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Tequisquiapan, su maravillosa noche y su fantástico día

Héctor Trejo S.

Ciudad de México

Cuál canción de La Bersuit, el personaje de esta crónica (o sea, su servidor), “se levanta y empieza a recordar, los sucesos ya lejanos, de la noche anterior”, que no fueron más que divertidos. Mucho vino tinto, larga y entretenida charla, mucha cantada: José Alfredo, Chente, Javier Solís, Juanga y hasta Joaquín Sabina, estuvieron en la mesa, entre brindis y brindis. El objetivo era festejar un cumpleaños, brindar por la vida y no parar la diversión, en suma: un viaje muy diferente.

Al abrir los ojos, el techo parecía inestable, cual plastilina, mezclaba sus colores amarillo y blanco para darnos la bienvenida, luego del breve recorrido en el mundo de Morfeo, quien me había empujado abruptamente de una barca que navegaba cadenciosamente a la luz de la luna, a una habitación calurosa, donde la luz del sol saturaba el entorno.

Había que darse un baño y salir a realizar el recuento de los daños o mejor dicho el recuento de los viajantes. Luego de pasar lista por las tres habitaciones contiguas, donde habían pasado la noche -o la madrugada- el resto de los amigos cch-ros, decidimos salir del hotel para desayunar.

Compramos un café, panes tequisquiapences (gentilicio de los habitantes de Tequisquiapan) y volvimos a buscar un camastro dentro del grandioso hotel para reposar la desvelada. Algunos recibieron un gran espectáculo al volver, luego que les pusieron algunos novillos en un ruedo pequeño que tiene en su interior la hospedería, para los osados que decidan desafiarlos. A lo lejos, se escuchaban los gritos de Olé de los 5 o 6 espectadores que se quedaron a presenciar a los improvisados toreros. Soy enemigo de los espectáculos taurinos, así que preferimos ir a recuperar sales, en una piscina de aguas termales.

El chapuzón matutino, fue una gran experiencia. Caminamos unos cuantos pasos hasta su grandiosa terma, donde nos veíamos entre vapor, sintiendo salir de nuestro cuerpo, a través de sus poros, todo el alcohol que había prolongado la velada de la noche anterior. El vapor, la nadadita y el café nos llevó a tomar un nuevo respiro y retomar la charla nocturna. ¿Pero cómo se nos ocurrió venir?

La explicación es muy simple: la noche del viernes, partíamos un pastel en la Ciudad de México, acompañando a la festejada, Abigail y de pronto, a un tal Roberto se le ocurrió contarnos del hotelito al que llegamos, como eran las 5 de la tarde, emprendimos el camino en dos autos hasta Tequisquiapan.

En poco más de 2 horas y media, recorrimos los 180 kilómetros que nos separaban del festejo real, así que prácticamente a las 8 de la noche ya estábamos en la Plaza Miguel Hidalgo, la principal de San Juan Tequisquiapan, nombre correcto de aquella hermosa ciudad, viendo las actividades que podíamos realizar, además del pastelazo que no se pudo concretar.

Lo primero y lo más destacado, fue el encuentro con un grupo teatral que nos invitó a escuchar las leyendas de las casonas de Tequisquiapan, representadas por sus divertidos actores, claro está, a cambio de una módica cantidad. El grupo nos llevó a varias casas, hoteles y calles, donde nos contaron las historias de personajes que destacaron por protagonizar situaciones extrañas.

Es cierto que tuvimos que desafiar nuestro sentido de la lógica y poner un poco de ingenuidad en las narraciones, pero todo fue en honor a la diversión, pues en las caminatas de un lugar a otro, paladeamos unas copas del delicioso vinito tinto de la región.

En la Plaza Hidalgo, encontramos un restaurancito acogedor (El Regocijo), donde encontramos comida con muy buen sabor. La cocina del lugar era muy buena, la atención muy agradable, nos hicieron pasar un buen momento y pudimos cenar para seguir el camino.

Después de ahí, comenzó una noche de canciones, de historias, de copas, que terminó en la piscina al aire libre, donde nos despedimos de Tequiquiapan, rehidratándonos con un coctelito de jugo de tomate, disfrutando de un fantástico día.

Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y le dejo mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia: trejohector@gmail.com y lo invito a seguirme en Spotify en Trejohector.

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