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Al Final, ¿Quién Será El Responsable?

Letras Desnudas

Mario Caballero

Al Final, ¿Quién Será El Responsable?

¿Se puede confiar en los datos del gobierno federal sobre el número de contagios y de fallecimientos por coronavirus? ¿Es cierto que la crisis de salud que ha golpeado a todo el mundo ha sido domada en México?

La respuesta parece ser no en cada caso. Y esta vez no sólo podemos basarnos en la opinión de los expertos, sino de miles de personas en todo el país. De padres, madres, hijos, nietos que denuncian haber perdido a un ser querido que enfermó de covid. En este momento existe un terror en quienes piensan que el regreso a clases podría poner en riesgo la vida de sus hijos.

Sandra Romandía publicó en su columna del domingo en Milenio que su abuelo había muerto víctima de coronavirus. Pero más allá del estremecimiento por la pérdida está el reclamo al gobierno que -asegura- ha sido incompetente para dar respuesta a la contingencia sanitaria.

Así lo dijo: “Mi abuelo murió en un país donde el mayor funcionario responsable de las políticas públicas en esta pandemia, Hugo López-Gatell, culpa a uno y otros de los rebrotes, apenas portó mascarilla por primera vez este sábado -después de 34 mil fallecimientos reportados- y dice que no es importante invertir en pruebas”.

No hay quien pueda contradecir esa observación. La situación de incertidumbre es real y da miedo. Es parte del panorama que se vive en casi todo México. De lo único que podemos tener certeza es que entre el discurso oficial y la realidad es que en nuestro país pasó lo que muchos no creíamos que pasaría, que la crisis alcanzara los niveles que hace un par de meses puso de rodillas a Italia y España. Hoy, México es la cuarta nación con el mayor número de muertos en el mundo. Ha superado a esos países. Incluso a China que fue el epicentro original de la pandemia.

En cuanto lo que Sandra Romandía opina acerca del subsecretario López-Gatell es un sentir bastante generalizado. Porque de ser el gran experto se convirtió rápidamente en una autoridad desgastada, cansada y sin credibilidad.

DE LA AUTORIDAD AL DESCRÉDITO

Hugo López-Gatell habló durante mucho tiempo con autoridad. De ser un burócrata con un alto puesto en la Secretaría de Salud federal se convirtió en el personaje del momento que, a través de la ciencia médica, construía confianza para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Se veía como un doctor erudito. Con paciencia y con tono profesoral explicó los peligros del coronavirus y los cuidados que todos debíamos tener. Ante la amenaza global más grande de los últimos tiempos, estaba la ciencia al frente de la estrategia y era la fuente de la razón pública.

Toda la atención mediática se centró en él. Porque, a la verdad, es él quien da la cara y traza el camino. El presidente de la República le depositó toda su confianza y se retiró a hacer otras cosas propias de su función. Por ejemplo, hablar de que vamos bien en lo económico, de que no se han perdido muchos empleos, de que ya se acabó la corrupción y de que lo mal que se habla de su gobierno es sólo ardor de los conservadores, de sus adversarios que no les gusta que todo haya cambiado. Es decir, autoalabarse. Aunque los datos digan otra cosa.

Sin embargo, muy pronto el subsecretario de Salud dejó de ser el faro de confianza. Primero comenzó a ser rebatido por el propio AMLO. Mientras él aconsejaba el distanciamiento social y el contacto con otras personas, el presidente subía un video en redes pidiéndole a los mexicanos que salieran a los restaurantes con sus familias, que no tuvieran miedo, que se abrazaran y dieran amor. Pero donde su credibilidad se vino a pique fue en aquella conferencia mañanera a mediados de marzo en la que dijo que no tenía caso que el presidente se hiciera la prueba para saber si tenía el virus. Porque, dijo: “la fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”.

Una cosa es que López-Gatell le deba respeto a su superior, como es el caso del primer mandatario. Otra muy diferente es que quiera quedar bien con él cuando su responsabilidad es proteger la vida y la salud de los mexicanos. No tuvo el suficiente valor para decirle a su jefe que se estaba equivocando, que era mejor hacer caso al conocimiento técnico que hacer política del tema. Prefirió cuidar su empleo que imponerse a las ocurrencias presidenciales, en aras de evitar que la pandemia provocara tantas muertes como las que hay ahora. Síntoma de esa sumisión absurda es la obstinación de no usar el cubrebocas, y sólo para no contradecir al presidente que no le gusta usarlo.

A todo esto, se suma la falta de certeza de sus pronósticos, la no inversión en pruebas de detección masiva, en no supervisar que los protocolos de reapertura sean nada más la simulación que están siendo. Como consecuencia aumentaron los casos positivos y se multiplicaron los decesos. “Abrir a ciegas”, como dijo el doctor Michael Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la ONU, habla del poco compromiso gubernamental y de que el gobierno federal no está priorizando la salud.

Conforme se fueron complicando los resultados, López-Gatell cambió de tono. Dejó de ser el funcionario amable y respetuoso para ser un borracho de cantina. Se cansó de que cuestionaran sus datos y hasta se olvidó de que es una figura pública y, como tal, es sujeto de crítica. Con la actitud que ha asumido en los últimos días parece que nos dijera “yo soy el experto, estos son los datos y ésta la mejor de las estrategias”. Ese desplante es quizá de cansancio o es reflejo de que siente que la situación ya lo ha superado.

Pero no es su imagen lo que más inquieta, sino la pérdida de su autoridad. El viernes reciente, por ejemplo, culpó a los estados y a los municipios de la reapertura acelerada, así como de los problemas en la recopilación de datos, del retraso en los resultados de las pruebas y confirmó que sólo tenemos la mitad de la realidad de la pandemia por la inconsistencia de datos de algunas entidades, y por eso decidió suspender la presentación del semáforo covid que correspondía. Eso, sin lugar a dudas, se llama polarización.

NO ES ÉL, SON MUCHOS

Esa intervención del subsecretario Gatell puede tomarse como que fue para defenderse a sí mismo. Pero no hay manera de justificar el desastre. Actualmente, los gobernadores panistas le piden que explique los señalamientos del viernes y los partidos PAN, PRD y Movimiento Ciudadano han pedido su renuncia.

Seamos sinceros. Hugo López-Gatell tiene culpa de que la crisis sanitaria haya arrebatado ya más de 35 mil vidas en el país, pero no es el único responsable. ¿Y el secretario de Salud? ¿Y el presidente López Obrador? ¿Qué me dice de las anteriores autoridades sanitarias que no impidieron que creciera la epidemia de obesidad a tal grado que hoy es la principal causa de muerte en México? ¿Qué me dice de la falta de supervisión a la industria alimenticia? ¿Qué de los políticos que se enriquecieron con la construcción de hospitales y clínicas que nunca funcionaron o que desviaron los recursos del sistema de salud para financiar campañas políticas?

Es claro que muchos en el gobierno actual tienen culpa, pero hay que entender que hay mucha pudrición detrás para que México sea hoy uno de los países más golpeados por la pandemia. ¡Chao!

@_MarioCaballero

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