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2020: año violento para las periodistas

Jeny Pascacio/Diario de Chiapas

El 2020 fue el año más violento para las periodistas en México, con más de 251 atentados entre campañas de desprestigio, feminicidio, bloqueos informativos, amenazas y detenciones arbitrarias. 

Estas cifras pertenecen a organizaciones como Comunicación e Información de la Mujer (Cimac), que el año pasado presentó una cartografía de agresiones contra mujeres periodistas en este país.

En este mapeo, Chiapas presenta 33 agresiones contra reporteras y fotoperiodistas contabilizadas durante una década, siendo el 2016 y el 2019 los años con mayor número de violencia entre física y psicológica. El 2020 reporta tres casos.

En este tenor, las periodistas chiapanecas reconocen que no denuncian o evidencian a sus violentadores por temor a perder el empleo, a ser señaladas, a que sus familias se enteren y el oficio sea criminalizado y a la apatía, pues conocen de primera mano las omisiones que parten de las autoridades y de los dueños de los medios de comunicación.

Algunas comunicadoras que fueron agredidas dentro de las empresas a manos de directivos, reporteros, diseñadores y editores, incluso por hombres de las fuentes informativas, compartieron sus historias.

“Denuncias cuando puedes no cuando quieres”

En el 2010, Issa Madonado, fotógrafa y reportera, comenzó a trabajar en un medio impreso de circulación estatal donde más tarde vivió acoso laboral orquestado por no corresponder a las insinuaciones de un hombre.

El acosador tenía la confianza absoluta para elaborar castigos contra la reportera hasta cambiarla de puesto.  

“Esa persona comenzó a acosarme por el celular de red de Cuarto Poder. No era ni jefe directo ni indirecto y llamaba insistente para darme temas, pero no los hacía porque la orden no venía de la editorial y no me daba tiempo. Habló a mis espaldas con las directivas del periódico, criticó mi trabajo y me llamaba con insistencia, incluso por las noches. En ese entonces nunca vi una connotación sexual, pero el acoso siempre estuvo disfrazado, porque a mis demás compañeros no les exigían lo que a mí sí”.

La reportaban por no acudir a los talleres que el acosador realizaba los sábados, en su único día de descanso. “Abenamar se enojaba cada vez más conmigo, Abenamar me marcaba todas las mañanas para criticar mi trabajo, Abenamar decía que mi trabajo no era bueno, que no servía como periodista. Incluso creo que dejó de publicar mis notas, porque él tenía la verdad absoluta y le autorizaban todo”.

“Un día no me dejaron entrar, me dijeron que me fuera por unos días, a los dos días regresé y me dijeron: tú ya no vas a estar en la sección B de política”.

La cambiaron a la de nota roja que aceptó porque le gusta mucho su trabajo y necesitaba la remuneración económica. Alguna vez dio seguimiento a la historia de un feminicidio.

“Yo quería seguir escribiendo sobre feminicidios en la nota roja y Abenamar me dijo que mi trabajo era muy malo y me encerró en un área de Cuarto Poder donde no había cámaras ni micrófonos, me mostró la nota y me dijo: esto no sirve, tú nunca serás reportera, tú solo quieres chingar con estos temas de mujeres. Ya cámbiale”.

Recordó que comenzó a llorar y él subió el volumen de la voz, pero nadie acudió a ver qué pasaba, “como si nadie hubiera escuchado”. La cambiaron nuevamente al área administrativa, le bajaron el sueldo, “ya no era una reportera, era una persona escribiendo y recortando periódico por periódico para hacer una síntesis; me prohibieron usar el celular durante las ocho horas laborales y tampoco tenía derecho de salir a comprar alimentos”.

Fueron casi ochos meses los que aguantó el acoso hasta encontrar otro trabajo.

“La falsa filantropía”

La siguiente reportera, prefirió omitir nombres, pero sufrió acoso sexual de un fotógrafo y un reportero. En la primera experiencia una persona que consideraba un buen compañero de trabajo la invitó a su casa y accedió porque él le había comprado un pastel por su cumpleaños.

“Me besó por la fuerza y como lo rechacé comenzó a cuestionar mi orientación sexual hasta por mensajes de texto. Desde entonces fue muy incómodo encontrarlo en eventos”. El fotógrafo se disculpó, pero ella prefirió restringir toda interacción.

En otra ocasión, un reportero le enviaba mensajes. La conversación se tornó en invitaciones a salir, a las que ella no accedía, pues no estaba segura del estatus sentimental de la persona.

Después de negarse, el reportero que trabajaba en la misma empresa, comenzó a portarse grosero y la hostigaba. Iba a los eventos que no correspondían a su área laboral.

“Le dije muchas veces que no cubriera mis fuentes, porque nada tenía que ver con el trabajo de su sección. Incluso competía en tiempos. Un día entró a mi cubículo muy molesto y alterado porque hice un especial de un tema que él había abordado”.

El problema se fue hasta el área editorial y administrativa que los confrontó, después de que la reportera, respaldada por feministas, realizó un documento y habló con los directivos del medio de comunicación.

Al final se demostró que se trataba de acoso sexual y los directivos de la empresa ordenaron al acosador, parar el hostigamiento.

La reportera lamenta que incluso las fuentes informativas busquen obtener un intercambio sexual con las periodistas para acceder a la información, lo que provoca que dejen de cubrir eventos.

“Visibilizar es importante”

“Siempre me pregunté por qué el entonces director del Heraldo de Chiapas, Ricardo del Muro, comenzó a acosarme. Me decían que no les gustaba lo que escribía, que no hacía periodismo, que hacía activismo; que dejara de cubrir el tema ambiental”, relata la reportera Mariana Morales.

En ese momento en Chiapas había mucha resistencia por proyectos extractivos, como minería en la Costa y en la Sierra Madre, contra empresas canadienses y extranjeras que sacaban el titanio.

“Estaban muy recientes las protestas por el asesinato del opositor minero Mariano Abarca. En ese entonces también entraban en la Semarnat muchos proyectos mini hidroeléctricos a cargo de empresas privadas y los habitantes de Cahuaré solicitaban a las autoridades ambientales que pararan la calera que estaba contaminando el aire y generando problemas a la salud”. 

El acoso perduró dos años y el 28 de diciembre de 2018 decidió no presentarse a trabajar. Una semana después metió su renuncia. “Ya no quería verlos y en ese momento ningún compañero o compañera reportera me respaldó, solo personas externas me dijeron que se trataba de acoso laboral”.

Ahora, está convencida que sus acosadores quisieron apagar su manera de hacer periodismo, “pero estoy muy orgullosa porque nunca lo lograron y defendí mi trabajo”.

Para Mariana Morales, las opciones son complejas y aunque cuesta mucho, “es posible seguir haciendo lo que se quiere”.

“El narco alcalde”

Esta pequeña historia, pero no menos importante, le ocurrió a una compañera que prefirió mantener el anonimato, pues fue intimidada por un presidente municipal, con posibles vínculos con el crimen organizado.

Acudió al municipio, “estaba buscando un tema que no le gustó a esa persona y me dijo que si andaba tras ese tema me podrían matar a mí y a él, porque hay un jefe que no le gusta que se indague”.

Aunque fueron pocos minutos de tensión, la situación le afectó mucho. Algunas organizaciones defensoras de derechos humanos acudieron a su llamado y le brindaron respaldo.

Por temor a que su familia le pida que deje de ejercer el periodismo, la reportera prefirió no hacer pública la violencia que vivió a manos del ‘narco alcalde’ y abandonó el tema. Aunque no quita el dedo del renglón y sigue escribiendo con libertad.

“Cada quien debe tener sus estrategias para sacar todo eso que todos los días vemos y este tipo de experiencias”.

CHIAPAS, EN EL 11° LUGAR

Chiapas ocupa el sitio 11 en la ‘Cartografía de agresiones contra Mujeres Periodistas en México’ elaborada por Cimac y le antecede Puebla, Veracruz, Guerrero, Estado de México, entre otros. Mientras, Quintana Roo y Baja California registraron 7 y 13 casos más que en 2019.

Muestra 19 feminicidios y los parámetros como el tipo de agresión, el sitio donde ocurrió, la fecha y el cargo; así como los contextos de violencia física, psicológica, patrimonial, económica, institucional o laboral.

Asimismo, cada 34 horas, una periodista es agredida tan solo en la Ciudad de México por realizar su labor informativa, pues de las 251 agresiones registradas en el 2020, 2 de cada 10 incidentes sucedieron en la capital del país.

Los hechos violentos cometidos suceden en mayor medida en espacios institucionales (46%); comunitarios (30%), laborales (3%) y, en los últimos años, se ha registrado un aumento en las agresiones digitales (18%).

Para Cimac, las autoridades no asumen su responsabilidad para garantizar el ejercicio del derecho humano a la libertad de expresión para las mujeres, por el contrario, criminalizan e invalidan su labor y promueven campañas de desprestigio.

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