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Opinión y propuesta

Mtro. Andrés Vázquez López

La Oposición deseable

Una de las más arraigadas tradiciones en el sistema política británico, son los eufemismos. Esas peculiares formas de designar a algo o a alguien. Esa manera políticamente correcta de decir las cosas. Es el Reino Unido una monarquía parlamentaria; en la que “El rey, reina pero no gobierna”, que es el eufemismo para explicar el rol simbólico del monarca. De igual manera, su jefe de Gobierno es el “Primer Ministro de Su Majestad”, el cual encabeza por supuesto al “Gobierno de Su Majestad”. Incluso el personaje de James Bond, el famoso agente secreto 007; estaba “al servicio de Su Majestad”. Todos los eufemismos anteriores, para explicar de manera suave y elegante, la primacía del monarca sobre el premier en turno y el gobierno democráticamente elegido en las urnas. Otro de los eufemismos británicos, es el que se usa para denominar a la oposición política; la “Oposición de Su Majestad”; ¡claro!; si el Gobierno es de la Reina, ¡la oposición, también!

En ese sentido, el Primer Ministro, cada semana tiene una cita con la Soberana, para exponerle los planes del Gobierno y para consultarla sobre éstos. Del mismo modo, cada cierto tiempo, los líderes de los partidos opositores al Gobierno, visitan a la Reina para compartirle sus puntos de vistas, observaciones y críticas al mismo Gobierno. Con esto no sólo se procura que haya un equilibrio en el trato que la jefa de Estado les dispensa a las fuerzas políticas, sino que también se busca que la monarca esté informada desde todos los puntos de vista, de lo que acontece en el país. Una dinámica así, obliga no sólo al Primer Ministro a informar de manera puntual a la Reina sobre su quehacer, sus planes y avances; sino que también obliga a lo mismo a los representantes de los partidos opositores. Es pues un círculo virtuoso.

Épicos son los desencuentros entre los representantes británicos de uno u otro partido, en el célebre Parlamento de Westminster. Debates durísimos, no desprovistos de fuerza y pasión, pero sobre todo sustentados en ideas y argumentos inteligentes que las más de las veces, logran desnudar los puntos débiles de las propuestas de alguno de los bandos, hasta hacerlos caer.

¿Y qué pasa en México? Bueno, las cosas no son necesariamente así desde hace mucho. Pero concentrémonos en la actualidad: En julio de 2018, MORENA; el actual partido en el poder, ganó las elecciones de aquél año, de una manera verdaderamente aplastante; obteniendo no sólo la bancada más grande en ambas cámaras del Congreso Federal, sino la mayoría absoluta en dichos órganos legislativos cuando se le suman los votos de sus aliados. De igual modo, obtuvo la mayoría en suficientes Congresos Estatales como para tener la capacidad de reformar por sí sola, la Constitución General de la República. Por otro lado, vimos cómo el PAN, el PRI y el PRD, fueron simplemente pulverizados de la escena política ante la aplanadora morenista. Reducidos a un tamaño menor como no lo habíamos visto, estos partidos tuvieron que lamer sus heridas una vez pasada la elección. Sin embargo, como pasa cada 3 años, el 1 de septiembre de 2018, la nueva Legislatura Federal asumió sus funciones y desde entonces la Oposición no ha sido capaz de articular una respuesta inteligente al Gobierno morenista. Concentrados en denostar al presidente de la República, por sus yerros ciertos o no; la oposición y sus simpatizantes chapotean en sus odios hacia AMLO y sus seguidores, pero son incapaces de articular una respuesta inteligente ante los embates del Gobierno en turno; y mucho menos, de construir una propuesta igualmente inteligente y alternativa a la oficial, a la vez que atractiva y viable, para ir reconquistando el interés y la confianza de los ciudadanos. Cierto es que muchas veces, el presidente López Obrador se olvida de su condición de jefe de Estado y se sube al ring para liarse a golpes políticos con quienes considera sus adversarios. Esto no es nuevo en un presidente mexicano; es más, casi podríamos decir que ha sido una práctica común, lo cual no la convierte en correcta por supuesto. Con una actitud así, el presidente no ayuda en la unión y la reconciliación de los mexicanos, sino que ahonda en sus divisiones y diferencias; pero la Oposición no atina a responderle ya no digamos de manera articulada… como ya se ha dicho, ¡por lo menos de modo inteligente! Y como cualquier Gobierno en ejercicio, éste no está exento de errores dignos de criticarse. En realidad, la Oposición la tiene muy fácil; una simple campaña de contraste sería suficiente para ir creando en el ciudadano una consciencia de lo que se hace mal desde su punto de vista y de cómo podría hacerse bien. Pero lejos de ello, prefieren fomentar las denostaciones, los golpes bajos, los insultos y demás actitudes despectivas; que, si bien es cierto, son bien recibidas por sus simpatizantes, ello no los proyecta correctamente a ese grueso sector volátil del electorado, dispuesto a criticar al Gobierno en turno cuando haya que hacerlo, pero también a reconocer sus aciertos cuando los tenga. Se trata pues de una actitud cerrada e irracional; y aunque sea reiterativo: poco, muy poco inteligente.

Con actitudes como éstas, la Oposición pierde seriedad y se convierte en un chiste malo y además trágico, que deja al garete a los mexicanos ante las ocurrencias del Gobierno.  Al haber sido tan aplastantes para ellos los resultados de las últimas elecciones federales, lo primero que debían hacer era reconstruirse. Lo anterior se dice más fácil de lo que se hace. Implica que los grupos políticos que los integran, se reacomoden y logren un nuevo acuerdo que les permita seguir siendo una opción viable para los electores. No estamos muy seguros de que ello suceda en el PAN. Después de la catástrofe que representó la candidatura de Ricardo Anaya, dado el secuestro que le propinó al partido, al adueñarse de su presidencia nacional y ejercerla autocráticamente; los restos del PAN han tenido muchas complicaciones para volver a integrarse y ponerse de acuerdo. Mucho menos han podido reconstituirse como una opción política atractiva. Aún no está claro qué va a pasar con este partido, pero como ya se sabe, en días recientes el INE le ha dado a Felipe Calderón el reconocimiento de su nuevo partido político, México Libre. Es altamente probable que ante la indefinición panista y su falta de liderazgo, cohesión y rumbo; este partido se desfonde y muchos de sus militantes encuentren en México Libre la opción que buscan para ser representados y defender sus intereses. A Felipe Calderón se le pueden criticar muchas cosas, pero en honor a la justicia hay que reconocer que es un señor muy inteligente. Esperemos que su liderazgo redignifique a la derecha mexicana y la saque de su triste papel contestatario y sin propuesta y que se relame las heridas en las redes, contentándose con memes y noticias falsas que solamente sus simpatizantes se inventan y se creen.

En el caso del PRI, el descalabro fue mayúsculo. En principio porque este partido ejercía la presidencia de la República, después de 12 años de gobiernos panistas. Perder la presidencia de la República, lo cual ha experimentado ya dos veces; es desde cualquier punto de vista, un terrible fracaso; y en la última ocasión fue consecuencia del hartazgo de los mexicanos ante el cúmulo de la ineptitud y la corrupción del presidente Peña Nieto y su Gobierno. Malos resultados por donde se vea, en todos los órdenes del quehacer público. Las cosas se vieron muy mal para este partido desde la campaña. En ese momento era su líder nacional Enrique Ochoa, quien debió pagar con su renuncia la falta de dirección, penetración e impacto de la campaña presidencial de José Antonio Meade. A principios de mayo de aquél año, apenas dos meses antes de la jornada electoral; le entregó el liderazgo formal del partido a René Juárez, quien duró en el cargo apenas 70 días, puesto que su gestión nada más debía enfocarse en enderezar el ya para entonces naufragado barco priísta. Cosa que por supuesto, no logró. Asumió en esas circunstancias el liderazgo de lo que quedaba del PRI, la que para entonces y desde la gestión de Ochoa, era su Secretaria General; Claudia Ruíz Massieu, quien estuvo poco más de un año en el cargo, y a cuya lastimosa gestión le correspondió dirigir al PRI a la elección de su actual dirigencia nacional, encabezada por el ex gobernador de Campeche; Alejandro Moreno. Sigue pesando en el electorado amplio, el enojo por las tropelías y excesos de los priístas que detentaron el poder en el sexenio pasado. Para recuperarse el PRI necesita hacer una reflexión muy profunda que se exprese en acciones concretas que le permitan a la población ver una voluntad real de cambio. Una que nunca se han atrevido a hacer, pero que por una mínima dignidad deberían cuando menos apoyar, es llamar a cuentas al ex presidente Peña Nieto y a varios ex gobernadores que están bajo la lupa, con fuertes sospechas de corrupción.

En el caso del PRD… bueno, en el caso del PRD mejor ni hablamos. Quedó pulverizado desde las últimas elecciones, y ello fue resultado del hecho de haberse desdibujado y haber entregado, en un ejercicio de excesivo pragmatismo, su identidad al haberse aliado con el PAN y haber asumido un papel de rémora en un afán de conservar su registro, pero a cambio de perder su sustancia. Desfondado desde mediados de sexenio pasado cuando la enorme mayoría de sus simpatizantes migraron a MORENA; y convertido en el cascarón de una franquicia, al igual que el PRI, se ha planteado cambiar de nombre, para darle cabida a quienes viven de él, para seguir participando en política.

Finalmente, y aunque no está en la Oposición, deseamos incluir a MORENA en esta lista. El actual partido en el poder, y al contrario de los demás casos aquí vistos, y como algunos de sus mismos militantes más connotados han expresado, no es un “Partido de Estado” al estilo del viejo PRI; ni tampoco se espera que se comporte como tal. Pero lo que sí son, es la principal herramienta del presidente de la República para gobernar al país. No se trata de que le digan que “sí” a todas las iniciativas presidenciales, al igual que tampoco se espera lo contrario. Únicamente se espera que antepongan su condición de representantes populares y actúen con ello en mente. Lo que hemos visto en este primer año de gobierno, es cómo MORENA convalida una serie de excesos, que podrían ser presidenciales o no, pero en política forma es fondo, y fondo es forma. Y los excesos se le achacan, con razón o sin ella, al presidente de la República y, por lo tanto, tendrán un inevitable costo político. Por ejemplo: Inaceptable es el hecho de que se haya elegido al actual gobernador de Baja California para un período recortado de dos años; y que una vez votado y electo, MORENA y sus aliados hayan avalado la ampliación de su mandato. Probablemente sea legal, pero dudamos de que sea moralmente aceptable. Inaceptable es el hecho de que ni siquiera hayan podido dirimir sus legítimas diferencias de manera civilizada y democrática y que hayan hecho de la última elección de su dirigencia nacional, un verdadero espectáculo. Inaceptable es que, al igual que sucede con el PRI, hayan decidido no proceder contra el presidente Peña Nieto. Más allá de si los tribunales lo encuentran culpable o no, lo que mínimamente deben hacer los morenistas, es llevarlo ante dichos tribunales para que lo procesen con base en la ley, por las sospechas de corrupción que se tienen en su contra. Inaceptable es que no sean capaces de criticar al Gobierno Federal en sus tumbos en el manejo del tema del avión presidencial, sin ni siquiera tratar de explicarle a los mexicanos qué es lo que está pasando con ello y por qué ha sido tan complicado hacer algo, lo que sea, con dicho artefacto. Inaceptable son esas cosas y muchas otras, que los hacen parecer tan priístas, que en vez de que la población perciba una verdadera “Cuarta Transformación” de la vida pública de México, se percibe lo contrario: una regresión a las peores prácticas. Los grupos internos que forman esa amalgama que llamamos MORENA, no han sido capaces de darse reglas mínimas de convivencia política decorosas y han comenzado a “perredizar” a ese partido, condenándolo a repetir sus errores y una vez más, a atomizar a la izquierda política de México, quitándole la posibilidad a largo plazo, de ser una opción política seria y viable para los mexicanos.

Si vemos todo este panorama, se antoja muy muy deseable, tener una Oposición digna de ese nombre. Con toda la parafernalia británica, ya quisiéramos los mexicanos, tener una Oposición que le aportara a este país, ideas, ejemplos y propuestas inteligentes y dignas, que abonen en el mejoramiento de la vida pública de México.

Ojalá que sí.

Además, opino que es necesario e importante, generar políticas públicas educativas, en relación al cuidado, protección y preservación del ambiente.

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