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“Bueno es dar cuando nos piden; pero mejor es dar sin que nos pidan, como buenos entendedores” Khalil Gibran

Reflexiones

Fernando Álvarez Simán

“Bueno es dar cuando nos piden; pero mejor es dar sin que nos pidan, como buenos entendedores”

Khalil Gibran

En la tarde del 4 de agosto, a las cinco de la tarde con 40 minutos; las autoridades de Beirut, capital del Líbano son informadas de un incendio en uno de los almacenes del puerto de la ciudad. Hasta el momento no está claro de la hora exacta ni el lugar correcto del inicio del incendio. Quince minutos después la columna de humo era visible por toda la ciudad y en ese momento, un grupo de bomberos es enviado a sofocar la emergencia.

Los videos en línea que pueden observarse, sugieren que luego de iniciado el incendio, hubo chispas y luces dentro del humo. Eso probablemente indica, de acuerdo a los expertos; que hubo fuegos artificiales involucrados. Se sabe que cerca del área del incendio, había almacenados en una bodega, juegos pirotécnicos de procedencia china y se presume, fue el lugar en donde inició el incendio.

A las 6 horas con 8 minutos de la tarde una explosión sacude el puerto de Beirut. El evento crea una nube de humo y destellos de luz que fueron causados por los fuegos pirotécnicos. Diez minutos después, ocurre la segunda explosión que provocó una nube anaranjada en el aire, brevemente rodeada por una nube de condensación blanca.

Por ese color de la nube de la explosión, las autoridades supieron rápidamente que había “nitrato de amonio” involucrado, un compuesto químico utilizado para elaborar fertilizantes, pero también para fabricar explosivos. Esa segunda explosión se sintió en un radio de 240 kilómetros a la redonda; es decir, se llegó a sentir en los países vecinos de Chipre e Israel.

Para algunos especialistas en explosiones, el evento de Beirut fue una de las mayores explosiones causadas por explosivos no nucleares que la historia humana registra, dejando un cráter de 120 metros de diámetro y daños cuantiosos a diez kilómetros de distancia del evento. Tras las explosiones de Beirut, hasta el momento, se ha confirmado la muerte de al menos 158 personas, cien desaparecidas y más de seis mil ciudadanos heridos.

El daño se extendió a más de la mitad de la ciudad de Beirut, con un costo aproximado hasta el momento de más de 10 mil millones de dólares. El puerto, bajo la administración del gobierno, sufrió el impacto más severo, dentro de esa área la explosión destruyó una sección de la costa. Se destruyeron también unas 15 mil toneladas de cereales dejando al país con menos de un mes de cereales en reserva. Además, hay daños en los hoteles de la ciudad, el aeropuerto, varias embajadas y cerca de 300 mil personas se quedaron sin hogar. 

Todo indica que la segunda explosión, donde se involucró al nitrato de amonio, corresponde a 2 mil 750 toneladas de este componente químico, el cual hizo que la explosión arrojara una potencia de mil cien toneladas de dinamita. El propio servicio sismológico de Estados Unidos informó que la explosión del nitrato de amonio provocó también un sismo de 3.3 grados en escala de Richter.

El nitrato de amonio llego al puerto de Beirut en septiembre del 2013 a través de un buque de carga llamado “MV Rhosus” propiedad de un empresario ruso, el barco zarpó del puerto de Batumi en Georgia, hacia su destino en Beira, Mozambique. El buque hizo escala en Turquía y en Pireaus, Grecia. En octubre de ese año, el carguero recaló en el puerto de Beirut porque su motor presentaba problemas para el arranque.

En Beirut la tripulación del Rhosus se declaró en huelga debido a la falta de pago de salarios. Las autoridades libanesas se negaron a permitir que el barco partiera, porque no pagó su estancia al puerto. Para el 2014, la carga se colocó en un almacén, el dueño del barco se declaró en quiebra y los compradores originales perdieron interés en la carga.

Desde el 2016 las autoridades portuarias y de aduanas habían advertido de un peligro inminente con el nitrato de amonio almacenado, sin que alguna autoridad tomara cartas en el asunto hasta que sucedió la tragedia que ahonda la crisis de un país devastado económicamente y por la emergencia sanitaria del Coronavirus.

La Guerra Civil y Alí Baba en el Líbano

De 1975 a 1990 el país sufrió una guerra civil que dejó la trágica cifra de 150 mil fallecidos, una cifra casi igual de discapacitados y un éxodo de un millón de personas durante ese conflicto. País crisol en donde convivían todas las corrientes del pensamiento de la fe musulmana con cristianos y drusos hasta llegar a 18 grupos diferentes; el equilibrio se rompe con la creación del estado de Israel.

La llegada al país de cerca de 400 mil refugiados palestinos entre 1948 y 1967 cambió incluso el equilibro demográfico a favor de los musulmanes. En consecuencia, la nación se dividió. El sur era controlado por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el occidente por milicias musulmanas y el este por cristianos.

Durante la guerra civil el país sufrió la invasión del ejército de Israel, que se retira luego de la presión internacional, la ocupación de partes del país por las fuerzas armadas de Siria y también el colapso de su ejército, cuyos oficiales renuncian ante las numerosas “intifadas” o rebeliones populares.

Finalmente, la guerra civil fue resolviéndose a través de una ley de amnistía que indultaba casi todos los delitos durante el conflicto, salvo aquellos cometidos contra diplomáticos extranjeros. Las milicias fueron poco a poco disolviéndose y el ejército se fortaleció. Desde el final de la guerra, los libaneses han llevado a cabo varias elecciones iniciándose también un proceso de reconstrucción.

Actualmente el país cuenta con 6.8 millones de habitantes. El Líbano es un país de profunda historia comercial. Su diáspora ha generado redes de comercio prácticamente por todo el mundo y las divisas de esa emigración representan una quinta parte de la economía del país, otra fuente de ingresos importantes es el turismo. Incluso, la población en edad laboral del país es la mejor calificada de todas las naciones con el árabe como lengua predominante.

El Líbano disfrutó de una estabilidad considerable reconstruyendo su infraestructura principalmente en los sectores inmobiliario y turístico con la ayuda de Arabia Saudita, la Unión Europea y los libaneses en el extranjero. Sin embargo, los acuerdos políticos resultados de la paz de la guerra civil comenzaron a entrar en una crisis política profunda.

Esos acuerdos básicamente se construyeron bajo un sistema político donde las autoridades políticas se asignan en función de la afiliación religiosa de los servidores públicos que luego son rotados. Ese sistema rotatorio fue explotado al máximo por los políticos libaneses, muchos de los cuales son caudillos de alguna de las facciones la guerra civil y disfrutan de amnistía contra la rendición de cuentas.

Una de las fuentes de ingresos principales de la clase política es el puerto de Beirut, ya que antes de las explosiones alrededor del 60 por ciento de las importaciones de Líbano pasaban por el puerto. Los ciudadanos libaneses lo conocen popularmente como la “cueva de Ali Baba y los 40 ladrones” por los sobornos y las evasiones fiscales.

La crisis permanente

Después de Japón y Grecia, El Líbano es el país más endeudado del mundo. Los pagos de intereses consumen casi la mitad de los ingresos del gobierno, paralizando las finanzas públicas. Además, el desempleo se situó en el 25 por ciento de la población en edad laboral y casi un tercio de la población vive por debajo del umbral de pobreza.

La situación estalló cuando el gobierno dejó de proveer a la población de los servicios básicos. En todo el país los apagones son frecuentes. A principios de octubre de 2019, la escasez de divisas llevó a la libra libanesa a perder valor frente al dólar en un mercado negro recién surgido por primera vez en dos décadas. Cuando los importadores de trigo y combustible exigieron que se les pagara en dólares, los sindicatos convocaron a huelgas.

Luego, una serie de incendios forestales sin precedentes en las montañas occidentales del país pusieron de manifiesto la falta de fondos gubernamentales y el equipamiento deficiente del servicio de bomberos. A mediados de ese mes, el gobierno propuso remediar la situación con nuevos impuestos, al tabaco, las gasolinas y las llamadas de voz, específicamente al servicio de mensajería del WhatsApp.

En ese momento, el descontento popular acumulado aumentó. Decenas de miles de libaneses tomaron las calles, lo que provocó la dimisión del primer ministro Saad Hariri, respaldado por Occidente y de su gobierno de unidad. A esas manifestaciones que son permanentes desde ese mes de 2019, se les conoció como la “Revolución de octubre”.

La crisis social y política se agravó con la pandemia del Coronavirus, esta obligó a los manifestantes a abandonar las calles, pero al mismo tiempo, incrementó la crisis económica y expuso las deficiencias del sistema de bienestar social del Líbano. La pérdida de empleos provocó que los ciudadanos salieran de nuevo a las calles a protestar.

En esas condiciones, el Fondo Monetario Internacional aprobó un paquete de ayuda al Líbano por 10 millones de dólares. Sin embargo, al reabrir paulatinamente la economía y los comercios del país, los precios de los productos básicos experimentaron un alza al doble, iniciando así una crisis alimentaria.

Lo que la explosión destapó

La situación del Líbano, que el mundo conoce a partir de la explosión en el puerto de Beirut es tan desesperada que, para las organizaciones no gubernamentales, entre noviembre y diciembre; tres de cada cuatro libaneses es posible necesiten ayuden ayuda para sobrevivir.

Las protestas que comenzaron en octubre de 2019 unieron a muchos libaneses contra la clase política. Pero las crisis del país están dando a sus facciones políticas una nueva oportunidad de renacer. En ese sentido, mientras el gobierno lucha por lograr el alivio y repartir las culpas de la explosión, las milicias chiitas de Hizbullah tiene su propia flota de ambulancias y más de una docena de clínicas covid-19.

Ante la crisis, lo que demuestra el modelo político nacional es que el país es vulnerable a las interferencias de potencias externas. Por ejemplo, Irán respalda al movimiento militante chiita Hizbullah. De hecho, el presidente de la nación ha dicho que habrá investigaciones exhaustivas sobre la explosión; sin embargo, la población pide que las investigaciones sean realizadas por expertos extranjeros porque tienen desconfianza en las instituciones nacionales.

El presidente Michel Aoun también dijo que la investigación respaldada por el gobierno estaba analizando tres posibilidades: negligencia, accidente o lo que llamó “interferencia externa a través de un cohete o bomba u otro acto”. Haciendo con ello, eco a numerosas teorías que sobre el origen de la explosión existen entre los ciudadanos.

Francia, con lazos coloniales con Líbano, dijo a través de sus diplomáticos que convocará a una conferencia mundial sobre el Líbano. Macron fue acosado en las calles de Beirut en una visita diplomática, por multitudes que pedían una intervención externa.

Lo más parecido a un “bomba atómica” cayó sobre Beirut dijo el presidente Michel Aoun cuando se enteró de la explosión. La situación política, económica y social puede incrementar esos efectos sino se atienden a tiempo. La desconfianza ciudadana complica el accionar gubernamental, en esas condiciones; la comunidad internacional tendrá que acudir a la ayuda de los ciudadanos que buscan ayuda.

*Docente-Investigador de la Universidad Autónoma de Chiapas

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