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Óscar Wong/ Ciudad de México

Concepto cultural por antonomasia, el “Amor” -segun Denis de Rougemont- es “pasión” y esta significa “sufrimiento”. El análisis de este autor parte del mito de Tristán e Isolda, un “roman bretón”, diferente a los cantares de gestas, donde la mujer asume un papel relevante, vinculado a la visión del mundo de los cátaros o albigenses y la de los poetas trovadores provenzales en el sur de Francia (Cfr. Rougemont, “Amor y Occidente”, 1938).

La mujer, la “dómina”, la dueña, la Señora, asume un papel relevante en virtud que los caballeros buscan complacerla. Los trovadores utilizan el “trovar clouse” para cantarle a la Amada. Así surge el “blason”, el cántico caballeresco que exalta las virtudes femeninas.

Explica Robert Graves que el hombre le sirve a la mujer y el poeta a la musa, vinculando el tema de “La diosa blanca. Gramática histórica del mito poético” (1948), en función de la lírica. Sin embargo, la consigna del caballero es determinante: “Por su Dios, por su Rey y por su Dama” revela el eje existencial.

Cabe destacar que durante el medioevo, la iglesia judeocristiana concibe al matrimonio como unión necesaria para preservar a la familia, mientras que los reyes lo asumen como asunto patrimonial, de alianza incluso. En cambio, el poeta provenzal expresa el “amor cortés” -de hecho debe entenderse como el “amor caballeresco”- en virtud del triángulo afectivo: la dama, casada, acepta los requiebros amorosos de su campeón, de su caballero (Cfr. Rougemont, op. cit.). Las novelas motivadas en la época (la zaga del Rey Arturo, Ivanhoe, etc.), son reveladoras.

Fue tan importante el amor caballeresco y la “cortesía”, a tal grado que las personas adoptaron esta expresión sentimental, afectiva. La literatura, el cine y ahora las telenovelas, popularizaron el concepto del amor. La mujer padece, vive su romance -es decir, una ficción- y se extravía buscando lo que no existe. Y los triángulos amorosos se reiteran una y otra vez. Se aguarda al “príncipe azul”, a la dama ideal, olvidando lo que señala Benedetto Croce: “el matrimonio es una elección”. Lo importante es compartir y crecer juntos como pareja, según Erich Fromm, al hablar del amor productivo.

Heredamos una tradición literaria: el bardo le canta a la musa, pese a la contradicción que impera en esta relación “romántica” (de roman, romance). Incluso Francisco de Quevedo lo revela en un famoso soneto:


DEFINIENDO AL AMOR

Es hielo abrasador, es fuego helado,

es herida que

duele y no se siente,

es un soñado bien, un mal presente,

es un breve

descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,

un cobarde, con

nombre de valiente,

un andar solitario entre la gente,

un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,

que dura hasta el

postrero parasismo;

enfermedad que

crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es su abismo.

¡Mirad cuál amistad tendrá con nada

el que en todo es

contrario de sí mismo!


Habrá que recordar, también, “El banquete”, de Platón, donde aborda la reflexión sobre el erotismo (dos Eros, dos Afroditas) y se recuerda la Edad Dorada, cuando los hombres estaban unidos, como siameses, varón con varón, hembra con hembra y mujer con hombre y después fueron separados. O a Marsilio Ficcino con su “De Amore. Comentarios a El banquete”, para abordar los cuatro furores, desde el amoroso hasta el místico. Es el primero en utilizar el concepto de “amor platónico”.

Por otra parte, en su obra “El erotismo” (1957), George Bataille, revela que el amor y la muerte establecen un vínculo muy estrecho. Eros y Thánatos en permanente comunicación para eslabonar los deseos más oscuros del individuo. Su teoría filosófica del deseo revela -según Meider Tornos Urzaiyki- el lado más sórdido de la condición humana.

Pero eso, por supuesto, nos lleva a otro ámbito, ligado incluso con la mística, con el tema de la Divinidad fusionándose con el creyente, o buscando el amor sacro a través de diversas vías (unitiva y epitalámica). O “Dios en Dios”, según postula el maestro Eckhart.

ATENTO AVISO

En la FIL de Minería puedes encontrar obras del escritor sinomexicano Óscar Wong (Tonalá, Chiapas, agosto 26 de 1948): en el stand de Edic, Coyoacán (PB): “La Pugna Sagrada. Comunicación y Poesía”, “Poética de lo sagrado. El lenguaje de Adán” y “Altazor. Alquimia y Revelación” (Edic. Fontamara). En el stand del Edomex (1er piso): “Penumbras de la Luz” y “En el corazón de la memoria”. Y en el stand de Chiapas (1er piso): “Poética del viento” y “El cuento. Caracol luminoso del lenguaje”.

Gracias anticipadas por leerme.

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