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Rafael Corzo, un felino del arte

Karla Gómez

?Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

?“Mi papá, Rafael Corzo, me pareció siempre un felino, un jaguar, por su agilidad impresionante, sus movimientos eficientes, su fuerza y su energía. Amaba la naturaleza por encima de todas las cosas. No escuchaba música, no veía televisión, las pocas veces que lo hizo fue para escuchar música clásica y ópera. Mi padre era ateo, nihilista, decía detestar a la humanidad, creía, repito, que lo rescatable de ella eran las manifestaciones del arte y de las ciencias”, comparte en entrevista la escritora Tania Corzo.

?Nació el 8 de mayo de 1938, en el rancho Palmira del municipio de Villaflores. Además era un gran lector, un amante de la poesía.

Tenía como temas recurrentes la naturaleza y la amenaza que representaba la humanidad para ella.

?“Para él, lo rescatable de la humanidad son las manifestaciones del arte, la impronta del paso del homo sapiens por el mundo. Y los grandes descubrimientos en ciencia y tecnología. Admiraba a artistas, escritores y científicos. Sus exposiciones hablan de eso”, abunda.

?Durante la infancia de la escritora, Rafael declamaba de memoria los poemas que había inventado en su juventud: “No quiso escribirlos.

Durante los años de mi infancia, dibujaba en cualquier trozo de papel, en los libros que estaba leyendo, etc. Era muy rápido en sus trazos, no recuerdo que utilizara modelos, tenía una extraordinaria memoria para los rasgos de las personas y las figuras de los animales”, destaca la entrevistada.

?Asimismo, resalta que él fue un artista nato, “dicen sus hermanas y primos que desde niñito les hacía historietas, que tallaba figuras en madera de jobo y hacía dibujos en el patio del rancho con una vara”.

?Rafael Corzo estudió la primaria en Tuxtla Gutiérrez, en la Ángel Albino Corzo y en la Belisario Domínguez. De acuerdo a la entrevistada, él era encargado de hacer los mapas y dibujos que necesitaban los profesores y también hacía caricaturas de sus maestros. Posteriormente, estudió la secundaria en el ICACH y en ese tiempo asistía a la clase de dibujo en la antigua Prevocacional.

?“Tuvo una adolescencia y juventud difíciles, era muy rebelde, lo que ocasionó que lo expulsaran del ICACH. En los años 60, ya veinteañero, se fue a vivir a la Ciudad de México con su madre y hermanos. Allá asistía a las reuniones de la ‘Sociedad de dibujantes mexicanos’ por invitación de Roberto Reyes Zambrano ‘el Chato Zambrano’, caricaturista chiapaneco que tenía su estudio en la colonia Moderna. Allí conoció a Naranjo, Rius, al pintor Genovés y a otros famosos. Durante su estancia en la Ciudad de México, militó en el ‘Movimiento de Liberación Nacional’ ‘con derecho a picaporte’ como solía decirme. Allí conoció a la esposa de Siqueiros de quien era gran admirador, Siqueiros en ese tiempo estaba en la cárcel”, refiere.

?En 1967 se casó y se fue vivir al rancho, lugar en donde se olvidó de la pintura durante más de dos décadas. Sin embargo, les hizo retratos y participó en el concurso de escudos de Villaflores quedando en segundo lugar. Fue en la década de los noventa, en Copoya, lugar en donde vivía con su esposa, que empezó a realizar esculturas en cemento de gran tamaño con armazón de varillas y alambres.

?“Fue todo un reto: las esculturas resultaban muy pesadas, por lo que empezó a utilizar la malla cernidora como estructura para las figuras, con esto consiguió menos peso y mayor resistencia. A esta técnica la llamaba ‘ferrocemento’. También continuó con la pintura, óleo y acuarelas”, destaca.

?Así también, fue un gran caricaturista y colaboró en suplementos, varias revistas y periódicos locales. “Mi papá resultaba incómodo, creo que el único que no lo vetó fue Pepe López Arévalo. Sus críticas contra el gobierno eran muy ácidas y sus caricaturas les resultaban ofensivas”, puntualiza.

?Se prevé que a finales de octubre, se realice una expo homenaje en el museo de Copoya.

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