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Medio millón aumentaron los embarazos por la pandemia

Jeny Pascacio / Diario de Chiapas

Ser niña y adolescente incrementa el riesgo de ser víctima de embarazo temprano o matrimonio forzado, abuso sexual, violación, explotación laboral, trata de personas, criadazgo, desaparición, feminicidio, entre otros riesgos, que se acrecientan en poblaciones indígenas, migrantes, rurales o que viven en alguna otra situación de vulnerabilidad. El impacto de la pandemia de COVID-19 representa un retroceso de cinco años en términos de los logros sobre la Tasa Específica de Fecundidad Adolescente de América Latina y el Caribe, pasando de 61 a 65 nacidos vivos por cada mil adolescentes de 15 a 19 años.

El análisis de organizaciones como Redim, Tejiendo Redes Infancia, por mencionar algunas, muestra el incremento de medio millón el número de embarazos adicionales en Latinoamérica, por restricciones de acceso a anticonceptivos, factores económicos o abusos sexuales, especialmente en niñas menores de 15 años.

De acuerdo con la Unicef, cada año, alrededor de un millón y medio de adolescentes de entre 15 y 19 años dan a luz. América Latina y el Caribe tienen la segunda tasa más alta de embarazo adolescente entre 15 a 19 años de edad, casi el 18 por ciento de los nacimientos en la región corresponden a madres menores de 20 años de edad.

En América Latina, las víctimas de violencia sexual encuentran barreras para acceder a métodos de anticoncepción de emergencia, incluso prohibida en algunos países como Honduras; o a una interrupción legal del embarazo, lo que podría derivar en embarazos no deseados.

El abuso sexual tiene un peso importante en los números de embarazo en la adolescencia y fundamentalmente en el embarazo en niñas de 10 a 14 años de edad, y la mayoría de los agresores pertenece al círculo familiar y social cercano.

Entre los impactos en la vida de las jóvenes que se embarazan de forma temprana están la falta de oportunidades y expectativas, así como de un proyecto de vida. Casi la mitad de las madres de 10 a 19 años se dedican exclusivamente a tareas domésticas y tienen tres veces menos oportunidades.

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