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El servicio militar de Miguel de  Cervantes Saavedra

(Primera de dos entregas)

Por primera vez desde el óbito del «Rey de la Literatura Española», o sea 407 más tarde, tengo un gran honor de dedicar un breve estudio a las invencibles banderas del glorioso Manco, quien las amó con todo corazón y con toda alma y las defendió con la más alta dignidad, nobleza y valor porque «más bien parece el soldado muerto en la batalla que vivo y salvo en la huida» (El Quijote, II-XXIIII).

Aquí vienen como anillo al dedo las palabras del General de División (R), Rafael Dávila Álvarez: «nada hay como el soldado español y a mi única aspiración siempre ha sido estar a su altura».

Bajo la influencia de la inminente guerra contra el Imperio otomano de Selim II (1524-1574) -Cervantes entró en su primer servicio militar en Italia-, y gracias a la recomendación de Julio Acquaviva d’Aragona y la de Giovanni Girolamo I Acquaviva d’Aragona (1521-1592), X duque de Atri, y la de su hijo Adriano Acquaviva d’Aragona (1544-1607), muy buenos amigos del general Marco Antonio Colonna (1535-1584), de quien Miguel oyó «muchas veces decir de V.S.I. al cardenal de Acquaviva, siendo yo su camarero en Roma» (La Galatea, 1585).

Con toda seguridad, la primera misión castrense de Miguel empezó bajo el mando de Marcantonio, quien dirigió numerosas operaciones navales antes de la batalla de Lepanto y a quien «El Príncipe de las Letras» sirvió más de 2 años conforme a la dedicación de La Galatea dirigida al cardenal Ascanio Colonna (1560-1608), donde afianzó «haber seguido algunos años las vencedoras banderas de aquel Sol de la Milicia que ayer nos quitó el cielo delante de los ojos, pero no de la memoria de aquellos que procuran tenerla de cosas dignas de ella que fue el excelentísimo padre de V.S.I.».

A Miguel se le constituyó una ocasión oportuna para restaurar su reputación y entrar en el ejército porque «el Turco bajaba con una poderosa armada y no se sabía su designio, ni adónde había de descargar tan gran nublado» (El Quijote, II-I). Por eso, el 5 de junio de 1570, el papa Pío V (1504-1572) nombró al romano Marco Antonio Colonna, el general en jefe de la escuadra pontificia y, el 15 de julio del mismo año, el «Príncipe de la Cristiandad» ordenó a «sus mandos en Italia ponerse a las órdenes de generale dell´Armata de Pío V» (A.Z. c. 51 n.° 2).

Según el historiador Ricardo de Hinojosa y Naveros (Los despachos…,185-86) Marcantonio fue general de la escuadra de las galeras pontificas antes de abril de 1570, la cual fue parte de las 12 galeras reunidas con las 16 galeras del almirante genovés Juan Andrea Doria el 1 de septiembre de 1570 en La Suda, para organizar la expedición de socorro de Chipre y levantar el sitio de Nicosia.

Cervantes se enganchó en las Fuerzas Armadas pontificas a principios de 1570 y tomó parte en la fracasada campaña de socorro de Nicosia, cuya marcha fue emprendida el 30 de agosto de 1570 y fue abandonada tras la pérdida de Nicosia.

Miguel detalla que llegaron «a la fuerte isla de Corfú, donde hicieron agua» (El amante liberal) y luego atravesaron por el lugar donde empezó El amante liberal así: «¡oh lamentables ruinas de la desdichada Nicosia, apenas enjutas de la sangre de vuestros valerosos y mal afortunados defensores!» y cuenta que «mirando desde un recuesto las murallas derribadas de la ya perdida Nicosia; y así hablaba con ellas, y hacía comparación de sus miserias a las suyas, como si ellas fueran capaces de entenderle».

Sin duda Cervantes militó en una compañía de Marcantonio hasta la llegada de su hermano Rodrigo a Génova, el 26 de julio de 1571, quien fue uno de los 2,259 soldados de la compañía del capitán Diego de Urbina, repartidos en el Tercio del maestre de campo de Miguel de Gurrea y Moncada (?-1612) y en el de Lope de Figueroa, quienes aplastaron la rebelión alpujarreña bajo el mando de Don Juan de Austria y el III duque de Sesa.

Miguel alude a la arribada de Don Juan en Génova, el 6 de agosto de 1571, quien el 9 de agosto de 1571 pasaba a Nápoles así: «quiso mi buena suerte que el señor don Juan de Austria acababa de llegar a Génova que pasaba a Nápoles a juntarse con la armada de Venecia» (El Quijote, I-XXXIX).

Continuará…

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