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¿Hasta dónde se lo van a permitir?

Letras Desnudas

Mario Caballero

¿Hasta dónde se lo van a permitir?

Desde que llegó a la dirigencia estatal del PRI, Julián Nazar Morales no ha hecho más que imponer su voluntad, sus caprichos, su obsesión por el poder.

Hasta ahora hemos sido testigos de una serie de mentiras, manipulaciones, amenazas, burlas e imposiciones. ¿Qué más podíamos esperar de él si la única política que conoce es el abuso?

Julián Nazar fue nombrado líder estatal el 7 de septiembre de 2017 por Enrique Ochoa Reza, pero a espaldas de los priistas, en contra de los estatutos, violando los derechos partidistas y en un acto de evidente despotismo.

La imposición de Nazar fue un ritual de destrucción, un ritual que insultó a la militancia. En lugar de inyectar sangre nueva para encarar el proceso electoral más complicado de la historia moderna, quienes se imaginaban dueños del partido optaron por más arbitrariedad. No es extraño que el priismo esté encarando su peor crisis de desprestigio.

A Nazar se le conoce por ser un explotador de campesinos, un corrupto que se enriqueció controlando la CNC, un saqueador de recursos públicos que adquirió ranchos ganaderos, terrenos, residencias, que hizo crecer sus empresas y sus cuentas bancarias siendo secretario del campo en la administración pasada. Hoy, como líder del PRI, se rumora que está desviando las prerrogativas del partido para financiar sus proyectos personales.

Sin una idea clara de lo que es la política, todo lo resuelve a golpes y con intimidaciones. Lo primero que hizo como dirigente fue amenazar a los trabajadores del partido, despidió a muchos obligándolos a firmar su renuncia voluntaria y sin pagarles lo que por ley les correspondía. A los militantes que no simpatizaban con él, los amagó. Se cuenta que a otros mandó golpear y no a pocos les enderezó sendas campañas de desprestigio.

Además, no hay manera de ocultar que por sus atropellos muchos priistas importantes fueron orillados a renunciar a la militancia. Por eso vemos ex priistas en las filas del Partido Verde, pero especialmente en Morena. Provocó la división y los resultados fueron catastróficos. Con Julián Nazar fue como poner la Iglesia en manos de Lutero.

EL TRICOLOR HECHO PEDAZOS

¿Qué había hecho antes Julián Nazar por el PRI? La respuesta la sabemos todos: nada.

Sin ningún mérito, sino por vil oportunismo, Nazar Morales ha sido cuatro veces diputado federal, además de haber ocupado algunos cargos partidistas y en la administración pública. Pero en ninguno de ellos hizo algo por su partido, por sus representados, ni por los chiapanecos. Todo lo contrario, siempre buscó el beneficio personal, sin importarle que para eso tuviera que pasar por encima de alguien o sobre las propias leyes.

Por ejemplo, durante su periodo en la CNC fue señalado como autor de un fraude de 400 millones de pesos de recursos federales para fomentar la productividad de las empresas rurales. En 2015, se aplicaron auditorías a su gestión en la Secretaría del Campo y se descubrió un faltante de al menos 200 millones de pesos. Y en su más reciente paso en la Cámara de Diputados, dijo que él había bajado 553 millones de pesos para llevar apoyo a los hombres del campo chiapaneco. Aunque de ese dinero nunca reveló dónde y cómo fueron invertidos.

Cuando asumió la dirigencia estatal, el PRI gobernaba en solitario 25 municipios y tres en coalición, sumando 28 en total. Sin embargo, en 2018 ganó sólo dieciocho localidades de las 124 posibles. Además, en la elección de 2015 el PRI obtuvo el 21 por ciento de la votación total, mientras que en julio de 2018 apenas superó el 15%, con una diferencia de casi 16 mil votos menos.

Aparte, perdió humillantemente la gubernatura que tenía junto con el PVEM a pesar de haber contado con cantidades obscenas de dinero provenientes del gobierno federal y con todo el apoyo de Ochoa Reza, Aurelio Nuño y Peña Nieto.

Julián Nazar fue incompetente para unir a la militancia, convocar el voto priista, fortalecer a sus candidatos, hacer alianzas de éxito y proyectar una alternativa política más allá de Morena, que arrasó con candidatos que en su mayoría ni siquiera hicieron campaña.

El fracaso fue rotundo, pero a nadie sorprendió. Con un líder que nada más ha sabido utilizar la política para enriquecerse ilícitamente, no prometía tener la capacidad para hacer del PRI un instituto político competitivo. Peor todavía, pues se dedicó a dividir a la militancia y proteger al candidato de la élite priista, Roberto Albores Gleason, quien logró la postulación por dedazo, sin el respaldo de las bases y que entregó un PRI desprestigiado, débil, saqueado, después de haberlo dirigido por más de seis repugnantes años.

MÁS PODREDUMBRE

Más de dos años después de tomar el cargo, las zonas de conflicto en el PRI-Chiapas se acumulan. El tranco destructivo de Julián Nazar va encontrando resistencias de todo tipo, pero su denominador común es una mezcla de impericia y severidad.

En la cuenta de la destrucción lleva una elección fallida, denuncias por represión, violencia política y violación de derechos partidistas, y la renuncia de cuadros priistas.

En todos los frentes puede observarse, junto con la severidad, la impericia de Nazar, cuyas injusticias e ilegalidades se hacen visibles, fundamentalmente, a través de sus errores de trato y maltrato a la militancia.

Ante la renuncia de alcaldes del PRI, dijo: “lo hicieron porque tienen cuentas pendientes con el Órgano Superior de Fiscalización y con la Auditoría Superior de la Federación, por lo que no le preocupa a la militancia ni al CDE que se vayan… La confianza de la gente la vamos a recuperar con mujeres y hombres de trabajo, y esa tarea la tienen desde ahora las nuevas estructuras municipales y coordinadores regionales, para identificar a las mejores futuras candidaturas”.

No obstante, Nazar Morales se ha empeñado en imponer dirigentes a modo en los distintos comités, trasgrediendo las normas estatuarias, impidiendo que las bases participen y creando un ambiente antidemocrático y de hostilidades. ¿Así va a recuperar la confianza?

Tal vez el caso más representativo es la actual disputa por el Comité Directivo Municipal de Tapachula, donde Julián Nazar impuso en la dirigencia a Romeo Cruz Becerra, impidiendo la participación de otros militantes, en una clara violación a los derechos políticos. Por fortuna, la Comisión Nacional de Justicia Partidaria ordenó reponer el proceso interno y dejar sin validez el agandalle del presidente estatal del PRI.

Con todo ello, ¿hasta dónde se lo van a permitir?

Las imposiciones y arbitrariedades de Nazar Morales están contribuyendo a la destrucción del partido, a acabar con toda oportunidad de reivindicación y de recuperar la credibilidad y la confianza perdidas. Reprobó la prueba de 2018 y todo indica que 2021 será incluso peor. No tiene idea ni proyecto, sino sólo ambiciones, hambre de poder y planes, en los cuales no entra el PRI.

Escenarios como este, exigen un despertar de los priistas para pasar de la indignación a la acción coordinada, a la resistencia.

Pedir que el también conocido como El Talibán sea destituido de la dirigencia no es una idea descabellada, sino congruente, legítima, provechosa.

Ponerle un alto al destructor podría ser el primer paso hacia una mejor situación para el PRI o, al menos, para evitar una crisis mayor. ¡Chao!

yomariocaballero@gmail.com

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