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Calidad en la educación

 

Dr. Gilberto de los Santos Cruz

Durante la Reforma Educativa de los años 70s, el objetivo de las escuelas normales sería «forjar maestros con sólida preparación científica, amplia formación pedagógica y franca orientación humanística». Es decir, el maestro debería tener «conocimientos generales y de cultura personal, aptitud para enseñar, capacidad para fomentar su comprensión de los principios que favorezcan las relaciones humanas y para fortalecer su conciencia del deber de contribuir al progreso social, cultural y económico del pueblo».

Los programas de estudio, ahora organizados en áreas de conocimiento que sustituían a la organización por asignaturas, deberían comprender estudios de cultura general, estudios sobre la evolución económica, social, cultural y política de México; estudios generales y fundamentales de psicología y sociología aplicados a la educación, así como de la teoría y la historia de la educación, de la educación comparada, pedagogía experimental, administración escolar y métodos de enseñanza de las distintas disciplinas, estudios relativos a la disciplina y sus procesos didácticos, práctica de la docencia.

Por otra parte, grupos magisteriales (maestros en servicio, maestros y alumnos de la ENSM) como ocurre actualmente coincidieron desde un principio en rechazar la reforma educativa. En primer lugar, exigían participación directa en la planeación de proyectos de reforma. En segundo lugar, manifestaban su desacuerdo con la organización del conocimiento por área, porque con ello «se minimiza la preparación científica y se superficializa la educación social porque se desconocen aún los procedimientos didácticos eficaces para la enseñanza por áreas» (Excélsior, julio 4 de 1972). Concretamente con relación a la fusión de historia y educación cívica, argumentaban que la primera es una ciencia explicativa y enunciativa, que se refiere a la comprensión de los hechos por medio del saber y del conocimiento, mientras que la segunda La reconstrucción detallada de una parte de la historia de la educación normal superior en la década de los setenta, especialmente de la ENSM, puede verse en Calvo, Beatriz, «Poder y educación: un estudio de caso sobre la ENSM (1972-1976)», ponencia presentada en el Seminario de Investigación Educativa organizado por el Colegio de México, en mayo de 1987.

Finalmente, afirmaban que el plan de estudios estaba desequilibrado porque «disminuye a pesar de los porcentajes expuestos, la proporción en la preparación científica, social, artística y física de los adolescentes, enfatizando la educación tecnológica, ya de por sí excesiva con seis horas semanales». Grupos magisteriales independientes presentaron argumentos más radicales. Calificaban a la reforma como «burguesa» e «imperialista», que «olvida la formación humanística y psicológica», al anteponer la capacitación tecnológica del alumnado; «que tiende a capacitar obreros semi calificados creando mano de obra barata…». Afirmaban que la organización por áreas disminuye la calidad y cantidad de la preparación científica y descuida la formación física y artística del educando. Finalmente, se promulgaban por una «verdadera reforma educativa que partiera del conocimiento de la realidad nacional, que elevara el nivel académico y que fuera democrática, popular y antimperialista». Además, en su realización deberían participar los maestros, técnicos de la educación, autoridades, alumnos y el pueblo en general. La presión de los grupos normalistas ante la SEP se hizo cada vez más fuerte. El movimiento estudiantil culminó con una huelga de la ENSM que duró 62 días (abril y junio de 1976). El conflicto terminó con la firma de un convenio entre la SEP y las representaciones estudiantiles de la Escuela, cuyos acuerdos más importantes fueron: que la ENSM generaría su propia reforma educativa, y podría organizar las carreras por asignaturas si así lo consideraba pertinente; que se formaría un Consejo Técnico paritario de profesores y alumnos, incluyendo al director de la Escuela, quien no podría vetar los dictámenes del Consejo; y que se duplicaría el presupuesto de la ENSM. Ahora bien, el proyecto alternativo elaborado por los grupos normalistas como propuesta de reforma educativa de la ENSM, fue planteado como un proceso democrático, con la participación de toda la comunidad normalista. Entre otras cosas, se acordó que el objetivo fundamental de la Escuela sería preparar maestros con capacidad científica y pedagógica, con conciencia crítica y política que les garantizara lograr la transformación social, y con actitudes filosófico-científicas ante los problemas de la naturaleza y la sociedad. Además, deberían comprometerse y vincularse mejor con las luchas que libran los obreros por mejores salarios y la conquista de sus direcciones sindicales; con los campesinos por la justicia agraria; con los estudiantes por mejores oportunidades de educación, y con los propios maestros por mejorar sus condiciones de vida. En síntesis, «juntos por la transformación de la sociedad de explotación en una sociedad más justa, sin clases, en una sociedad socialista».

Por su parte, los nuevos planes deberían responder a las necesidades económicas, científicas, culturales y sociales del país. Para ello, deberían contener materias relacionadas con el materialismo histórico y materias que acercaran al maestro con la realidad nacional. Por último, también deberían atender los siguientes idiomas: inglés, francés, alemán, ruso, etc., y deberían rescatar los «dialectos mexicanos» perdidos o que están en vías de desaparecer. Congruente con la reforma educativa de corte democrático, el proyecto normalista proponía una reforma organizativa: el establecimiento de un gobierno escolar democrático en el que participarían maestros, alumnos y trabajadores con igualdad de derechos. La máxima autoridad de la Escuela sería la Asamblea General, integrada por toda la comunidad normalista. El director general tendría sólo funciones administrativas y de representación de la Escuela. También se establecía el Consejo Técnico paritario. El Reglamento interior contemplaba el ingreso del personal docente a través de exámenes de oposición y el de los alumnos a través de exámenes de admisión, elaborados por el Colegio de Profesores. Así pues, la «alternativa revolucionaria concreta» elaborada por la comunidad normalista en su conjunto, incluyendo al director de la Escuela, se oponía educativa, política e ideológicamente al proyecto oficial. En síntesis, se trataba de proyectos educativos opuestos: uno tradicional-reproductor, otro transformador; uno «burgués», otro «popular y democrático»; uno de corte «imperialista», otro «nacionalista».

El sexenio 1982-1988 se inició dentro de una profunda crisis económica. El gobierno de Miguel de la Madrid definió como camino a seguir la obtención de capital a través de continuos préstamos de instituciones extranjeras, cuyo resultado tomó la forma de una exorbitante deuda externa creciente. Por otra parte, el gobierno definió como asunto prioritario el pago de dicha deuda e implantó una serie de medidas para recaudar fondos y asegurar el pago mensual de los altísimos intereses que ésta causaba: fuertes incrementos a los impuestos y la instrumentación de una política de austeridad que pretendía reducir drásticamente el gasto público. Las repercusiones de la crisis económica y de la política de austeridad se sintieron muy profundamente en los sectores sociales medios y populares del país.

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