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La pérdida de control de las palabras: la mañanera

Carlos Matute González

El pasado lunes 24 de octubre el presidente López Obrador ironizó en la mañanera: “ya me estoy volviendo neoliberal” y agregó que “no todo lo de la política neoliberal es malo, si se aplicara adecuadamente”. Después criticó a quienes señalaron la incongruencia de su política alimentaria con su discurso por haber autorizado la libre importación universal de alimentos.

Esto es una manifestación esperable de que la eficacia de la política de comunicación social del Gobierno de la República es decreciente por la sobre exposición del presidente, quien todos los días emite opinión sobre la agenda pública con base en cuestionamientos de los periodistas.

Con independencia del elogio o la crítica que en las columnas políticas se realiza de las mañaneras y sus contenidos, este ejercicio de comunicación social plantea oportunidades y amenazas. Las primeras están necesariamente vinculadas con la exigencia ciudadana de que el poder se presentara como cercano a sus problemas cotidianos en lo que ha sido una estrategia exitosa y mantiene los altos niveles de popularidad presidencial. Las segundas con los contenidos que tienden a la polarización, la descalificación y la exclusión del adversario político.

En el sentido positivo, las mañaneras ubican a la ciudadanía en un proyecto político y provocan que se identifiquen con una narrativa de la historia con lo que se genera mayor conciencia de la realidad nacional y el rumbo posible de la sociedad ante una coyuntura de cambio global que plantea a la ruta de la integración regional de América del Norte como la mejor vía para aumentar el bienestar colectivo e individual.

En el negativo, el resultado de esta confrontación de visiones en las mañaneras por el uso constante del recurso de la descalificación de quien piensa distinto al presidente ha conducido a la polarización social y a la creciente necesidad de que el próximo gobierno emprenda una labor de reconciliación en torno a un ideas compartidas: el combate a la corrupción, la reducción de los rezagos económicos y de la desigualdad social, el impulso al desarrollo sustentable e incluyente, el respeto al Estado de derecho y, sobre todo, la derrota del crimen organizado y la superación de la inseguridad pública que ha aportado en este sexenio más de 130 mil homicidios (El Financiero 04-10-22).

Las mañaneras son ambivalentes y la fuente principal de los temas que se debaten en la opinión pública y en la medida que es el medio para fijar la agenda gubernamental obliga al posicionamiento de los diversos grupos políticos, económicos y sociales cuando se involucra algún tópico de su interés inmediato. Aquí si se aplica el adagio de quien calla otorga y hay silencios culposos como aquellos en que frecuentemente incurre el Presidente de la SCJN quien nunca responde a las denostaciones presidenciales a jueces, magistrados y ministros, con lo que incumple con su misión constitucional de defender la independencia el Poder Judicial Federal.

Por otro lado, la repetición constante de estribillos como “nosotros no somos iguales”, el uso indiscriminado de la broma simplona como estrategia de evasión y el etiquetamiento de la realidad, las políticas de gobiernos anteriores o los actores políticos con calificativos como neoliberales, conservadores u otras formas de lenguaje excluyentes provoca que el presidente pierda el control de las palabras en su significado correcto.

Esto último se hace evidente cuando la circunstancia, que suele pintarse con cara de hereje y no atiende a ningún dogma político o religioso, exige recurrir a políticas y estrategias de corte neoliberal, como la auto regulación de los mercados, para resolver un problema con eficiencia y rapidez. Entonces, el presidente López Obrador, que se ha manifestado enemigo de que las empresas actúen sin una supervisión estatal estrecha, otorgó a Walmart “una licencia de libre importación alimentos, sin aranceles, sin trámites burocráticos, ellos se hacen responsables de la calidad de los productos importados y… es parte de las 15 empresas productoras y distribuidoras de alimentos que recibieron la primera licencia única universal para importaciones”.

Con esta acción gubernamental, dentro del Acuerdo de Apertura contra la Inflación y la Carestía, se busca evitar el desabasto de productos básicos que es una amenaza real ante la creciente inflación de este tipo de bienes de consumo que se acerca al 13% anual en alimentos procesados y 15.5% en no procesados.

Los gobiernos defenestrados públicamente en la mañaneras por su cariz neoliberal tal vez no hubieran recurrido a esta “licencia universal”, pero el neoliberalismo sólo es malo cuando lo llevan a cabo los otros y se purifica cuando es una estrategia del autollamado gobierno de la 4T que ya no puede ocultar la realidad con las palabras y pierde el control de las mismas.

La excusa para abandonar la política de soberanía alimentaria basada en precios de garantía y el cierre de mercados a las importaciones es que “ante circunstancias extraordinarias se tienen que tomar medidas extraordinarias”, según explicó el secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Villalobos. (Reforma, 20-10-22).

Las palabras descontroladas conspiran contra quien las pronuncia. Esta semana López Obrador confesó que es neoliberal para seguir siendo defensor de los más vulnerables.

Investigador del Instituto Mexicano de Estudios

Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales

cmatutegonzalez@gmail.com

www.carlosmatute.com.mx

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