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Iniquidad económica: un callejón sin salida

Iniquidad económica: un callejón sin salida

 

Mtro. Esdras E. Cruz y Cruz.

En las últimas cuatro décadas la economía mexicana ha mantenido un comportamiento vegetativo, la pobreza ha crecido, la desigualdad se ha acrecentado y evidentemente se han acentuado los desequilibrios sociales. Se han cumplido 31 años de iniciada la apertura comercial, acompañada de nuevas políticas para el sector agropecuario e industrial, basándose en la idea de que el mercado es la clave para la asignación eficiente de los recursos y que la estabilidad de precios es la clave para el crecimiento económico y el empleo; sin embargo, las crisis que han resultado desde que la política macroeconómica se consolidó como la única opción de desarrollo, mostraron cada vez más claramente que el proceso de crecimiento, basado en estas políticas económicas no es sostenible, dando lugar a una nueva etapa en la crítica al modelo neoliberal, Hoy en día los objetivos económicos deben abarcar temas mucho más amplios, no solo la estabilidad de precios sino el crecimiento, el empleo y la distribución del ingreso; estos tres temas deben estar considerados dentro de un contexto de largo plazo, la creciente incertidumbre económica, social y política, provocadas por la pandemia, la inseguridad, la pobreza y la falta de estímulo para la inversión interna y externa, hacen más urgente la búsqueda de alternativas de política económica; colocar en el centro del debate nacional la propuesta de rescate o tratamiento para el crecimiento de la economía mexicana debe ser el objetivo del gobierno federal actual.

Es un tema crucial que no ha recibido la atención que merece, en ese contexto, el desarrollo económico sostenible debe centrarse fundamentalmente en el objetivo de alcanzar el mayor bienestar de manera equitativa y un desarrollo sostenible; en este sentido es necesario repensar la política económica para adecuarla a esos objetivos y estrategias, ya que hoy en día la fórmula conduce a una situación peligrosa y hasta ahora el poder público mexicano es cada vez menos apto para enfrentar los riesgos y desafíos de la desigualdad social y pobreza cada vez más profunda: se necesita no un gobierno más grande sino uno con mayor capacidad de acción frente a los desafíos que campean en nuestro país.

Quisiera mencionar que la política económica del modelo neoliberal descansa sobre la idea que esta es la única opción para que puedan funcionar los mercados sin obstáculos y los Estados puedan llevar su política de desarrollo sostenido; en el régimen neoliberal se piensa que la intervención del estado inexorablemente afecta el funcionamiento del modelo, haciendo que el Estado no pueda involucrarse en actividades que representen un gasto mayor al de sus ingresos, es así como nace la austeridad fiscal, postura que resulta de una política neoliberal.

Les reformas estructurales aplicadas en México, las políticas de estabilización del Fondo Monetario Internacional y los programas adoptados bajo la supervisión del Banco Mundial, no generaron un crecimiento sostenido en los últimos 30 años en que han estado vigentes; la ausencia de una verdadera política de desarrollo hoy nos tiene sin crecimiento y sin bienestar, el estancamiento, el desequilibrio social y la pobreza son crónicas, en el periodo 1988-2020 el régimen de acumulación promedia una tasa de crecimiento real anual del 2.2% y en el caso del PIB per cápita el indicador se reduce al 0.5% así que la apertura comercial y la de regulación no produjeron el crecimiento del 6% anual prometido, argumento usado para justificar las últimas reformas estructurales del 2013-2018, asegurando que en caso de no aprobarse estas reformas México solamente crecería un 3.5% en 2018, sin embargo al final de ese periodo con todo y reformas aprobadas México solamente creció el 2.4%.

En ese sentido me permito mencionar que a la fecha la política económica practicada por el gobierno federal sigue basándose en la idea de que en última instancia, la inflación viene de un exceso de demanda agregada y para contrarrestarla, se restringe la expansión laboral, el gasto público y el mantenimiento de altas tasas de interés, deprimiéndose el ingreso real, frenando el crecimiento y manteniendo un desempleo alto. En mi opinión esta política obstaculiza el crecimiento y la mejora en los niveles de empleo; así mismo la inversión pública tuvo un papel secundario, se mantuvo estancada entre 1990 y 2005 y a mediados del 2009, comenzó a declinar alcanzado su nivel más bajo en 2017, contrario a la inversión privada que ha experimentado fluctuaciones en los últimos 25 años contribuyendo en un rango 16% del PIB.

La economía mexicana desde 1983 no tiene un crecimiento durable; de hecho en más de cien años, la tasa de crecimiento media real anual es cada vez menor, es decir del 1.8%, sin tomar en cuenta el año 2000, 2006 y el año 2012, con excepción del 2018, años electorales en que curiosamente se amplió el gasto; otro indicador de que la economía mexicana vive un ciclo largo de inestabilidad y estancamiento, es el ahorro financiero el cual el ex, es el ahorro financiero el cual el externo desplazó al interno siendo irrelevante para la inversión y el crecimiento (ojo: no e entiende el sentido de la frase, propongo lo redactes de otra manera); así mismo ha existido una obsesión por mantener un superávit el balance primario, es decir, se ha buscado administrar la deuda pública externa, tratando de reducirla como porcentaje del PIB, pegándole al gasto programable ya que lamentablemente no se han querido recurrir a incrementos impositivos, lamentablemente esta decisión impacta sobre la población y desde luego es regresiva.

Hoy en día se sigue argumentando que un gasto público excesivo conllevará al desplazamiento del sector privado y al incremento de tasas de interés, esa narrativa es incorrecta, otro elemento que tiene en crisis a las finanzas públicas son las reducciones de las tasas impositivas a las empresas y sectores de altos ingresos y el aumento de los gravámenes indirectos que preexisten con la elusión, evasión y deducción fiscal, debilitándose los ingresos públicos; cabe destacar que en 1988 estos alcanzaron el máximo por ciento del PIB para luego reducirse al 16.3% en 1997, a la fecha el porcentaje en relación al PIB es del 18%.

Por último la forzada ‘despetrolización’ de las finanzas públicas como consecuencia del desplome de la producción, las exportaciones y de los precios del crudo nacional, cuyos ingresos representaron la mitad de los ingresos fiscales en 1983 y para 1994 cayeron al 19% y posteriormente hasta hoy en día, aportan entre un 7 y un 10%, sus pasivos superan a sus activos y su deuda financiera se eleva a 2 billones de pesos, una de las dos empresas más endeudadas del mundo y si fuera verdaderamente una empresa privada hace tiempo estuviera quebrada, PEMEX es un caso que requiere de un análisis especial, por lo que sí existe la oportunidad, describiré su impacto negativo en las finanzas públicas.

Las condiciones de estancamiento descritas anteriormente han generado una economía frágil y estancada; es claro que no crecemos a un ritmo capaz de absorber el aumento de la desigualdad, el desplome en picada de la economía por la política de contención del gasto fiscal y el deterioro de las condiciones generales de bienestar: ni con todos los programas sociales focalizados contra la pobreza se han podido revertir las tendencias negativas derivadas de todas estas combinaciones de la política fiscal y de la política monetaria.

El pobre desempeño en términos de crecimiento, está vinculado a una incapacidad crónica del sistema económico para generar empleos bien renumerados y combatir la asimetría social de forma productiva y no mediante el sistema de programas sociales; basta mencionar la fallida multiplicidad y dispersión de los programas existentes que según el Consejo Nacional de Valuación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) son 6,751 programas y acciones de desarrollo social en todo el país de las que 233 son federales, 3,788 son estatales y 2,730 municipales, sin éxito en la reducción de la pobreza y desigualdad social.

Entonces, la iniquidad económica, ¿es un callejón sin salida?

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