Las desigualdades de género en el reparto de las tareas domésticas
Lilia Ma. Calderón/Las Margaritas, Chiapas
La mayoría de estudios sobre las desigualdades de género en el reparto de las tareas domésticas, destacan la gran resistencia al cambio por parte de los hombres: aumenta progresivamente la presencia de las mujeres en el mercado de trabajo, sin que se produzca un cambio sustancial en los roles de género en el seno del hogar. Es decir, la implicación de los hombres en las tareas domésticas, dista mucho de equipararse a la magnitud de los cambios que se han producido con respecto al papel de la mujer en el mercado de trabajo.
Ahora bien, ¿cuándo se implican los hombres en las tareas domésticas? En primer lugar, hay que constatar que la mayoría de los hombres le dedican mucho menos tiempo a las tareas domésticas que sus parejas; así mismo, la implicación de los hombres depende mucho más de cómo es su pareja, que de sus propias características. La corresponsabilización es mínima en aquellas parejas en las que la mujer no tiene un trabajo remunerado. En cambio, los hombres se implican más cuando sus parejas tienen un empleo.
En este sentido, los análisis estadísticos avalan las ideas teóricas sobre la importancia de la disponibilidad del tiempo de los hombres para que se impliquen más en las tareas domésticas rutinarias: cuanto más cortas son sus jornadas laborales y si son continuas y si los hombres son empleados públicos, mayor es la corresponsabilización. Por otro lado, diversas tesis confirman la importancia que tiene el poder de negociación económico de la mujer en las parejas de dos ingresos, pero no en términos de recursos económicos. Esto está muy ligado a la capacidad y al hecho de contratar a una persona, casi siempre a una mujer, para que realice una parte del trabajo doméstico rutinario. Por lo tanto, la corresponsabilización de los hombres emparejados con mujeres que disponen de ingresos personales altos, sólo se consigue a costa de que otras mujeres hagan parte de las tareas domésticas. Es decir, la igualdad de género en las parejas de dos ingresos se consigue a costa de aumentar la desigualdad social entre las mujeres, puesto que gran parte del servicio doméstico es trabajo irregular. Para reducir la desigualdad de género y la social a la vez, son importantes los cambios culturales y políticos.
Las políticas públicas y empresariales, deberían favorecer que los hombres asuman más responsabilidades familiares, trabajen menos horas, dispongan de jornadas continuas y que, en definitiva, se acerquen las condiciones laboras del sector privado y de los autónomos a las del sector público. Por lo tanto, más allá del cambio ideológico, un aumento de la igualdad de género en cuanto al trabajo doméstico requiere cambios profundos en las condiciones laborales de los hombres.