Propósitos de año: jerarquía de valores
Lilia Ma. Calderón/Las Margaritas, Chiapas. [email protected]
El ser humano, en el hecho de vivir, siente, conoce y, al mismo tiempo, juzga y decide. La forma de la vida humana queda, de este modo, articulada por valores y actitudes, hasta el punto que podría decirse que una personalidad es el reflejo de una jerarquía de valores, que ordenan las acciones de la persona humana, los cuales reflejan, a su vez, una concepción de vida o una filosofía de vida.
Las acciones de las personas, por otra parte, interactúan con el medio físico y cultural, y este revierte sobre las personas imponiéndoles condiciones. El hombre crea la cultura; pero esta, una vez creada, condiciona al hombre, en una dialéctica que termina pareciendo anónima. En la vida se va haciendo un yo, una persona a la vez social e individual.
El “yo”, es un dato relativamente primitivo que se manifiesta en las primeras organizaciones de las cuales el niño toma dominio aun sin ser consciente. De un yo, sujeto indiferenciado de las acciones en interacción con los objetos, se avanza luego por descentración hacia una progresiva diferenciación consciente del yo respecto de todo lo que no es él.
La personalidad implica un crecimiento en el dominio de todas las fuerzas del yo socializado, mediante un proyecto de vida y una responsabilidad ante él, encarnadas en normas comunitarias. La personalidad supone la cooperación y la autonomía en las acciones y operaciones. La personalidad es “la autosumisión del yo a una disciplina”, la organización autónoma de reglas, de los valores y la afirmación de la voluntad como regulación y jerarquización moral de las tendencias. La personalidad implica una adhesión a una escala de valores no absoluta sino referida a un hacer, a la adopción de un rol social con un plan de vida. Hay personalidad a partir del momento en que se forma un programa de vida, que a la vez sea fuente de disciplina para la voluntad e instrumento de cooperación; pero dicho plan de vida supone la intervención del pensamiento y de la reflexión libres y, es esta la razón por lo que no se elabora hasta que se cumplen ciertas condiciones intelectuales, como justamente el pensamiento formal o hipotético-deductivo.
El programa de vida indica un avance en el progreso de “adueñarse de sí mismo”, proceso y fin específico de la autoeducación mediante el proceso de autoaprendizaje. Las vidas humanas son, pues, manifestaciones y actitudes ante valores. La complejidad que surge en el momento de definir lo que es un valor, no suprime el hecho de que sin valores los humanos no actuarían como seres humanos. Al cambiar los valores, cambian el sentido y las actitudes de las vidas humanas.
Es así como los propósitos de cada inicio de año, se definen como una reflexión sistemática sobre la vida, como una época volcada en ideas sistematizadas, como una forma de vivir, interpretando el mundo, para aceptarlo como es o para intentar cambiarlo. Cuando comienza a perderse el sentido, sobre todo el sentido de orientación intelectual y vital: ¿A dónde se va?, ¿Para qué vivir? ¿Cómo vivir? ¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir?, surge, imperiosa, la necesidad de filosofar.