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Martha Elba Zambrano Oropeza
Un espacio dedicado a la Asociación de Escritores y Poetas Chiapanecos, A.C.

Jorge Éver González Domínguez

Duerme niño mío
El amor un día me hizo un guiño.
Y se llenaron mis ojos tanto que no cabía la soledad,
la más hermosa criatura,
calmo en mi regazo duerme con la savia de mi pecho.

Velaré tu sueño niño mío,
en la transparencia del alba
en el nocturno de la luna.
Contemplaré la dicha hasta nunca cansarme.
¿Quién pudiera vaciar semejante imagen?

Una canción antigua de cuna
escapa del corazón como murmullo
mientras venturoso late, al ritmo
que irradia la ternura de la vida.

Si mi voz no calma tus dolencias
ni mece tus aflicciones,
que tu llanto no se afane
te doy mis lágrimas hijo
-de ese manantial inagotable de una madre-.

Una tarde izarás las velas de tu barca,
en la brisa mi aliento irá contigo,
aun envejecida el alma
seguiré atenta en el alba y el ocaso
seguirá la oración entre mis labios
seguiré expuesta al guiño del amor.

          Un día,
                 en mi vientre,
                        todo comenzó.

Música del cielo
Apenas la oscuridad aclara
alborota el silencio, conocida tonada.
Un pajarillo enamorado
vestido de primavera,
entona entre copos verdes
su vieja melodía.
Confiado en el viento que atrapa su vuelo,
en la brisa del alba derrama su canto.

Aligera su afán, la pena guardada,
inmersa en su trino comulga la calma.

Entre suspiro y tonada
caen pedazos de añoranza,
expuesta mi alma sonríe callada
y si brota una perla se pierde en el aire.

   Música del cielo, decía mi Madre.
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