A 80 años del suicidio de Hitler

Pablo F. Chávez Mejía
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
Entre la historia oficial y teorías conspirativas

El 30 de abril de 1945, en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler se suicidó en su búnker en Berlín, junto a su esposa Eva Braun. O al menos, eso sostiene la versión oficial aceptada por la mayoría de los historiadores. A 80 años de este hecho, la figura del dictador alemán sigue provocando controversia y su muerte ha sido objeto de un sinfín de teorías conspirativas, muchas de las cuales apuntan a una supuesta fuga a Sudamérica.
La versión histórica
Con la caída inminente del Tercer Reich y las tropas soviéticas a escasos metros del Führerbunker, Hitler -acorralado y sin salida- optó por el suicidio. Según los informes de sus allegados y posteriores investigaciones, el líder nazi se disparó en la cabeza mientras Eva Braun ingirió cianuro. Sus cuerpos fueron quemados por órdenes expresas de Hitler, para evitar que fueran exhibidos por los enemigos.
Los soviéticos recuperaron los restos calcinados y, tras investigaciones poco transparentes, concluyeron que los cadáveres eran efectivamente de Hitler y Braun. Sin embargo, la falta de una confirmación visual pública y las tensiones de la Guerra Fría, alimentaron las dudas.
El origen de las teorías
Las teorías conspirativas sobre la supuesta huida de Hitler comenzaron casi de inmediato después del final de la guerra. El caos del Berlín ocupado, la desinformación y la propaganda de ambos bandos, crearon un terreno fértil para la especulación.
Uno de los argumentos más utilizados por los defensores de la teoría de la fuga, es la supuesta ineficiencia en la identificación de los restos. Años después, análisis forenses de los soviéticos no coincidían del todo y, en 2009, un grupo de investigadores estadounidenses aseguró que, un fragmento de cráneo atribuido a Hitler, en realidad pertenecía a una mujer de menos de 40 años, aunque otros expertos desestimaron la validez de estas pruebas.
La región de Sudamérica -en particular Argentina, Brasil y Paraguay- ha sido uno de los escenarios más citados por estas teorías. Se sabe con certeza que varios jerarcas nazis lograron escapar a esta zona, como Adolf Eichmann y Josef Mengele. Esto contribuyó a fortalecer la idea de que Hitler pudo haber hecho lo mismo.
En 2011, el periodista argentino Abel Basti publicó el libro El exilio de Hitler, en el que sostiene que el Führer vivió en la Patagonia argentina y murió en Paraguay en la década de 1970. Aporta supuestos testimonios de exmilitares alemanes, registros de barcos y presuntas fotografías. Sin embargo, su trabajo ha sido duramente criticado por la falta de fuentes verificables y por recurrir a conjeturas sin base sólida.
Incluso la CIA y el FBI, en documentos desclasificados, recibieron durante años informes de ciudadanos que aseguraban haber visto a Hitler en diversas partes del mundo, especialmente en América Latina. Estos reportes, sin pruebas concluyentes, fueron archivados, pero también avivaron la imaginación popular.
A pesar de la persistencia de estas teorías, la mayoría de los historiadores y científicos forenses, coinciden en que Hitler murió en Berlín el 30 de abril de 1945. Investigaciones más recientes, como la del antropólogo francés Philippe Charlier en 2017, que analizó restos dentales del Führer conservados por Rusia, corroboran la versión oficial.
Sin embargo, como ocurre con personajes históricos que dejaron una profunda huella de horror y poder, el mito alrededor de Hitler parece resistirse a desaparecer. Su figura sigue siendo objeto de estudio, controversia y, por supuesto, de fascinación morbosa.
A ocho décadas de su muerte, Hitler es un personaje que dejó una marca indeleble, un estigma en la historia del siglo XX, más perturbadora que cualquier ficción.

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