y distinciones hacia ella, por lo que le dieron el honroso nombramiento de La Décima Musa. Esto, porque según la mitología latina, las diosas de la fábula que presidían las diversas artes literales y las ciencias eran solo 9 musas y consideraron que Sor Juana merecía ser considerada una más de ellas.

Todo mundo reconocía y elogiaba la obra de Sor Juana, la mujer novo-hispana que superaba a todos sus contemporáneos y antecesores, que empezaban a quedar en un segundo término y en especial los españoles como Cervantes, por lo que esto afectaba el orgullo de España. Fue entonces que el Santo Oficio o Santa Inquisición, aplicó sus principios o “Mandatos de Dios” para detener y opacar la obra de Sor Juana, que fue víctima de las sentencias marginantes de este organismo, que la recluyó al Convento de San Jerónimo donde falleció víctima de la peste el 17 de abril de 1695. Su gloria es un triunfo de los buenos oficios del gobierno mexicano, que rescató su obra y la proyectó hacia la eternidad. Salud.

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