A diez días de la jornada electoral
Juan Carlos Gómez Aranda
Analista político y experto en comunicación estratégica
A seis días de que concluyan las campañas de proselitismo y a diez de las votaciones, a los candidatos les queda poco por hacer en materia de difusión de propuestas, compromisos, promesas y petición del sufragio.
A estas alturas, en muchos lugares ya está comprometido y pagado el transporte para electores, los promotores velan armas y los mensajes para redes sociales están listos para animar y movilizar a seguidores e indecisos y también, esparcir rumores intentando confundir a distraídos y contrarios.
Las campañas fueron mayoritariamente descafeinadas y con feroces ataques entre personajes a los que se les podría aplicar el refrán popular de “el comal le dijo a la olla”. El mensaje principal de los candidatos del partido mayoritario fue replicado a coro descalificando el pasado y pregonando la posibilidad de su regreso para espantar a los electores con la afirmación de que, si pierden, se cancelarán los programas de asistencia social. Mientras, la oposición no logró articular un mensaje nacional alterno y apenas balbuceó un llamado al voto útil.
Se difundieron 20 millones de spots que pocos atendieron y por las redes sociales, particularmente por Facebook, muchos prospectos dispersaron mensajes e imágenes que fueron de lo insulso a lo ridículo, con el peregrino deseo de que los likes se multipliquen en votos como en el milagro de los panes y peces
Fue el presidente López Obrador quien, sin estar en la boleta, centralizó la comunicación política con habilidad para moverse en la frontera de la promoción electoral. En tanto los debates entre candidatos brillaron por su ausencia o pasaron debajo del radar del interés de los ciudadanos y de los medios de comunicación.
Ya veremos si las descalificaciones a los órganos electorales dejaron al pato cojo para el momento que deban resolver las esperadas controversias postelectorales, sobre todo si se cumplen los pronósticos estadísticos de que se está “cerrando” la elección y seguramente tendremos muchos resultados de fotografía que seguirán la ruta de los tribunales.
El protagonismo de los días recientes lo han asumido las encuestas que, si bien muestran consistencia en la ventaja de Morena en las preferencias para el caso de los diputados federales, en la elección de gobernadores las cifras hablan de mayor competencia, augurando incertidumbre en los resultados en estados como Baja California Sur, Michoacán y Sinaloa o como el desplome de las candidatas de Morena en Nuevo León y Campeche, donde dejaron de ser seguras ganadoras en una elección que parecía de trámite.
Las encuestas también concluyen que la lealtad de un alto porcentaje de los electores está con el presidente, pero no en la misma proporción con los candidatos de su partido. Se trata de una preferencia que no se traslada automáticamente, como en el caso de las declinaciones donde es un error sumar la aceptación de un candidato a la de quien recibe la adhesión.
Más que por las propuestas, el periodo de proselitismo quedó marcado en muchos casos por la retórica, frivolidad e irresponsabilidad al ignorar medidas contra el Covid-19, y la violencia en contra de aspirantes. La guerra sucia, la judicialización de la competencia, el descarrilamiento y sustitución de algunos candidatos y el intento de anular a punteros también fue la pauta.
Ocurrieron desgracias que pudieron cambiar el humor social en distritos y alcaldías muy localizadas en la Ciudad de México, como el accidente de la línea 12 del Metro; pero al parecer no afectaron las preferencias en el ámbito nacional. Tampoco es seguro que esta tragedia afecte de manera fundamental la carrera por la sucesión presidencial ni que será el equivalente a lo que fue Ayotzinapa para la administración de Peña Nieto.
Llegó la hora de preparar el cierre de las campañas para mostrar músculo, darle un último rayón al principal adversario, capacitar a los defensores del voto en las casillas y sobre todo, organizar la movilización de simpatizantes para el Día D.
Este período electoral a pesar de ser oportuno, dejó de lado el debate sobre el sufragio digital y trajo nuevos desafíos: las precauciones sanitarias provocarán lentitud y mayores filas a la hora de votar lo que puede desanimar a los electores, dar seguridad a los votantes en lugares donde impera el miedo y también, en el caso de las autoridades electorales, aun acreditando autonomía, enfrentarán un diluvio de impugnaciones acompañadas de críticas y desconfianza que los pondrá otra vez a prueba.
Twitter: @JCGomezAranda