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Letras Desnudas

Mario Caballero

 

Como si nada pasara

Preocupa la alarmante falta de alarma y la pobrísima movilización pública contra las golpizas que se han venido suscitando en los antros de Tuxtla Gutiérrez.

¿Qué están haciendo las autoridades municipales al respecto? No se ve que estén asumiendo decisiones y conductas extraordinarias ante estos hechos que ya se están volviendo un problema público.

Hace menos de diez días supimos de un joven que perdió la vida tras la salvaje golpiza que le propinaron presuntos empleados de un antro, y en las primeras horas de este lunes volvimos a saber de otra riña en otro antro entre dos jóvenes que estaban bajo los influjos del alcohol, quedando uno de ellos inconsciente sobre la banqueta.

 

UNA COSTUMBRE AÑEJA

Claro, no se trata de cerrar este tipo de establecimientos. Los antros, discotecas, bares, cantinas y los llamados “table dance”, gozan de una costumbre añeja en Tuxtla Gutiérrez. Son comercios a los que se les considera centros de diversión. Son lugares donde personas mayores de edad acuden con sus amigos o con su pareja a pasar un rato de esparcimiento y convivencia. Donde se llega a bailar, a platicar, a tomarse unas copas de un buen whisky o una cerveza.

Los primeros que parecieron fueron los merenderos, tabernas, vinaterías, pulquerías y cervecerías con venta de distintas bebidas alcohólicas, allá por 1768, al crearse la Alcaldía Mayor en la antigua Villa de San Marcos Tuxtla. En ellos se solía beber cerveza acompañada de una sabrosa botana de costillita frita, de trompita, de chicharrón con ensalada, carne molida, de carraca.

Inolvidable será la cantina “Las Américas”, esa que don Antonio Moya logró instalar en 1945 con la ayuda de don Anselmo Calderón, que fue el lugar preferido de la crema y nata de la sociedad por su gran calidad en el servicio.

Luego vino el “Salón Saturno”, un comercio dirigido a la población juvenil de los años cuarenta, con servicios de cafetería, nevería y cervecería, propiedad de los hermanos Grajales Fuentes.

Aunque ahora parezca insólito, entre finales de los cuarenta y los sesenta existió una cantina de intelectuales, “El Ateneito”, de don Óscar Mario Oliva González, un recinto donde entre copa y copa se daban cita escritores, poetas, pintores, bailarines, investigadores y uno que otro político de altos vuelos que llegaban a terminar los debates que habían quedado sin terminar en los salones del Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas.

 

ENVENENADORES PÚBLICOS

Nada de eso hay ahora. Se perdió el folklore, la tradición, la sana diversión, pero sobre todo la seguridad.

Por supuesto, no faltaba la autoridad y el empresario que se ponían de acuerdo para hacerse de la vista gorda, pero gracias a que la vigilancia sobre el funcionamiento de estos negocios era más correcta, había una mejor aceptación de éstos por parte de los ciudadanos. De ahí la razón de su auge entre los tuxtlecos.

Las cantinas de ahora operan con total impunidad. No gozan de prestigio. Algunas son señaladas de fomentar el vicio entre los menores de edad y otras de contratar gente indocumentada como meseras, a las que prostituyen. Muchos de éstas están ubicadas en pleno centro de la ciudad, y a pesar de que el gobierno municipal lo sabe y lo ha sabido, no pasa nada.

Ni qué decir de los antros. No generalizo, pero en su mayoría son acusados por la misma clientela de robarles en el consumo. No les respetan los precios de la carta, o les cobran de más o los obligan a pagar altos porcentajes de propinas, cuando la ley es clara de que eso es una aportación voluntaria que va ligada con la satisfacción del consumidor con el servicio.

Y la situación empeora. Existen antros que operan en la zona dorada de la ciudad que han sido denunciados por vender bebidas adulteradas y otros más por ofrecer drogas ilegales a sus clientes, como cocaína o las famosas “tachas”.

Si antes se decía que una discoteca era un lugar de diversión y esparcimiento, seguro y legal; en la actualidad, un antro es juzgado como un centro de envenenamiento público, donde los jóvenes no están seguros y donde sólo llegan a embrutecerse de alcohol y drogas. Como botón de muestra están los hechos violentos ocurridos en días recientes, en los que en uno de ellos –como ya lo mencionamos- un joven fue asesinado a golpes.

 

NO PASA NADA

Este joven respondía en vida al nombre de Óscar, tenía 30 años y era originario del estado de Veracruz.

Según testigos, Óscar acudió con dos amigos al antro llamado “Leonor”, ubicado sobre la 15 poniente norte, en la colonia Moctezuma, el 17 de octubre. Alrededor de las cinco de la mañana, horario en que dicho establecimiento no debería estar operando de acuerdo con la normatividad, él y sus acompañantes salieron del lugar negándose a pagar la cuenta, alegando que les estaban cobrando de más.

Fueron seguidos hasta la calle por personal de seguridad, meseros y garroteros del lugar, en un número de más o menos veinte personas, quienes los insultaron, generándose así la riña.

Los amigos de Óscar resultaron con lesiones graves tras la golpiza, pero la peor parte se la llevó él. Lo dejaron tirado en la banqueta, donde fue atendido por paramédicos, quienes lo trasladaron al Hospital Gilberto Gómez Maza y horas después fue declarado muerto.

El suceso de la madrugada del lunes fue en el antro “Royce”, donde en el mes de mayo se protagonizó un escándalo que paró a nivel nacional. En un video se ve a un joven dándole un puñetazo en la cara a una jovencita que terminó en el piso. Ese episodio se conoció como “#LordMachito”.

Esta vez, en un nuevo video, un muchacho de playera blanca le da de golpes a otro, al que deja noqueado tras soltarle una patada en la cabeza después de que había logrado tirarlo al suelo.

Igual que hace algunos años, volvemos a encontrarnos en las redes los reclamos de la gente sobre la violencia que se está viviendo en estos lugares, de que las autoridades municipales no están poniendo mucha atención sobre la operación de estos establecimientos y que no se ve que estén haciendo algo para prevenir este tipo de incidentes.

Es cierto, murió Óscar al ser presuntamente atacado por personal de “Leonor” y el gobierno de Tuxtla Gutiérrez no aceleró los operativos de vigilancia ni multiplicó la seguridad.

No vemos a las autoridades de salud recorriendo las zonas de antros. No vemos a los funcionarios reunirse con los empresarios del giro y pensar juntos una estrategia que brinde mayores garantías de seguridad a los clientes.

A todo esto, ¿dónde están los padres de familia? Porque resolver este problema se trata de una responsabilidad conjunta.

Y, ¿fue una buena idea permitir que estos negocios abrieran a pesar del nuevo rebrote de contagios de Covid, sobre todo conociendo que éstos facilitaron la proliferación del virus entre la población juvenil de Chiapas desde la segunda ola de la pandemia y que, especialmente, no es una actividad esencial?

Esta situación amerita una reacción más enérgica por parte de la sociedad. Antier fue Óscar, ayer fue un muchacho que quedó inconsciente en la banqueta, mañana puede ser uno de nuestros hijos. Y nosotros, de algún modo, estamos dando por sentado que esto es parte de la nueva normalidad. Como si nada pasara.

 

@_MarioCaballero

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