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Otra visión que nos complementa Dedicada con cariño y respeto a mi querido amigo Chucho Andrade

Opinión y propuesta

Mtro. Andrés Vázquez López

Otra visión que nos complementa Dedicada con cariño y respeto a mi querido amigo Chucho Andrade

Hace unos días, un poco de la nada o quizá producto de un cúmulo de cosas, recibí un mensaje de texto de mi buen amigo Chucho Andrade. Él fue mi alumno y, como muchos casos; hoy es uno de mis amigos, uno de los más queridos. Actualmente es un joven empresario, pero es, sobre todo, alguien que logra lo que se propone. A veces con menos esfuerzo, a veces con más; pero siempre hacia adelante y logrando lo que quiere. Podría ser la historia de muchos mexicanos. Y es desde esa perspectiva, de emprendedor a quien le cuesta mucho trabajo cada peso que gana y con la confianza que nos une, que me dio sus puntos de vista, a los cuales pretendo dar espacio y respuesta en este escrito. Ojalá que sí lo logre.

Las cursivas son suyas, aunque como se indica no es una transcripción textual, sino que únicamente incluyo sus comentarios que me parecieron los más importantes. No quiero continuar sin agradecerle su agudeza de siempre y dejarle muy en claro, que mi espacio siempre estará abierto a su crítica, la cual la hace de manera correcta: con argumentos y con respeto. Muchas gracias, me enriqueciste mucho, espero no sea la última vez.

Dicho lo anterior, entremos a tema:

Cuando uno emite una opinión, inevitablemente lo hace desde sí mismo, desde su experiencia de vida, desde su conocimiento. Por amplio o limitado que ello pueda ser, pues es de suyo una experiencia personal en la que no es posible abarcar todos los puntos de vista, aunque se quieran. Sin embargo, no hay que perder de vista la intencionalidad. Hay veces, claro que las hay; que uno escribe para sumar su opinión a las de otros, buscando que ésta se escuche y llame a alguna reflexión, la que sea. Hay otra, que uno escribe deliberadamente para excluir a otras opiniones, como en un debate donde se busca imponer la opinión propia. Pero siempre se escribe, siempre se opina desde sí mismo, es, me parece, inevitable. Yo lo hago tratando de aportar algo, aunque lo hago como todos, desde mí mismo.

Mi amigo me dice, palabras más, palabras menos: “Hay cosas que no compartimos, más sin embargo lo tolero, porque a final de cuentas de eso se trata la libertad de expresión” Me agrada mucho saberlo. La libertad de expresión, como todas las libertades, tiene límites claros. Podría parecer una contradicción, pero no es el caso. Las libertades tienen límites para no convertirse en libertinajes; y en el caso de la libertad de expresión también está claro que no existe el derecho a la difamación, no existe el derecho a la ofensa, no existe el derecho a la mentira, no existe el derecho a la censura. Pero lo que sí existe son dos cosas. La primera es el derecho a la reconvención; es decir, a corregir a alguien, a hacerlo salir de su error; pero éste es un derecho que debe ejercerse con absoluto respeto y con la aceptación de quien recibe la corrección. Nadie es irreconvenible, todos podemos equivocarnos, en tanto que humanos. La segunda es la obligación de la tolerancia. Pueden decirnos cosas que no nos agraden (reitero, con argumentos y respeto); y estamos obligados a cuando menos, escucharlas. Preferentemente, agregaría yo; a entenderlas. Sin embargo, en el debate político priva la descalificación del otro. Este país no está integrado por “chairos” que votaron por una opción, ni por “fifís” que no cesan de restregarles a los primeros cuán estúpidos les parecen, ni cuán equivocados estaban. Este país, está hecho de ciudadanos que votan, al igual que cuando algunos escribimos: desde su circunstancia particular. Tratando de hacer valer su opinión, su voto. Votar es una forma de opinar al final de cuentas. ¿Y para qué?; pues para tratar de proteger con ello sus intereses: su familia, su estilo de vida, su presente y su futuro. ¿Acertaron o se equivocaron?, no lo sabemos, pero en todo caso, debemos aceptarlo. A casi 16 meses del actual Gobierno, gran parte de la opinión pública puede opinar que el presidente se equivoca en muchas de sus decisiones. Seguro que en muchos aspectos pueden tener razón. A casi 16 meses de Gobierno, gran parte de la opinión pública, incluso añora los Gobiernos anteriores y dice preferirlos al actual. Y es su opinión y es respetable. Pero tanto ellos, como los que no opinamos igual, debemos aprender a tolerarnos y a sobre todo a funcionar pese a nuestras diferencias… “porque a final de cuentas, de eso se trata la libertad de expresión.” Debemos asumirlo, como parte de la esencia de una democracia, como la que aspiramos ser.

En otra parte de su audio, mi amigo me dice: “Muchas de las cosas que dice (…) la verdad es que están dentro de un parámetro complicado (…) sus límites de visión son de alguna u otra forma más cortos (…) simplemente creo que no se da a la tarea de ver el punto generalizado”. Pues tomo esta crítica de la mejor manera. Sin embargo, creo que soy un privilegiado observador de la realidad. Soy docente en una Universidad y ello me permite interactuar diariamente con jóvenes y con profesores de diversos orígenes y estratos sociales. Por mi cargo dentro de la Institución, tengo la oportunidad de estar en contacto con muchas otras personas: empresarios de diversos giros y tamaños, así como con activistas, religiosos, ateos y muchas personas de perfiles harto variados. Para terminar, por un voluntariado que realizo, tengo la oportunidad de viajar por el país y conocer a mucha de su gente, lo cual me permite entender cómo viven, qué les preocupa, cómo ven y cómo asumen la realidad. Por todo ello creo que soy un observador privilegiado y cuando opino, aunque lo hago desde mi propia experiencia, recojo también lo visto y lo escuchado de las personas que amablemente me dan su opinión; y lo hago de la mejor manera que puedo y en el mejor de los planes. Espero sea suficiente. Lo menciono, porque con ello quiero decir que no es una visión estrecha, construida desde la comodidad de un escritorio; sino que ha sido enriquecida con el contacto cotidiano con personas de todos los niveles socioeconómicos, credos, preferencias políticas y sexuales, orientaciones políticas y demás. Una verdadera fortuna. Continúo con lo que me dice mi amigo. Señala: “Tengo muchos amigos (..) todos están preocupados (…) pero como se los digo a ellos, “qué bueno que tengan la oportunidad de darse el tiempo de irse a vivir una cuarentena para romper un virus” (…) como usted bien sabe, yo tengo un negocio… y hay gente que depende de ese negocio, familias (…) y nosotros tenemos que ver por ellos… (…) pero creo que esas partes que usted no sabe, porque no las vive, lo insensibilizan o no le permiten ver con la profundidad el asunto”. Definitivamente que no las vivo. Efectivamente no está en mi responsabilidad sacar el sueldo de alguien y pagárselo cada quincena. No es parte de mi actual papel en la vida, vivirlo de esa manera. Sin embargo, quienes tenemos la fortuna de un ingreso fijo, más o menos seguro, sí que tenemos la preocupación de conservarlo. En mi caso, dirigiendo a un grupo de docentes a continuar sus labores en las actuales circunstancias: confinados en sus casas; ¿para qué?, pues para seguir brindando nuestros servicios, porque si no, ellos y yo mismo, podríamos estar en peligro de perder nuestra fuente de ingresos. Si no hay alumnos, no hay escuela y si no hay escuela no hay trabajo, y si no hay trabajo, no se necesitan maestros y nos vamos todos a nuestras casas. Muchos de ellos son personas mayores. Muy preparadas, pero mayores y quizá ello, juegue en su contra en las condiciones actuales. Y ello también es una responsabilidad importante. Y estoy seguro que muchos de los que “tenemos la suerte de irnos a vivir una cuarentena”; lo hemos hecho con el miedo y la incertidumbre sobre qué va a pasar. Y ambas sensaciones las compartimos con quienes tienen un emprendimiento y son responsables de sus empleados también. Como colofón de este punto, me gustaría destacar, que cuando menos en mi casa y en mi caso, un servidor y mi familia, procuramos siempre (no sólo en esta crisis), comprar en los pequeños negocios cercanos a nuestro domicilio. Hoy, más. Y no sólo como un acto de solidaridad, sino también como parte de nuestra propia seguridad: están más cerca que los supermercados más cercanos. Y ello es precisamente, porque no se debe ser insensible ante el sufrimiento de los otros.

En otra parte de su audio, me dice: “Hay muchas cosas que están fuera de contexto y que me incomodan un poco (…) cuando usted pone cosas así, que sólo tienen su mirada… es un poco complicado (…) la realidad del país, es que el gobernante que usted eligió y elogió; pues no tiene la capacidad para resolverlo (Se refiere al tema del coronavirus) , ni las otras personas que están con él, ni nosotros como sociedad, porque ni siquiera estamos organizados…” Bueno, cuando me dicen “el gobernante que usted eligió”, me hacen pensar que yo fui el único que lo voté. Y no. Al presidente de la República lo votamos poco más de 30 millones de mexicanos. Alrededor de 51% de los votos válidos emitidos. Es un simplismo decir que ello nos da la responsabilidad del manejo de la actual pandemia en nuestro país. O de la economía o del país en general. Ojalá nos lo diera, porque cuando votamos la última vez, muchos mexicanos lo hicimos hartos de una bola de rateros y de ineptos, que lo único que han hecho con este país es saquearlo. Y esto último es culpa únicamente de quienes han detentado el poder durante los últimos 43 años por lo menos, que es el período de las crisis recurrentes y tal pareciera que interminables en este país. Votamos hartos de la delincuencia, hartos de la falta de oportunidades, hartos de la corrupción, hartos de los abusos, hartos de ser ignorados, hartos de esforzarnos tanto para obtener tan poco, hartos de los salarios miserables, hartos de la desigualdad social, hartos por decir lo menos. Y 16 meses después, ya va siendo hora que el PRI y el PAN asuman que en la última elección perdieron porque fueron incapaces de captar el hartazgo de la gente y comportarse como lo que decían ser: representantes populares. Fueron incapaces de velar por los mexicanos y se manejaron de manera rapaz, condenando a gran parte del pueblo mexicano a la miseria más absoluta, comparable a la que se sufre en los países más pobres de la Tierra. El PRI y el PAN son los verdaderos autores de la victoria de Andrés Manuel López Obrador. Ellos le entregaron el país a manos llenas, cada que traicionaban la confianza de los mexicanos, ellos le entregaron el país al postular a candidatos que representaban lo peor de cada partido. En el PRI, un panista disfrazado de priísta, que con la máscara de no ser militante, pretendía engañar a los mexicanos diciendo que combatiría la corrupción que consintió cuando fue Secretario de Hacienda y cuando por sus manos pasaron los fondos de los dos desgobernadores Duarte; especialmente el de Veracruz, que se robó hasta el dinero de las medicinas de los niños con cáncer de su Estado; y el dinero de la estafa maestra, por la cual, hoy, Rosario Robles, Enrique Peña y él mismo, todavía deben dar muchas cuentas. Y el PAN, postulando a un golpista que secuestró al partido, igualito que hizo Fox; y que incluso traicionó a su propio líder nacional para sustituirlo y después le dio una tremenda vapuleada a su candidata mejor posicionada: Margarita Zavala; lo cual, por cierto, ya es mucho decir; y todo ello para hacerse con la candidatura presidencial panista. Un candidato acusado de robarse varios millones de pesos en una triangulación que fue incapaz de explicar cuando quiso hacerlo y que a la fecha no ha explicado cómo su sueldo de Legislador o de líder de partido, le alcanzaba para mantener a su familia con toda clase de lujos en los Estados Unidos. ¡Ésos fueron sus candidatos! ¡a ellos postularon! ¡¿y así querían que los mexicanos los votaran!? Pues es que le apuestan a la desmemoria y a la ignorancia. Justo como ahora.

Bueno, cuando me dicen “el gobernante que usted eligió”, me gustaría también que los mexicanos comprendiéramos que nuestra responsabilidad política, no termina en el acto del voto que emitimos cada tres años; sino que, por el contrario, justo ahí comienza. Pero nadie, en todo el país, ha sido capaz de llamar a su Diputado, a su Senador, a su Gobernador o en el caso de la CDMX a la Jefa de Gobierno, a su Alcalde o al propio Presidente de la República, para exigirle cuentas claras. Un día sí y otro también. Muchas manifestaciones, muchos gritos, pero poca sustancia. ¿En cuántas asambleas vecinales participamos?, ¿cuánta gente participa?, ¿cuántas personas revisan las cuentas públicas?… bueno, ya de perdida, ¿cuánta gente lee el periódico? Las cosas van a cambiar cuando los mexicanos asumamos la responsabilidad completa y dejemos de echarle la culpa al presidente en turno. Pero lo seguimos haciendo por una razón muy sencilla: es más fácil transferir la culpa, que asumirla.

Finalmente, en su audio, mi amigo me indica: “Estaría bien que en esta cuarentena usted (…) tuviera una visión mucho más amplia, que lo hablara desde otras trincheras, que lo viera desde la gente sin fe, como yo; y desde la gente (…) que paga sueldos como yo… (…) Sólo le pido que tenga la “expansión mental”, de ver otros puntos de vista”. Mi querido Chucho, te agradezco la sacudida. Me ayuda a pensar otras cosas. Espero ser más incluyente en mis comentarios, cuento con tu opinión y tu ayuda. Ojalá que sí.

Además, opino que es necesario e importante, generar políticas públicas educativas, en relación al cuidado, protección y preservación del ambiente.

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