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José Fernández Santillán 

Estados Unidos, Irán e Irak

Son impresionantes las imágenes del sepelio del General Qasem Soleimani: miles y miles de personas agolpadas en la plaza de su ciudad natal, Kerman, situada en el sureste de Irán. Fue tal la aglomeración que hubo una estampida en la que murieron 50 personas. Sin duda Soleimani era un militar con arraigo popular. Se le mencionaba como posible sucesor del actual presidente de Irán, Hasán Rohaní.

Muchos analistas consideran que él fue quien ideó y puso en acto la expansión de la influencia de Irán en Medio Oriente. Y hay buenas razones para creerlo: a finales de 2012 Soleimani fue nombrado Comandante en Jefe de las fuerzas persas en Siria. Al parecer él fue quien les dio coherencia a las operaciones rusas, iraníes, de Hezbollah y las milicias chiítas para evitar que el presidente de Siria Bashar al-Assad fuese derrocado por sus oponentes.

Qasem Soleimani fue un elemento decisivo para derrotar al Estado Islámico (también conocido como ISIS o Dáesh). En junio de 2014, Abu Bark al-Baghdadi, anunció el nacimiento de un califato con capital en Mosul. ISIS controló parte de los territorios de Siria e Irak.

El jefe de las fuerzas Al-Quds participó en la batalla de Amirli en 2014. Se trató de la primera vez que los yihadistas de ISIS sufrieron un revés. Ese éxito se logró gracias a una asociación inusual entre soldados iraquíes, iraníes, kurdos, apoyados por la aviación norteamericana. ISIS fue retrocediendo. Pero. una vez disuelto el Estado Islámico, Irak no ha podido volver a la normalidad. No existe, propiamente dicho, una unidad política, en consecuencia, la autoridad pública, no tiene control sobre el territorio nacional. Los kurdos iraquíes obedecen a sus propias autoridades. Los iraníes (aliados de los rusos) se metieron hasta la cocina y ejercen una gran influencia en la vida social y política; pero también hay soldados italianos, canadienses, británicos, franceses y alemanes.

Aunque el presidente de Estados Unidos Donald Trump declaró que ordenaría el retiro de las tropas norteamericanas, después se retractó. Muchos le aconsejaron que no lo hiciera; no hacía caso. Solamente hablándole en términos empresariales comprendió: si Norteamérica salía de Irak corría el peligro de que el Estado Islámico se rehiciera y volviera a apropiar de los pozos petroleros. Solo así entendió que los soldados estadounidenses debían permanecer en Irak.

Elizabeth Cobbs y Kimberly C. Field publicaron un artículo muy interesante en el New York Times titulado “¿Por qué Estados Unidos mató a Soleimani?” (Why Did U.S. Kill Suleimani?, 7/I/2020). Es una pregunta que se hacen personajes como Tucker Carlson (derecha) o Elizabeth Warren (izquierda). Ciertamente, las hostilidades entre Irán y Estados Unidos se habían incrementado en los días previos a la operación contra Soleimani: el 27 de diciembre de 2019 una base aérea norteamericana situada en la provincia de Kirkuk (Irak) fue atacada por milicias pro-iraníes. Los norteamericanos respondieron el 29 de diciembre lanzando cohetes contra posiciones del grupo Kataib Hezbollah. El 31 de diciembre una turba azuzada por gente de Kataib Hezbollah atacaron la embajada de Estados Unidos en Bagdad.

El presidente Donald Trump no actúa siguiendo un plan maestro o una estrategia general, sino con base en criterios de conveniencia y oportunidad. El ataque a la embajada norteamericana en Bagdad fue la ocasión perfecta para asestar un golpe de alto impacto: el asesinato de Soleimani (3 de enero cerca del aeropuerto de Bagdad). Así desvió la atención de la opinión pública norteamericana que estaba enfocada en el proceso de destitución (impeachment) que se está llevando en el Congreso de Estados Unidos.

El Ayatola Alí Jamenei, máxima autoridad política y religiosa de Irán, juró llevar a cabo una “dura venganza” contra Norteamérica por la muerte de Soleimani. Ahora Trump, aprovechando esa amenaza, pregona a los cuatro vientos: “hay un peligro inminente de que los iraníes nos ataquen.” Cuando los demócratas le exigieron dar una explicación de ese hecho, el inquilino de la Casa Blanca respondió: “los demócratas son pro-iraníes.” De estar contra las cuerdas, ahora ha pasado a la ofensiva. Y eso cuenta porque el 3 de noviembre de este año habrá elecciones presidenciales en Estados Unidos.

Pero hay otro asunto que muchos analistas han pasado por alto: al eliminar a Soleimani, Trump les echó un salvavidas a Alí Jamenei y Hasán Rohaní quienes estaban a punto de ser derrocados por las protestas que se estaban llevando a cabo prácticamente en todo Irán contra ellos. Las manifestaciones estallaron cuando se dio a conocer el aumento a la gasolina en un 200 por ciento. Si ya de por sí los iraníes estaban pasando penurias económicas y, además, estaban enojados por la corrupción y la ineptitud del gobierno de los ayatolas, una decisión tan arbitraria e insensible los hizo salir a la calle. Por paradójico que parezca, los iraníes siguen en la calle, pero ahora protestando por el asesinato de Qasem Soleimani.

Consciente o inconscientemente, el asesinato del General Qasem Soleimani les convino tanto a Donald Trump como a Alí Jamenei y Hasán Rohaní: sus cuitas internas quedaron opacadas por un altercado de carácter internacional.

Plan con maña.

Twitter: @jfsantillan

Email: jfsantillan@tec.mx

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