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Rumbo al 2021: Alianzas Electorales, ¿para qué?

Panorama

Alejandro Espinosa Herrera

Rumbo al 2021: Alianzas Electorales, ¿para qué?

Hace unos días se anunció que, en Chiapas, el PRI se ve obligado a ir en alianza con otros partidos para poder ser competitivo electoralmente y tener alguna oportunidad en las elecciones de 2021. Desde el año 2000, elección tras elección, los votantes hemos visto como los candidatos a diferentes puestos de elección popular son nominados y apoyados por varios partidos políticos. Estas alianzas, muchas veces díscolas, suelen agrupar a partidos que poco tiene que ver entre ellos. Por ejemplo, no ha sido raro ver en una misma elección al PAN -un partido con ideología de economía liberal y valores católicos- y al PT -partido de ideología comunista- ir de la mano y hacer campañas juntos. Sin excepción, todos los actuales partidos políticos del país han hecho alianzas electorales, generalmente dejando a un lado sus ideologías y valores partidistas al momento de cooperar con otros partidos.

Con toda seguridad, en 2021 esto volverá a suceder. Aunque las alianzas ya son una normalidad en nuestro escenario político es pertinente preguntarse para qué sirven, quien se beneficia y qué podemos esperar de ellas.

Las alianzas electorales son una herramienta política que ha demostrado ser sumamente útil, principalmente en democracias jóvenes que están transitando del autoritarismo. De esta manera, las alianzas electorales permiten a partidos de oposición hacer un frente y volverse una opción competitiva contra partidos dominantes. Al mismo tiempo, ofrecen una alternativa real para los votantes, que les permita no desperdiciar su voto y poder lograr la alternancia. Este tipo de alianzas surgieron e México y en Chiapas en el año 2000. A nivel federal, la alianza PAN-PVEM apoyó a Vicente Fox con un mensaje político fresco, de cambio y esperanza, ofreciendo una alternativa real de victoria para derrotar al PRI. La historia todos la conocemos, tras 70 años, Vicente Fox fue el primer presidente no priista de la historia contemporánea. En Chiapas, Pablo Salazar hizo algo parecido al aglutinar un frente común de 11 partidos políticos para derrotar al PRI.

Es muy claro que el uso de las alianzas ha ido en aumento y actualmente es el método de nominación preponderante. En la elección de 2000 solamente 3 gobernadores fueron elegidos con el apoyo de una alianza multipartidista. En contra parte, actualmente más del 80% de los gobernadores, diputados y senadores del país fueron nominados por una alianza. Tras 20 años de transición a la democracia y de creciente uso de alianzas electorales en cada elección, ¿aún le sirven a la democracia mexicana y a nosotros los votantes?

Una investigación que llevé a cabo en la Universidad de Oxford encontró que, para el caso de México, el uso rutinario de alianzas y la formación de coaliciones heterogéneas tiene efectos dañinos para la democracia. En primer lugar, las coaliciones confunden a los ciudadanos y al votante, ya que dificulta el proceso de rendición de cuentas. La lógica es sencilla, cuando muchos partidos nominan a un candidato o muchos partidos forman una coalición de gobierno, ¿a quién le exiges y a quien premias? Esta difuminación de la rendición de cuentas lleva al segundo problema de las alianzas: una vez alcanzado el poder, hay conflictos internos entre los partidos que forman la alianza. Aliados para llegar al poder, los partidos no solo no se ponen de acuerdo sobre un plan de gobierno, sino que pelean por reconocimiento y por presupuesto. En México, sin importar partido político, los gobiernos de coalición son más ineficientes y tienen mayores niveles de gasto público, principalmente en partidas presupuestarias que tienen un uso clientelar (subsidios) al igual que más redundancias en programas públicos. En tercer lugar, las alianzas cansan al votante y generan insatisfacción con la democracia. Este último punto es sumamente preocupante ya que esto abre lugar para que surjan políticos oportunistas, autoritarios y populistas.

Ante este panorama, ¿qué debe suceder con las alianzas? Desafortunadamente, en México las alianzas se sobreutilizaron y se desvirtuaron. En un principio, fueron una herramienta que ayudó a la transición y permitió que hubiera una competencia electoral real. Posteriormente, se volvieron una herramienta que solo beneficiaba a las élites políticas, usadas para conservar un registro electoral y que disminuyeron la competencia política. El ejemplo más claro se dio en Chiapas en la elección de 2018. En la boleta para gobernador aparecían 12 partidos por los cuales votar, pero solo 4 candidatos. Ante la falta de una segunda vuelta electoral, es muy difícil que sirvan a los votantes.

En 2021 volveremos a ver alianzas de chile y de mole. Morena tendrá de aliado al Verde, quien antes era aliado del PRI. Al PAN lo veremos con el PRI y el PRD, algo impensable hace algunos años. Los partidos de oposición enfrentan un escenario muy complicado ante la popularidad del presidente y el escenario de división y desconfianza que actualmente existe, en donde los votantes estamos molestos pero desilusionados. Las alianzas pueden ser una gran oportunidad. Pero esto solo será posible si los partidos de oposición logran presentar un frente común, organizado y con un plan de acción y de gobierno coherente y atractivo. De lo contrario, 2021 será la gran derrota de la oposición y también de la desilusión del votante mexicano.

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