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“Una sola chispa puede incendiar la pradera » Mao Zedong

Reflexiones

Fernando Álvarez Simán

“Una sola chispa puede incendiar la pradera «

Mao Zedong

Xinjiang es la región más grande de China, territorio vasto de un millón 600 mil kilómetros cuadrados, limita con ocho países, tres de ellos antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central; Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán; además de Rusia, India, Mongolia, Afganistán y Pakistán. Por si fuera poco, Xinjiang es frontera interna también con otra región china de importancia, el Tíbet.

Ubicada al noroeste del país, Xinjiang es traducido del Mandarín como “Nueva Frontera” y para el liderazgo chino es una región “Sinocéntrica”, es decir considerada parte de la China histórica. Esa visión es desde la Dinastía Quing; es decir, desde poco más de 400 años. Es también considerada una región de vital importancia para la antigua Ruta de la Seda.

La provincia de Xinjiang experimentó un breve período de independencia en la década de 1940 durante la guerra civil y la invasión japonesa a China. Pero el país recuperó el control después de que el Partido Comunista tomó el poder en 1949. Su nombre completo es “Región Autónoma Uigur de Xinjiang” y es el hogar histórico de la minoría musulmana Uigur de habla turca, quienes representan alrededor de ocho millones de sus 19 millones de habitantes.

Región rica en recursos naturales, su desarrollo económico desde la llegada al poder del Partido Comunista ha sido acompañado por la inmigración a gran escala de la etnia china mayoritaria, los Han y también por la explotación de sus abundantes reservas de petróleo y minerales. Xinjiang actualmente es la región productora de gas natural más grande de China.

Muchos uigures se quejan de discriminación y marginación por parte de las autoridades centrales chinas que privilegian a la etnia Han. En consecuencia, el sentimiento anti-Han y separatista se ha vuelto más frecuente en la región desde la década de 1990, convirtiéndose Xinjiang en un área en donde se ha llegado hasta la violencia étnica y las detenciones arbitrarias.

En el 2018, la propia ONU dijo que de acuerdo a “informes creíbles”, más de un millón de personas estaban detenidas en centros de lucha contra el extremismo en Xinjiang, expresando la preocupación de que China haya convertido a la región en “un campo de internamiento masivo envuelto en secreto”. Desde ese año, el gobierno central de China niega la magnitud de las detenciones, pero reconoce que muchos uigures son “extremistas religiosos” y que, en consecuencia, estaban siendo reeducados.

La razón es que la mayoría de los uigures son musulmanes y el Islam es una parte importante de su vida e identidad histórica. Su idioma está relacionado con el turco, y se consideran cultural y étnicamente cercanos a las naciones de Asia Central a pesar de que China considera a la región como parte de su territorio histórico o “sinocéntrico”.

La cultura uigur se inclina más hacia Asia Central que China y si bien la situación es compleja; las tensiones étnicas se agravan por factores económicos que explican la violencia reciente. Grandes proyectos de desarrollo y extractivos han llevado prosperidad a las ciudades de Xinjiang, atrayendo a jóvenes chinos Han de las provincias orientales técnicamente mejor calificados. Muchos de ellos son a quienes se les dan los mejores trabajos lo que alimenta el resentimiento entre los uigures.

País de enorme multiculturalidad, esta muchas veces es escondida por la enorme demografía del país. En China el 92 por ciento de su población es de la etnia Han, sin embargo, en el gigante asiático, hay 55 grupos étnicos diferentes que incluso practican diferentes creencias religiosas; entre ellas el budismo, el islam, el taoísmo y el cristianismo. Ello es motivo de choque cultural.

Uigures y China, larga historia de disputa

Los uigures son musulmanes. Se consideran cultural y étnicamente cercanos a las naciones de Asia Central. La economía de la región ha girado durante siglos en torno a la agricultura y el comercio, con ciudades como Kashgar prosperando como centros a lo largo de la famosa Ruta de la Seda. En la primera parte del siglo XX, los uigures declararon brevemente su independencia. Sin embargo, la región quedó bajo el control total de la China comunista en 1949.

En la década de los años 90s del siglo pasado, mientras comenzaba la explotación petrolera y de minerales en la zona, el gobierno central chino comenzó a fomentar la migración de la etnia Han hacia la provincia; el resultado es que, de acuerdo a la tendencia, los Uigures pronto se convertirán en minoría en su territorio histórico. Actualmente el 46 por ciento de la población es de esa etnia originaria, pero el 41 por ciento es de la etnia Han. El resto corresponde a otros pueblos.

Ante el avance Han, los activistas internacionales o de la diáspora Uigur asentada en Europa, los países limítrofes o Estados Unidos, dicen que las políticas del gobierno central han reducido gradualmente las actividades religiosas, comerciales y culturales de los Uigures. Se acusa a Beijing de intensificar su política demográfica de aliento a los Han y recrudecido la represión histórica desde el 2008 en el marco de los Juegos Olímpicos de Beijing de ese año. Pero el gobierno central acusa a la disidencia de separatista y terrorista.

Desde ese año y a la fecha, muchos Uigures líderes han sido encarcelados o han solicitado asilo en el extranjero después de ser acusados de terrorismo. De hecho, se acusa a Beijing de exagerar la amenaza de los separatistas uigures para justificar la represión en la región.

China culpa al “Movimiento Islámico del Turquestán Oriental”, o ETIM, por sus siglas en inglés de incidentes violentos sucesivos tanto en Xinjiang como más allá de las fronteras de la región. China dice que el ETIM quiere establecer un Turquestán Oriental independiente en la propia China. Sin embargo, el alcance de las actividades de ETIM sigue sin estar claro y muchos especialistas cuestionan la capacidad del grupo para organizar actos graves de extremismo.

Mientras tanto, los grupos de uigures acusan al gobierno central chino de realizar un ejercicio de “ingeniería social forzada” dirigido a la población musulmana en Xinjiang con el bono demográfico Han; sin violencia aparente, pero usada cuando es necesario. China por su parte dice oficialmente que es necesario eliminar del país todas las formas de separatismo, terrorismo y fundamentalismo religioso.

Del proyecto de asimilación a la “sinicización”

Hasta hace poco, el enfoque chino para afrontar los problemas étnicos ha sido básicamente de “asimilación económica”, con la idea de que el desarrollo económico planificado eventualmente llevaría a las minorías étnicas en Xinjiang y también en el Tíbet a asimilarse completamente al comunismo o al menos que ello permitiera que las diferentes etnias y creencias religiosos no representaran ningún tipo de desafío a la unidad nacional.

Sin embargo, el enfoque ha cambiado desde la llegada al poder del líder máximo actual de la dirigencia china Xi Jinping y la respuesta en Xinjiang han sido los disturbios sucesivos y espontáneos porque el control político, religioso y policial se ha incrementado. En Xinjiang la fe musulmana solo puede practicarse en mezquitas expresamente autorizadas por el gobierno de Beijing.

La disidencia en Xinjiang, el Tíbet y la que responde a otras minorías; acusan a Beijing de promover el proceso de “sinicización”. Un proceso lento, pero inexorable en el cual las sociedades no chinas están bajo la influencia de la etnia Han. Particularmente la cultura, el idioma, las normas sociales y la identidad étnica Han. Las áreas de influencia incluyen la dieta, la escritura, la educación en mandarín y los sistemas de valores.

La política de integración o asimilación enfocada a la “sinicización” es un tipo de HYPERLINK «https://en.wikipedia.org/wiki/Nationalism» o «Nacionalismo» nacionalismo promovido por el gobierno central de Beijing destinado a fortalecer la identidad china entre la población. El gobierno chino la defiende porque asegura que la integración ayudará a desarrollar valores compartidos, el orgullo de ser ciudadano del país, el respeto y la aceptación hacia las diferencias culturales entre los ciudadanos de China.

Sin embargo, sus críticos argumentan que la integración destruye la diversidad étnica nacional y la diversidad lingüística. En China hay 292 lenguas no mandarinas habladas por pueblos nativos de la región. Al ser un país histórico dominado por “señores de la guerra”, China al convertirse en imperio, fue sucesiva e históricamente promoviendo este fenómeno.

A pesar de ser promovido históricamente en todas las etapas del imperio chino; la “sinicización” nunca ha sido un fenómeno popular; sin embargo, debido a la influencia comercial de esa nación en Asia, esa característica ha sido tolerada, aunque algunos países vecinos de China la han combatido incluso de manera bélica.

Del siglo americano al siglo chino

China probablemente sea el único país del mundo con 40 años de crecimiento económico ininterrumpido. Cerca de la mitad de esas cuatro décadas fueron logrando tasas anuales de crecimiento al diez por ciento, lo que permitió al país pasar de ser una nación rural a una urbana y con una enorme clase media. Ese propósito de crecimiento económico es en parte lo que hizo posible la aparición de la política de “asimilación económica” entre todas sus regiones y etnias.

El temor de que la visión de dejar de ser un país rural y atrasado fuera avasallada por la explosión demográfica al obstaculizar los planes de infraestructura y de crecimiento económico; hizo que la dirigencia china autorizara legalmente la política del “hijo único”. Una política cuestionada internacionalmente por su dureza y estricto cumplimiento pero que solo incluía a la etnia Han; dejando fuera de esa decisión a los 54 grupos étnicos restantes y a la población rural. 

Hoy esa política demográfica del “hijo único” esta cancelada. Fue una de las primeras medidas del liderazgo de Xi Jinping. Tomada también en el contexto de evitar que durante el ascenso chino hacia el liderazgo mundial; el grueso de la población nacional presente altos niveles de envejecimiento.

Pero en contraparte, otra vez apareció con fuerza el fenómeno histórico de la “sinicización” para fortalecer la influencia china en la esfera regional cuando la integración y la meta de lograr el crecimiento económico no pudieron borrar la cultura y la identidad particular de cada etnia.

Fortaleciendo una guerra de divisas mundiales, promoviendo la industria de las manufacturas, generando exportaciones, incrementando las importaciones, asimilando las tecnologías mundiales a través de las patentes de productos tecnológicos, incrementado su influencia en los mares del sur. Todo ello hace China para no detener su ascenso mundial.

Nada de lo que haga el mundo parece que podrá cancelar ese vaticinio. Pero adentro de sus fronteras, las contradicciones son evidentes. El régimen político socialista irónicamente usa el modelo económico capitalista para avanzar globalmente; pero las libertades individuales, los derechos colectivos y la autodeterminación, tendrán que ser parte también de la futura agenda del desarrollo y ascenso del gigante asiático.

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