María Elena Rovirosa
El Temazcal es un baño autóctono de origen prehispánico con fines terapéuticos. Es una antigua ceremonia de purificación y limpieza, difundida a través de la sudoración con piedras volcánicas previamente calentadas con fuego. Los bañistas entran a la casa de las flores, como también es conocida. Existen construcciones redondas, ovaladas y cuadradas para la misma función, que es la de abandonar todo pesar mental y físico que pueda impedir la trayectoria feliz del ser humano.
Se da a conocer a través de grupos prehispánicos de América, ante lo cual, los conquistadores españoles quedaron al principio horrorizados; pero posteriormente, tuvieron que aceptar sus cualidades del mismo modo que ahora se retoma su práctica ante la muestra innegable de sus efectos positivos.
Los aztecas utilizaban mucho el baño de temazcal, no únicamente para su limpieza personal diaria, sino como un eficaz tratamiento contra cierto tipo de enfermedades y, en una dimensión mucho más compleja, como una ceremonia ritual de purificación e iniciación.
En nuestros días, la práctica del temazcal ha adquirido mucho aprecio básicamente porque dota de salud al cuerpo, pero también hay quien hace uso de él convencido de su alcance más elevado, que tiene una influencia positiva en los planos físico, emocional y energético.
Su estructura está hecha de ladrillo crudo o piedra, con una forma parecida a la de un horno de pan. Su único paso de aire lo constituye la entrada, tan pequeña que solo puede pasar una persona a la vez y prácticamente de rodillas. El interior es un espacio con pavimento, donde las personas pueden permanecer sentadas, acostadas o en posición fetal; el recinto se cierra con una cortina gruesa y se echa entonces agua de un té caliente a las piedras, lo cual produce un vapor muy denso que provoca que el espacio se vuelva un auténtico sauna con elevados grados de calor y humedad, provocando una sudoración copiosa en los participantes.
Te invito a tener esta experiencia. Yo Soy.
