Pablo F. Chávez Mejía
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
La necesidad o motivación de escribir una epístola era un verdadero motor de creatividad para algunas personas, otras pedían apoyo para poder transmitir una novedad, un logro o, más complicado aún: confesar un sentimiento de amor o admiración. Esta acción humana de escribir cartas a las amistades, a familiares o parejas sentimentales, la dejé de practicar a mediados de los años noventa del siglo pasado, cuando el surgimiento del internet y el correo electrónico se generalizó en México y en el mundo.
Recuerdo vagamente las últimas veces que llevé una carta al correo, comprar un timbre postal para depositar el sobre con emoción en el buzón de SEPOMEX, con la esperanza de que llegara rápido; pero, sobre todo, tener una pronta repuesta de la persona destinataria.
En México, desde tiempos prehispánicos se contaba con el servicio de mensajería. Podemos citar como ejemplo a los “painanis”, término relacionado con el dios Painal, cuyo nombre significa “el que corre rápido”: eran los mensajeros mexicas, encargados de llevar información sobre ejércitos enemigos o transmitir noticias relativas al desarrollo o resultado de las batallas.
Esta información histórica está contenida en una de las salas del MUFI (Museo de la Filatelia) en la ciudad de Oaxaca, un museo de gran valor que desde 1998 recopila infinidad de timbres postales de muchos países del mundo, por lo que, los aficionados a la filatelia deben visitar un día completo ese importante recinto cultural. Cabe precisar que, la palabra “filatelia” fue creada por Georges Herpin, quien en 1864 juntó los vocablos griegos “philos” que significa amante o afición y “atelia”, derivado de ateles, que significa pegado previamente.
La nostalgia me hace reflexionar y recordar los momentos de la llegada del cartero en bicicleta a casa, quien dejaba la correspondencia y con alegría recibías las cartas o postales.
Hoy, todo es distinto: las redes sociales se encargan de comunicar a las personas de manera instantánea, con fotos y videos. La redacción de cartas de amor se volvió cursi.
¡Yo sí disfruté intercambiar epístolas!
