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¿Cuál es la prisa?

Los protagonistas de la cien mil veces nombrada Reforma Electoral están jugando al ajedrez para que en definitiva se reúnan en el pleno de la Cámara de Diputados y logren aprobarla o en su caso, desecharla y que las cosas sigan como están, por lo menos en lo que termina este convulsivo 2022, políticamente hablando.

Después de aprobarse en comisiones, los 300 legisladores federales tienen que emitir su voto para que el Instituto Nacional Electoral vuelva cambiar de nombre (ahora se llamaría Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, (INEC), desaparecer a los órganos descentralizados estatales -en el caso de Chiapas, el Instituto Electoral y Participación Ciudadana (IEPC)-, y a los tribunales electorales estatales, así como elegir a nuevos consejeros bajo el palomeo del partido en el poder.

El INEC estaría integrado por siete consejeros y no por 11 como actualmente es con el INE, además de que sería el único encargado de la organización total de los procesos electorales de la República, es decir, a nivel nacional, estatal y municipal”.

Se argumenta mucho dinero para los organismos electorales. Ejemplifican que para 1999 se asignó un presupuesto de 13 mil 400 millones de pesos, y para 2018 el presupuesto fue de 68 mil 300 millones de pesos, es decir un crecimiento de 409% en menos de 20 años.

Sin duda que, si de ahorrar dinero se trata, la propuesta es fabulosa, pero la pregunta que todo mundo se hace es ¿por qué ahora, justo en este momento, cuando se está a un año y medio de tener una elección mayor, la del 2024, donde se elegirá al nuevo presidente de México, a gobernadores de siete entidades, y miles de alcaldes o alcaldesas?

¿Quién en sus cabales cree que un INEC podrá organizar un monstruo en materia logística, en papelería, en selección de funcionarios electorales, en contar los votos, en trasladar los equipos para las casillas, en llevar las boletas al centro distrital más cercano?

Como prueba piloto, todos coinciden en que podría aplicarse en las elecciones intermedias, ¿por qué no hacerlo? ¿qué lo impide? Ahora que, si el problema es Lorenzo Córdova, el presidente nacional del INE, pues muy caro le costará a la democracia este berrinche. ¿O acaso es el pretexto para tomar el control del conteo de votos para las subsiguientes elecciones, tal y como lo hizo el Revolucionario Institucional durante más de 70 años?

En verdad, por más vueltas que se le da al asunto no se llega a comprender ¿cuál es la prisa?, a menos que sea cierto lo que advirtió la ciudadanía que marchó el 13 de noviembre: que se quiere tener el poder por el poder.

Lo cierto es que es una guerra de declaraciones que en lugar de transparentar el funcionamiento que tendría el nuevo órgano electoral lo ensombrece. Ayer iniciaría el debate en el pleno de la Reforma Electoral, pero a minutos de que iniciara el pleno, el coordinador de Morena en la Cámara, Ignacio Mier, por razones de que hay que “leerla a conciencia pues son más de mil hojas del dictamen”, se reprogramó para el 6 de diciembre.

En esto de la política, la ciudadanía ya sabe lo que son las traiciones y los políticos saben que los mexicanos olvidan muy pronto los agravios. ¿Será por eso que se dio una pausa para convencer a algunos diputados del PRI, PRD o PAN para que se sumen a Morena? Nada es descabellado.

Sin embargo, no hay que olvidar que la gente empieza a despertar y júrelo que no dejará pasar los desaires. Las dos recientes marchas celebradas en el país, aunque parecidas por la multitud de gente participante, no son las mismas. Tienen un mensaje muy profundo que los políticos, llámese diputados y senadores, deben acatar con su voto.

La del martes 6 de diciembre será una sesión que quedará inscrita en la historia de México. El país se juega todo. Uno u otro bando, por llamarlo de alguna manera, tendrán cabida en los anales de la historia, no porque se apruebe o se deseche, sino porque el tiempo dirá qué si fue correcto o se lamentará.

Y esto último se dice por las verdaderas intenciones que se tengan bajo la manga. Al final, la democracia será la que conserve, se fortalezca o vaya al precipicio. Ojalá los que representan al pueblo hagan lo correcto, sea cual sea su voto.

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