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¿algún día lo entenderá el presidente?

Editorial

 

¿algún día lo entenderá el presidente?

Este lunes presentamos la historia de un joven al que la pandemia ha tratado de doblegar, pero sin conseguirlo. Sin embargo, sí lo ha obligado a adaptarse a lo que hemos llamado la nueva realidad. Quizá es la prueba encarnada de los sueños destruidos, de las ilusiones canceladas, pero también es ejemplo de vida porque a pesar del abandono que ha sufrido de parte del gobierno que prometió poner a los pobres en el peldaño más alto de sus prioridades, ha logrado sostener a su esposa.

Se llama José Enrique Martínez, es originario de Benemérito de las Américas, un municipio enclavado en la Selva Lacandona, donde la vida es tranquila y las oportunidades de desarrollo muy escasas. Por eso decidió venirse a Tuxtla Gutiérrez, pensando que aquí encontraría una mejor calidad de vida. Y hasta antes de que empezara la crisis sanitaria de coronavirus parecía que había logrado su sueño.

Según le contó a nuestro reportero, salió de su pueblo con la intención de estudiar una carrera profesional, para luego poder ayudar a sus padres. En el camino encontró el amor y se casó, pero sin nunca perder de vista el objetivo.

Nació en un hogar pobre y humilde. Es hijo de padres campesinos. Incluso, él sabe trabajar el campo. Pero desde muy temprano en su adolescencia anheló algo mejor para la familia que él algún día construiría y no deseaba que sus hijos tuvieran que pasar por la misma situación. Por eso no desaprovechó la ayuda y la oportunidad que le dieron sus padres. Se esforzó, hizo grandes sacrificios y finalmente logró la carrera de abogado.

Hoy, sin embargo, la pandemia lo dejó sin empleo. Obligadamente ha tenido que darle una pausa a su profesión por la que tanto luchó. Y no ha quedado de él sentarse a esperar a que un bufete de abogados o una empresa lo llame solicitando sus servicios. Ha salido a buscar trabajo en todas partes y ya son muchos los lugares en los que ha dejado su currículum, pero hasta el momento no ha encontrado nada. Desesperado, ha detenido que decir que es soltero porque en algunas compañías le piden de requisito que no esté casado. Aun así, no ha tenido suerte.

José tiene 32 años de edad, y con una esposa a la cual sostener, desde hace dos semanas se dedica al honroso oficio de talachero. Dejó el ejercicio de las leyes para ponerse a parchar llantas. Es algo que él nunca había hecho, pero se siente orgulloso porque a través de este empleo ha podido llevar el alimento a su casa, que por ahora es lo que más le interesa mientas las circunstancias mejoran.

¿Cuántas historias similares a la de José hay en México? ¿Cuántas vidas, cuántas familias han sido duramente sacudidas por la crisis sanitaria y sin que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador haga algo? ¿Al menos está enterado de lo que pasa con ellas, con ellos?

El presidente ganó muchas simpatías con el lema “Por el bien de todos, primero los pobres”. Esas ocho palabras sintetizaban y sintetizan lo que México necesita para salir adelante.

Por desgracia, la frase se ha convertido en un eslogan vacío, que nos hace pensar que los pobres tan sólo fueron un medio para llegar al poder, no un fin al que había que servir. Si algo representa ahora mismo “primero los pobres” no es otra cosa que el orden en que sufren, se enferman o se mueren.

Porque siendo sinceros, ¿quiénes son los que más se han enfermado de Covid? Los pobres. Pues es este sector de la población el que por necesidad no ha podido quedarse en casa o guardar la sana distancia. Tiene que salir a trabajar para ganarse el sustento diario.

¿Quiénes son los que más han muerto por la enfermedad? También los pobres. Los que tienen mayores posibilidades económicas se internan en hospitales privados y no tienen que pasar por los hospitales públicos, donde encontrar una cama con ventilador y tener los medicamentos necesarios es todo un viacrucis.

Asimismo, son los que más han sentido los estragos que la pandemia ha producido en la economía. Y el desempleo es el elemento más golpeado.

Que millones de personas en todo el país hayan perdido sus fuentes de trabajo y que muchos comercios hayan tenido que cerrar sus puertas no es culpa del gobierno, desde luego que no. Pero de lo que sí es responsable es de negarse a bridar apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas, que son las que generan siete de cada diez empleos en México.

¿Hasta cuándo entenderá el presidente que en sus manos está revertir esta situación? Si es que lo quiere entender.

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