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Hernán León Velasco

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

En febrero de 1945, a doce semanas antes de la capitulación de la Alemania Nazi, la ciudad de Dresden fue objeto de una serie de bombardeos que desencadenaron una tormenta ígnea reduciendo a escombros su centro histórico. Las víctimas fueron aproximadamente 250,000.

Las partes no destruidas del barrio Neustadt, se salvaron de la demolición tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, y durante la Reunificación Alemana la ciudad pasó a ser parte de la RFA.

En esa época fueron derribados edificios antiguos y muchos fueron reconstruidos, aunque algunos permanecieron sin remodelar porque los vecinos no lo permitieron, como una lección a la humanidad de lo acontecido.

De tal manera que, cuando uno transita por el centro histórico de Dresden, se puede percibir en los escombros el fragor de aquellas batallas. Las paredes todavía permanecen con huellas de proyectiles de aquel entonces.

En septiembre del 2000, fuimos becados 10 médicos para acudir a un curso de cirugía Láser en Florencia, Italia, tres de ellos chiapanecos: el Dr. Martín Ralda, Oncólogo, el Dr. Edilberto García, Cirujano Plástico y un servidor. Pero antes del curso fuimos a un Congreso Mundial de Tecnología en la ciudad de Dusseldorf. Posterior a ello, recorrimos 611 km por tren a la legendaria ciudad de Dresden para visitar la tierra de Schiller, autor de la “Oda a la alegría”, actualmente Himno de la Unión Europea.

Así llegamos a Dresden una fría mañana donde reinaba el silencio, sobre todo con el aspecto de las paredes y otros muros de piedras derrumbados como fieles testigos de la guerra. Uno podía sentir en los escombros el eco de los gritos de la guerra en aquel tiempo.

A pesar del aire de tragedia que se percibía, sucedió un hecho especial: estaba en una de las calles céntricas cuando volaron hacia mí unas aves que buscaban compartir el pedazo de pan que sostenía en mi mano derecha. Con asombro quedé inmóvil ante el suceso y mientras otros turistas filmaban el momento, mis amigos trataron de acercarse causando que las aves de inmediato emprendieran el vuelo, para de nuevo regresar cuando ellos volvían a poner distancia a mi persona.

Este acontecimiento fue vital para que a Dresden no lo olvide jamás, sobretodo como señal y lección de la guerra, donde la paradoja fue contundente, pues entre los edificios derrumbados aparecieron de pronto unas aves que buscaban su pan de cada día y a su vez me hicieron reflexionar, para escribir esta crónica de viaje.

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