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Inestabilidad por divorcios

La descomposición social sigue afectando las relaciones entre parejas, al grado que las separaciones aumentan cada día. Quien pensaba que la pandemia ayudaría a fortalecer los vínculos emocionales y a resolver las diferencias, se equivocó.

Los divorcios de mutuo acuerdo o sentenciados por la ley no son los idóneos. Una cifra reciente del Inegi señala que por lo menos 10 casos se disoluciones entre parejas se registran en el día en territorio chiapaneco. A nivel nacional son alrededor de 410, que, si se divide entre las 32 entidades, son en promedio 12 por entidad, aunque con las reservas del caso, ya que no todas presentan las mismas circunstancias.

Lo curioso es que el Inegi confirmó cifras que sirven para el análisis: en 2021 hubo 149 mil 234 rupturas definitivas entre un hombre y una mujer; pero también 153 casos de anulación entre hombres y 288 entre mujeres.

Esto último, que se engloba en las exigencias que se han peleado en los últimos años para que se legalice los matrimonios igualitarios, también refleja que los problemas “existenciales” no distan mucho de los matrimonios “tradicionales”.

Las paradojas siempre estarán presentes en el devenir de la vida, pues mientras unos programan bodas esplendorosas, otros luchan por escapar del “yugo” de la pareja. La cifra, afortunadamente no es equilibrada, pero el problema social está latente: en 2021 se realizaron 453 mil 85 matrimonios y 149 mil 675 divorcios.

El Consejo General del Poder Judicial reportó que el año pasado, durante la pandemia, los actos de separación disminuyeron un 13 por ciento, sin embargo, esto no quiso decir que haya habido un mejor entendimiento, sino que los matrimonios decidieron concretar la separación una vez que pasara la pandemia, disparándose un 16 por ciento.

Independientemente que el tema de las infidelidades es un motivo permanente en la desunión de las parejas, los especialistas señalan que muchas de las causas por las que se presentan estos escenarios es que, con el paso de tiempo, tanto el hombre o mujer se percatan que “no era lo que quería”. La desilusión empieza a carcomer las mentes y propician que al final se presenten situaciones que ponen la duda de seguir o no.

“No tener proyectos en común o haberlos perdido; falta de tiempo, de cuidado, de pensar en el otro, de intimidad sexual o pasión se instalan en las relaciones de pareja con el tiempo, y la cereza en el pastel para un final inesperado es la falta de comunicación”, dice la psicología social.

En realidad, no se requiere ser ni psicólogo ni miembro de una iglesia o religión para saber que la violación a cualquiera de estos conceptos llevará a emprender senderos diferentes.

Lo decepcionante es que las rupturas se dan en todos los niveles de “antigüedad”, es decir hay parejas que después de permanecer unidas mucho tiempo deciden acabar con la ilusión o los que más tardan en los preparativos de la boda que en anunciar su separación.

En este caso las cifras lo confirman, según el Inegi: el 31.2 por ciento de los matrimonios se disolvieron legalmente después de 20 años de matrimonio, el 46.6 por ciento duró entre 6 y 20 años, el 20.7 por ciento tuvo una duración legal entre uno y cinco años y, en 1.2 por ciento de los casos, la duración fue menor a un año.

Lo cierto es que el fenómeno social es reflejo de la descomposición social. Los seres humanos nos enfrentamos a situaciones adversas que no logramos superar porque como en las cuestiones políticas, falla el diálogo, la negociación y nos enmarcamos en el todo o nada.

Como parejas no dimensionamos que la falta de empleo, la ausencia de dinero que alcance para los gastos de la casa, los hijos, las adversidades no programadas como enfermedades, pérdida de un ser querido que era el motor de la familia, deudas y otras causales, contribuyen a los divorcios.

Conscientes que la chispa del amor no debe apagarse, ya que, de lo contrario, es lo primero que se toma en cuenta para culminar un sueño que deja, en la mayoría de los casos, peor de cómo se empieza.

Sin embargo, este proceso es parte de la vida. Se pone en práctica para experimentarlo. Las estadísticas son el reflejo del sistema o entorno que nos rodea, por ello lo recomendable es poner lo mejor de cada quien para tratar de que la estabilidad perdure hasta donde el cuerpo aguante para conservar el núcleo familiar. Es lo menos que se sugiere.

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