Mandala: imagen del inconsciente universal
Lilia Ma. Calderón/Las Margaritas, Chiapas. [email protected]
Actualmente. el mandala es un concepto que se ha extendido ampliamente en occidente en el ámbito de la psicología y de la creación artística. Desde el área de la psicología, destacamos el potencial del mandala como imagen que emerge del inconsciente universal, cuyos aspectos e inagotable variedad formal, se relacionan con nuestras percepciones y con nuestro ser interior.
Se trata de un símbolo de lo espiritual que trasciende cualquier tipo de entendimiento lógico y racional, dirigiéndose al ser más profundo de la persona. El símbolo, tanto figurativo como abstracto, es capaz de aludir a realidades no visibles y explicar conceptos más allá del lenguaje verbal, llegando a nosotros a través de los sentidos, siendo la representación sensible de una idea, pensamiento, emoción o mensaje.
En el símbolo de las mandalas confluyen dos realidades, una conocida y otra desconocida. Según Jung, el símbolo se presenta como un objeto del mundo conocido pero que a su vez sugiere algo desconocido, es decir: es lo conocido expresando la vida y sentido de lo inexpresable. Del mismo modo, el ser humano puede llegar a ser capaz de conocer o intuir aquello que el símbolo evoca. Por esta razón, aunque las palabras y el lenguaje son también un tipo de símbolo particular, se trata más bien de un lenguaje analítico y racional. El símbolo es sintético y sugiere -más que expresa- en términos acotados.
Entonces, los símbolos no deben ser explicados sino comprendidos; es necesario meditar sobre ellos para intuir desde el aspecto más profundo el orden de la realidad a la que aluden de forma indirecta, ya que más que expresar, sugieren. Puede decirse que la expresión artística es capaz de trascender el tiempo y espacio; de este modo, el arte tiene la capacidad de reintroducir significados y cualidades secundarias, de darle plenitud a todo fugaz momento, sustrayéndolo a la inexorable sucesión cronológica.
Se enfatiza esta cualidad del arte y, concretamente del símbolo del mandala, en la que se convierte en una miniatura de eternidad que se abre camino en el tiempo hacia lo absoluto, a través de un sentido filosófico y poético que permite una interpretación abierta y fluida. Por todas estas razones, la función del símbolo es esencial para el hombre, en cualquier época, pues a través de éste, es capaz de llegar a realidades que van más allá de él y comunicarlas a través de un lenguaje sintético que traspasa la razón y que conecta directamente con la realidad más interior.
La mandala, como todo símbolo, es especialmente trascendental, sobre todo dentro del contexto de la psicología, de la creación artística y de la espiritualidad.