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Poesía, Arte y Empatía Refleja

Óscar Wong

Ciudad de México

Cuatro sujetos o protagonistas intervienen en el Ciclo Social de la Obra de Arte: a).-El Artista (a quien se le revela el Hecho Estético), b).- El Ejecutante o Intérprete (quién revive o escenifica la Obra de Arte), c).- El Crítico (quien analiza objetivamente el Hecho Estético), y d).- El Espectador (quien recibe directamente el impacto de la Obra de Arte).

Compositores, Dramaturgos, Poetas, Coreógrafos, etc., se consideran artistas. Por supuesto que no todas las artes necesitan de Ejecutantes o Intérpretes, pero sí advertimos cantantes y músicos que efectúan las piezas que realizan los compositores, actores que escenifica el trabajo del dramaturgo, así como declamadores y bailarines para los poetas y coreógrafos.

Dialoga el Artista con el Espectador a través de la Obra de Arte. La Estética precisa que si hay un Artista ideal, también hay una Obra ideal y un Público ideal. A esto se le denomina Empatía Refleja, Endopatía o Proyección Sentimental. Desafortunadamente, en México, esto no ocurre. Puede haber un artista y una obra ideales, pero un público impreparado, insensible por lo mismo. Esto es lo que buscan las escuelas de arte: elevar el nivel del espectador, para evitar las críticas subjetivas basadas en la primera impresión.

Conviene recordar que la Obra de Arte exige dos condiciones: a).- Predisposición de ánimo, y b).- Grado de cultura o de conocimientos. La primera es similar a la devoción de los feligreses cuando acuden a los servicios religiosos; la segunda, genera las diferencias de significado en la Obra de Arte. Un libro puede provocar diversos comentarios, incluso hasta contradictorios. A medida que el espectador mejora sus conocimientos, la obra se le entrega a plenitud.

Por supuesto que el Arte no debe considerarse elitista. En este sentido, se debe trabajar en ello, recordando -en el caso de la Poesía- que los versos, por el número de sílabas, se clasifican en: a).- Versos de Arte Menor (hasta 8 sílabas) y, b).- Versos de Arte Mayor (de 9 sílabas en adelante). A final de cada verso se establece una pausa; pero en los de Arte Mayor se aplica un silencio mínimo llamado “cesura”, que divide al verso en hemistiquios (“hemi”, mitad; y “stiquio”, verso). Sirve de localizador (vg. en el segundo hemistiquio del quinto verso de la tercera estrofa, el poeta realiza…), también es un recurso sonoro, rítmico, y cuando se trabaja en talleres de puede sugerir que se lo intercambien, para mejor la expresión.

Para escandir (contar las sílabas, considerar la métrica), es importante recordar que independiente de las sílabas gramaticales, importan las sinalefas (cuando una palabra termina en vocal y la que sigue inicia también en vocal, se cuenta como una). Esto ocurre por razones rítmicas. También es prudente recordar que si un verso termina con una palabra aguda, se agrega una sílaba, por razones sonoras. Es tan fuerte el acento de la sílaba aguda que provoca una especie de eco, de reververación. De manera que si requiero un endecasílabo, escribo diez sílabas con una palabra aguda al final. Lo mismo ocurre con una palabra esdrújula a final de verso: se resta una sílaba. El procedimiento es similar: escribo un verso de 12 sílabas con una palabra esdrújula al final.

Se advierte, también, la rima perfecta o consonante (cuando después de la sílaba acentuada se repiten las mismas letras. Vgr: ribera y cordillera) y la rima imperfecta o asonante (después de la sílaba acentuada se conserva la vocal, pero cambia la consonante. Vgr: hora y cola).

La práctica hace al maestro, revela el adagio. Quizá al principio cueste un poco el asunto del escandimiento, pero esto nos permite llegar con tranquilidad al verso irregular o amétrico, mejor conocido como verso libre.

Como ejercicio es válido trabajar con el siguiente soneto:


EL SUEÑO DEL CAIMÁN

José Santos Chocano

Enorme tronco que arrastró la ola,

yace el caimán varado en la ribera;

espinazo de abrupta cordillera,

fauces de abismo y formidable cola.

El sol lo envuelve en fúlgida aureola;

y parece lucir cota y cimera,

cual monstruo de metal que reverbera

y que al reverberar se tornasola.

Inmóvil como un ídolo sagrado,

ceñido en mallas de compacto acero,

está ante el agua estático y sombrío,

a manera de un príncipe encantado

que vive eternamente prisionero

en el palacio de cristal de un río.


La métrica corresponde a versos endecasílabos: dos cuartetos y dos tercetos. La rima es perfecta: ABBA, ABBA, CDE, CDE. Es decir, el ritmo o melopea está bien logrado. Las imágenes o fanopea, también: advertimos el cocodrilo como un tronco inmóvil y, en su momento, como un caballero medieval en su palacio. La logopea o capacidad estética del lenguaje es excelente: el verbo arrastrar es adecuado, utiliza espinazo, en lugar de lomo, y el uso de términos como cimera y compacto, por ejemplo, fortalecen el lenguaje. También la revitalización del Mito: la hechicera que transforma al príncipe en sapo; aunque en el poema analizado es un caimán, que nadie -por supuesto- se atreverá a besar.

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