Marco Alvarado/Diario de Chiapas
Andrea no quiso dejar pasar la oportunidad de agradecerle a la Virgen que este año, pese a que se contagió de coronavirus, la enfermedad no puso en riesgo su vida ni la de sus padres, con quienes vive en casa.
Con su hijo tomado de la mano formó la fila para ingresar al recinto, siguiendo los protocolos sanitarios para tener unos minutos frente al altar.
“Vine con él porque tampoco se enfermó, y eso que estuvo cerca de mí”, cuenta mientras sujeta con fuerza al niño, quien fue encargado de sostener un ramo de rosas blancas que debería dejar en el altar.
Como ella, miles llegaron ayer a la Iglesia de Guadalupe, ubicada en la 6ª Poniente y Avenida Central de esta ciudad, para realizar su procesión de fe, aunque en modos muy distintos, porque ya van dos años que la pandemia obliga a un cambio en los festejos, con menos movilizaciones masivas y más cuidados.
Cerca de Andrea un grupo de adultos mayores se colocaba el cubreboca y ponía alcohol en sus manos, esperando también tener la oportunidad de recibir una bendición de manos del párroco.
Comentaron que estaban satisfechos con la forma en que se realizaba la visita, sabedores de que la pandemia no termina y aún no es momento de volver a las celebraciones de 2019, año en que recuerdan haber llegado al recinto acompañados de otras parejas, en unas coloridas celebraciones que hoy son parte del recuerdo.
Incluso entre algunos de los que hace dos años participaron en los festejos, hoy son personas por las que ayer tenían pensada una plegaria, porque fueron víctimas de la pandemia.
El día de la máxima celebración del calendario católico transcurrió con tranquilidad y, de acuerdo con estimaciones oficiales, hasta el mediodía habían llegado alrededor de tres mil personas, la mayoría para una breve visita, y otras para participar en las misas, de no más de 150 personas, que se celebraron en turnos diferidos hasta las 18:00 horas.
