El Soneto al Dr. Francisco Díaz, de Miguel de Cervantes Saavedra

(Segunda y última entrega)
El profesor madrileño Emilio Maganto Pavón explica correctamente que «ha sido planteado por algunos comentaristas anglosajones, como la profesora Adrienne Laskier Martín y el profesor Pierre Lioni Ullman, que el soneto de Miguel de Cervantes estaría compuesto en un tono humorístico o satírico, inmerso en lo que se ha denominado poesía burlesca, de la cual al autor del Quijote puede considerársele iniciador. En opinión de estos autores, al estar redactado de un modo encomiástico, pero con elogios desmesurados hacia su autor y su quehacer, Cervantes no parece hacerlo de una manera seria, sino de una forma satírica. Superficialmente el soneto aparece como cualquier poema laudatorio, sin embargo, un examen profundo del mismo muestra indicios compatibles con el umbral de lo burlesco, de una mofa ambigua que será ampliamente explotada por Cervantes en toda su obra.
Según Ullman, el soneto está cargado de presunciones que Francisco Díaz pudo haber interpretado como un juego de palabras que había ido demasiado lejos. Por eso, dudando de la perspectiva humorística que Cervantes quiso dar al soneto, en vez de colocarlo al principio de su libro, como el de Lope de Vega y el del autor desconocido que figura después, lo colocó al final de la obra y no en todos los ejemplares, ya que la composición aparece en un número muy limitado de la edición. Este autor, en una especulación que me parece descabellada, llega a lucubrar en su artículo que Francisco Díaz pudo expurgar el soneto de la mayoría de los ejemplares de la edición.
Hace años, ya critiqué la opinión de estos autores que, al parecer, desconocen la íntima relación que siempre mantuvo Cervantes con Francisco Díaz (Anales complutenses, 2009, XXI, 35). Por otra parte, en el trabajo intenté rebatir su teoría con argumentos documentales basados en la revisión de los seis ejemplares del Tratado de Urología que se guardan en la Biblioteca Complutense, archivo con el mayor número de originales conservados, y que pasamos a exponer. Solo tres ejemplares de ese archivo contienen el soneto de Cervantes (el 50%), pero curiosamente los tres que lo incluyen son los que también insertan la tasa, el índice de capítulos y la fe de erratas. Incluso dos de estos llevan el colofón (marca del impresor con lugar y fecha). Los tres ejemplares que no incluyen el soneto de Cervantes no ostentan estos detalles, por lo que puede afirmarse con bastante seguridad que son libros de la primera impresión o tirada realizada en los tórculos de Francisco Sánchez antes del 20 de agosto de 1588, quizás copias ampliadas del ejemplar de imprenta.
Los tres que incluyen el soneto de Cervantes, serían ejemplares de una reimpresión mejorada y en regla con las normas exigidas en la pragmática de 1558. Esta segunda reimpresión sería efectuada meses después del 20 de agosto de 1588, ya que, como vimos, de esa fecha es la tasa, que en uno de los ejemplares de la Complutense figura también en las páginas finales.
Lo que se deduce de mi revisión es que, si los ejemplares de la primera impresión faltos de parte de los preliminares obligatorios tampoco contenían el poema de Cervantes, no puede caber duda de que Francisco Díaz consiguió el soneto del ilustre manco mucho después de conseguir el de Lope y el del otro autor anónimo. Seguramente, por normas editoriales, quizás por alteración del número de pliegos de preliminares, tuvo que colocarlo, en vez de al principio como todas las composiciones encomiásticas, al final del texto de las reimpresiones sucesivas de 1588, lo cual era más sencillo para el impresor.
Finalmente, cabe preguntarse si la inclusión final del soneto de Cervantes, junto con la falta de la tasa y la fe erratas, y con las modificaciones de la `S´ del apellido de Francisco Valles de la portada, en casi la mitad de la edición príncipe, no fueron motivos suficientes para que el impresor o el mismo Francisco Díaz considerasen necesario cambiar el título definitivo de la obra Tratado nuevamente impreso…». (E. Maganto…», pp. 30-31).
Habría que recalcar, también, que Francisco y Miguel eran amigos del catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares, Cristóbal de Vega (1510-1573), médico de don Carlos de Austria (1545-1568), quien el 12 de enero de 1553, testificó en el pleito de Valladolid, que: «había tratado y conversado con el licenciado Juan de Cervantes y su hijo Rodrigo, [este padre de Miguel] y que los había tenido y visto como hijosdalgos y no pecheros» (K. Sliwa, El licenciado…, pp. 209-211).
En definitiva, les agradezco a los beneméritos médicos Emilio Maganto Pavón y Ana Isabel Linares Quevedo su ejemplar colaboración y les felicito por sus brillantes descubrimientos, que exponen los nuevos aspectos biográficos sobre Francisco y Miguel. Sin duda, dichas joyas documentales son de especial interés histórico para la reconstrucción de la biografía documentada del padre de la Urología universal y del padre de la novela moderna y, deberían ser difundidas para enmendar los grandes desaciertos en las enciclopedias, libros de enseñanza, y revistas electrónicas. ¡Enhorabuena!
«Laus in Excelsis Deo»,
Krzysztof Sliwa

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