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Beto Zamora*

El sábado 10 de julio me integré a la Brigada Correcaminos, la estrategia del gobierno federal para vacunar contra COVID-19 a las y los mexicanos. En el caso de Chiapas la vacunación tuvo un Plan de Refuerzo encabezado por el director general del Instituto Mexicano del Seguro Social, el Maestro Zoé Robledo, quien confío en su servidor “para ir lejos y estar más cerca de la gente”.

Como subdelegado del IMSS en Chiapas mi sede de trabajo se encuentra en Tapachula, la perla del Soconusco, sitio donde comienza la Patria, pero para la vacunación me tocaría atender a la población de la región Itsmo-Costa, el Distrito VIII de Salud con cabecera en Tonalá. Sin duda un reto profesional gigantesco si consideramos que de lo que se trata es la salud y la protección de la vida de mis queridos paisanos.

Dos días después de asumir el reto, el 12 de julio llegó el cumpleaños de mi madre. Ese día elevé una oración al cielo: “Madre, tengo miedo, esta es una misión en donde salvar vidas es la prioridad, si la enfermedad me alcanza, que me sea leve”.

Ir a vacunar por aire, tierra y agua, hasta donde estén. Donde haya personas sin vacunar ahí tendrían que llegar las instituciones del Estado mexicano. Vacunar en Tonalá, Pijijiapan y Arriaga a una población objetivo de casi 137 mil chiapanecos y chiapanecas. Una experiencia que me marcará para siempre, pues al intenso calor ambiental se sumó el calor humano de los chiapanecos más alegres y generosos.

Mi memoria tiene presentes las comunidades que mis ojos vieron, pero la que más marcó mi paso como responsable Correcaminos del Distrito VIII fue Poza Galana, una comunidad del municipio de Arriaga. Y es que no era llegar por multitudes como acostumbrábamos a ver en los macrocentros, era llevar la vacuna a donde más la necesitaban, allá donde sólo se escucha el viento, el agua de los ríos y el canto de las aves, allá donde a lo lejos se escucha rugir al tigre.

Camino a aquella comunidad para conocer la ruta nos encontramos con dos lugareños:

–Oigan, ¿cuánto falta para llegar a Poza Galana –pregunté con la esperanza de que aquel camino rústico llegara pronto a su fin.

–Uy joven, falta todavía como 40 minutos para llegar, pero ya no le recomiendo que suba, le caerá la noche en la montaña”.

Hicimos caso y a la mañana siguiente, el viernes 10 de septiembre, a las 4:30 de la mañana, la brigada de vacunación emprendió el camino. En compañía de las enfermeras Cinthia y Briseida, los servidores de la nación Nora y Jared, dos oficiales de la Marina, mi compañero Milthon y el equipo de comunicación integrado por Rubí Zúñiga, Luis Díaz y Marcelo. Durante más de una hora en carro por un camino de terracería y tres kilómetros a pie por una brecha lodosa, nuestro guía fue el señor Leonardo Pérez Betanzos, un habitante de Poza Galana que entendía perfectamente la importancia de llevar la vacuna hasta allá.

A las 10 de la mañana, don Arcadio Palacios Cruz y su esposa doña Consuelo Cruz recibieron a la brigada de vacunación. Este matrimonio vive en la cima de una montaña de la Reserva de la Biosfera La Sepultura. En aquel patio, entre gallinas, guajolotes, cabras y perros, inició la vacunación.

“Está mejor porque nos vinieron a vacunar hasta aquí a la casa, ya no tuvimos que bajar como en la primera dosis. Yo le suplico a las demás personas que hagan el favor de vacunarse porque esta enfermedad no es juego, es cosa seria. Hay gente que se burla de quienes se están vacunando, pero están mal, hay que protegernos”, dijo don Arcadio.

Así vacunamos este distrito, que al término de mi responsabilidad, en el mes de octubre, tenía una cobertura del 77 por ciento de su población, es decir, 105 mil 326 personas.

*El autor fue responsable de la Brigada Correcaminos en el Distrito VIII de Salud, de la región Itsmo-Costa, de julio a octubre de 2021.

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