Anécdotas de un chinito K-hablón

Romeo Duvalier Peña Román
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas
Libro de
Genaro Chau Ordóñez

Dos Culturas de dos Países y Continentes diferentes, se unen para dar vida al Autor. Anécdotas narradas de forma natural, sencilla y fresca, con un lenguaje coloquial salpicadas de buen humor. Pasajes y vivencias contadas desde su perspectiva, nos trasladan a una zona del Sureste Mexicano donde paisajes y personajes vuelven a cobrar vida en este libro.
El presente libro nos narra los pasajes de su vida, niñez y juventud que transcurría en el Soconusco y costa de Chiapas. El dorado pueblito de Pijijiapan fue testigo también de muchos sucesos, un lugar que al llegar se pierde la mirada entre árboles, el bullicio de pájaros al amanecer, la sencillez y calidez de su gente.
El origen de sus padres (su papá, hijo de vietnamita adoptado por una china; su mamá, mexicana descendiente de chiapaneca originaria de San Juan Chamula, Chiapas); en una tierra ajena que les dio una gran oportunidad para tener una familia, mucho trabajo y esfuerzo para poder escribir su propia historia en una tierra totalmente diferente en idioma, tradiciones y costumbres. El tiempo podrá encontrar sus orígenes familiares.
Las letras plasmadas brotan del corazón como el hermoso caudal de su río, su niñez entre ruido de las locomotoras y el sonido de los cascos de los caballos, el saludar a todos al encontrarse en las calles, las travesuras de la niñez y la madurez en la juventud, llena de anécdotas.
Sus primeros poemas fueron en momentos donde sentía que era necesario plasmar letras que en algún momento tendrían que leerse para inspirar a otras personas.
En su tienda “El Paso”, ahí estaba siempre don Genaro y su esposa doña Carolina (+) atendiendo a su clientela, con una sonrisa, parado a un costado de su mostrador. Cuando era “un niño nomas miraba el ir y venir de clientes, al retirarnos tomaba unos dulces y feliz me retiraba, así era con muchos niños y niñas de Pijijiapan”.
Un día decidió aportar ideas y un proyecto en el ámbito político el querer contribuir al mejoramiento del pueblo que lo vio nacer y desarrollarse, para que sus habitantes tuvieran el desarrollo político, económico, social y cultural.
La plaga de Chapulines: Que unos años después que empezó a pasar el tren, llegó una plaga grandísima de chapulines que oscurecía el cielo, que el medio día se veía negro como en la media noche, que donde se asentaban, todo tipo de monte, zacate, y arboles quedaban “pelones”, que se metían a las casas en tal cantidad que hacían una gruesa alfombra y arrasaban con todo lo comestible que encontraran, dejó de pasar el tren varios días, las ruedas resbalaban sobre los rieles y no podía avanzar, llorando desesperados los habitantes del pueblo fueron a la Iglesita vieja sacaron en procesión la imagen del Patrón Santiago Apóstol y rezando lo pasearon por el pueblo, ¡y sucedió algo asombroso, llegó una infinidad de aves blancas como palomas que se comieron estos insectos!, y que en agradecimiento desde entonces hay la tradición de llevar ofrendas de ganado en la feria de este Santo en el mes de Julio, y los promotores de esta procesión fueron enterrados en el patio de la Iglesia, cuando llegamos a Pijijiapan todavía estaban tres tumbas allí. Seguían narrando que esta noticia se esparció por muchos lugares y vinieron unos brujos a robarse la campana de la Iglesia, pero que al llevarla “por agua” en pequeña canoa por tanto peso la embarcación se hundió’, quedando dentro de una poza profunda, que a esa la llaman “la Poza de la Campana”, y que al ir “palanqueando” con larga vara se tocaba la campana y sonaba aun dentro del agua, esta historia me la repitieron los que vivían cerca de la boca barra, unas personas a las que les decían “los barbita de oro” por tenerla rubia, esa poza es conocida de los lugareños está de “Palo Blanco” hacia “Chocohuital”.
Que a la poza del rio llamada “del anillo” fue porque un cura perdió allí su anillo entre el agua, la del “capul” por tener en sus orillas un árbol grande de capulín, la de más arriba “la de la puerta” es porque allí estaba la puerta de golpe del potrero, y la de “mal paso” porque en la temporada de lluvias la corriente era muy fuerte y era peligroso cruzar el río Pijijiapan.
Otra historia que todos en el pueblo sabían porque había sucedido tres años anteriores a nuestra llegada a Pijijiapan; antes los escalones de la subida a la Parroquia frente al parque eran de ladrillos y el cura Patiño la mandó hacer de cemento; los trabajadores al estar demoliéndolas en el tercer escalón de abajo encontraron una cosa roja, la desenterraron poco a poco y descubrieron eran tres manzanas grandotas de un color rojo intenso, que eran naturales y estaban fresquecitas como acabadas de cortar, inmediatamente avisaron al señor Cura, este mandó repicar las campanas y la gente se arremolinó a verlas, las llevó dentro de la iglesia y mandó hacer un cofrecito de madera en el cual las puso, al otro día volvieron a enterrarlas en el mismo tercer escalón y un albañil escribió con un clavo en el cemento fresco, “aquí se enterraron las manzanas”, cuando me lo contaron fui a curiosear y el letrero permanecía allí.
Fundación Armando Duvalier A.C.

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