Escritor AEPCH: Marco Antonio Orozco Zuarth
Un espacio dedicado a la Asociación de Escritores y Poetas Chiapanecos, A.C.
Edgar Colmenares Sol. [email protected]
(Segunda entrega)
Mi reencuentro con Rosario.
En el bullicio de la Ciudad de México, entre avenidas de concreto y libros al alcance del bolsillo, descubrí a Rosario Castellanos. En la preparatoria, cuando el alma aún es un terreno fértil para los asombros, su voz emergió con fuerza entre los textos de Sabines, Rulfo y Paz. Rosario no solo escribía: alzaba la palabra como estandarte, como lanza y como espejo.
Leerla fue, en aquellos años, un acto de reconocimiento. Gracias a los ejemplares del Fondo de Cultura Económica, sus ideas llegaron a mí con la contundencia de lo urgente. Su mirada crítica sobre la cultura femenina, articulada desde su tesis en 1950, fue una revelación. Antes de Beauvoir, antes de que el feminismo fuera bandera, Rosario ya pensaba en los márgenes, en lo excluido, en lo silenciado.
Desde Chiapas, su tierra del alma, heredó no solo el paisaje, sino la conciencia. Fue allí donde observó con claridad las grietas de una sociedad desigual. Con Balún Canán, Ciudad Real y Oficio de tinieblas, dio voz a los pueblos indígenas como nadie antes en nuestra literatura.
Y en su poesía, reunida en Poesía no eres tú, quebró los moldes del amor, de la mujer sumisa, del silencio obligado. Cada relectura suya es una relectura de mí mismo. Su literatura no envejece, porque sus preguntas siguen latiendo: ¿cómo ser mujer en un país que silencia?, ¿cómo construir justicia en un mundo erigido sobre la desigualdad? Rosario escribió desde la herida, pero también desde la esperanza. Su obra es lucha, pero también abrazo.
Fue poeta, narradora, ensayista, dramaturga, periodista, académica y diplomática. Su paso por la embajada de México en Israel mostró que su compromiso iba más allá de las letras. Murió joven, pero no antes de sembrar una revolución silenciosa. Su Eterno femenino desenmascara los estereotipos con ironía, mientras su periodismo y docencia expanden su influencia.
Hoy, a cien años de su nacimiento, su voz no es historia: es brújula del presente. En Rosario Castellanos encontramos no solo a una gran escritora, sino a una conciencia despierta que nos sigue interpelando. En sus letras, los oprimidos encuentran lugar; en su pensamiento, los lectores hallamos dignidad. Celebrarla no es recordar, es volver a mirar con los ojos abiertos.