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Enrique Flores Amastal Ciudad de México

El hombre espera

El hombre espera ¿Qué espera?
Un acontecimiento
o la mujer de sus sueños,
aquella que ante el juez
dijo: sí acepto.
Hoy camina por los callejones,
las plazas públicas, los autobuses
el metro; mira a otras mujeres
que buscan, buscan su sombra,
su juventud, sus sueños.
Todas buscan y se encuentran
pero no se tocan. Solo caminan
y en sus bolsas de mano llevan
sus ilusiones y los van dejando
en cada esquina, en las bancas
de los jardines públicos.
Sus pies están encallecidos
por caminar ilusiones que se
van con los vientos.
Pero el hombre espera,
han pasado años como
arena tiene el mar
y sigue sonriendo a la nada,
sabe que vendrá,
y aquellas noches insomnes
tendrán sentido.
Qué puede imaginar
si aquella mujer todo lo dio
con generosidad, si el país
es como una bella mujer
con montañas y valles,
ríos, hondonadas y planicies
así tu cuerpo es y será
a pesar de las distancias, real.
Dulce soledad

Desde esta soledad endulzada
con miel de abeja,
y untada en un pan centeno
para calmar el hambre de ti,
de tus sonrisas, de tus traiciones.
Por eso esa dulzura que no
tienen tus labios que saben a hiel
y así, a pesar de la tortura,
el prisionero piensa que te ama.
Déjame, por un momento,
enseñarte que las abejas
producen miel, dulce y suave.
Dulce soledad, hastío,
de caminar en círculo
y cada punto del camino
es un comienzo.
Así siempre llego a ti
que estás oculta en mis sueños,
milenaria fantasía.

Enrique Flores Amastal

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