El Cristalazo
Rafael Cardona
Mi querido Jorge:
Últimamente tu gran novela me persigue. No sólo por su título tan actual en los días mexicanos, sino por aquella frase premonitoria de nuestro presente:
“…como te habrás enterado por los periódicos, gané las elecciones por una mayoría aplastante”, sino porque detrás del adjetivo se halla la verdadera utilidad de la victoria: aplastar.
Es una cosa sensacional, porque –vuelvo a tú texto–, tanto en la parodia como en la realidad, en la solemnidad o en la caricatura, los argumentos son siempre los mismos como ha ocurrido en el caso de la representación y la sobrerrepresentación, temas cuya densidad no cupo en tus novelas, pero sí en las de nuestros días:
“…el compañero Rodríguez que es diputado promueva en la cámara la anulación del inciso… por improcedente».
–¿Por qué?
–“Porque no nos conviene”.
Ese ha sido el argumento final de todo este largo proceso prefigurado ahora y vigente a partir de octubre, como el primer piso de la inacabada Cuarta Transformación (tanto como para requerir segundo nivel), cuya fase superior es la “Revolución de las conciencias”. Ya no es dable hablar de la revolución de las instituciones, la sociedad o la patria misma. Mucho menos de esa pieza de museo de la Revolución Mexicana. Ahora vamos por la mente individual y colectiva.
Pero cuando algo conviene a los fines de los ganadores, sobre todo cuando vencieron invocando esos mismos propósitos tan nobles como para requerir cualquier sacrificio de la equidad, la imparcialidad, la representativas y todo lo demás, pues vengan de una vez las consecuencias de esa conveniencia, ya sean un congreso a modo sin pudor ni recato o una judicatura de tómbolas, elecciones sin sentido, destrucción de la carrera judicial o cuanto sea necesario, y guay de quien ose oponerse o siquiera criticar –así sean curas o empresarios preocupados–, porque será acusado de conspiración contra el luminoso futuro de la patria. Así llueva, truene o relampaguee, como ocurría en ese agosto sublime de tu burla en el retrato esperpéntico de una literatura cada vez más descriptiva de nuestra realidad presente.
Quién hubiera imaginado tantos tronidos celestiales, tantas centellas, rayos y lampos fulgurantes de inconformidad social y gremial ante la sobrerrepresentación o la (mal llamada) Reforma Judicial, cuando la frase inmortal sigue siendo la misma: “gané las elecciones por una mayoría aplastante.”
Tanto triunfo no dejaba espacio para quejas o protestas. Pero hay golpes en la vida… diría César Vallejo.
Después de tan contundente victoria nadie habría supuesto (y quizá tampoco lo habría deseado), un tramo final tan lleno de sobresaltos entre agosto –ahora—y los meses venideros cuya intensidad hace larguísima la cuaresma (nunca tan opaca) entre estos días y la salida del señor presidente con rumbo imaginario a su Chingada finca. Y conste, él, con toda elegancia, la nombró de tan gentil manera.
Si a Carlos Salinas el levantamiento zapatista le perjudicó su imagen de modernizador eficiente, a Don Andrés Manuel L.O., los narcotraficantes y sus ligas con el poder político ya probadas en Sinaloa, al menos, y bajo sospecha en otros rumbos, como Chiapas donde los mexicanos de Guatepeor prefieren irse a Guatemala, le han echado a perder su imagen de una patria unificada en beneficio de su enorme ganancia electoral para él y su heredera, gracias a los millones de sufragios por parte de la masa agradecida con las dádivas socio electorales.
Pero hay cosas, Jorge. Por ejemplo.
La charlotada mal hecha de Rubén Rocha “Mayo” (perdón Moya), gobernador de Sinaloa, señalado por el mega narco como su arrepentido contertulio, ha sido desvencijada por la Fiscalía General de la República cuyo diagnóstico ante el montaje (ni García Luna los hacía peores) en cuanto al asesinato de Melesio Cuén, su compa y ex colega en la pervertida Universidad Autónoma de Sinaloa, ha puesto en ridículo no sólo al señor “Moya-Mayo”, sino también a quienes lo defendieron con la capa y la espada y cuyos nombres no necesito repetir porque ya parecería un capítulo más de tu desternillante novela, mi querido Jorge.
“La FGR, informó, ha logrado establecer, con precisión, que la información sobre lo ocurrido en una gasolinera en el municipio de Culiacán no es aceptable, ni cuenta con los elementos fidedignos de prueba que permitan tomarla en cuenta, en la forma en que fue planteada”.
O sea, los dichos de la fiscalía de Sinaloa, ya descabezada sin alguna vez tuvo testa útil, es una farsa, un camelo, un bulo imposible hasta de tomarlo en cuenta.
Y como si fuera otro de tus personajes, Rocha Mayo-Moya se confiesa tan limpio como una patena o verija de virgen.
Pero volvamos a otras centellas, a otras luces celestiales, a otros fulgores de tormenta. La tardanza en solucionar las inundaciones fecales y anuales en el estado de México. Y no se vale esconderse detrás de las competencias entre lo estatal y lo federal. Ya no se puede hablar sino de incompetencias en toda la escalera.
Al señor presidente, a quien tantos quieres y aman como para darle el santo y la limosna en su anfractuoso camino de salida, se le nubla el panorama con paros laborales, paros judiciales, inconformidad política, clamores por atender inundaciones de caca con agua o agua con caca apenas a unos cuántos kilómetros del Palacio Nacional, cuya atención no se aprecia por ninguna parte. Ya van para 20 los días de la mefítica inundación (Venecia en Cacahuamilpa), y todo se pierde en explicaciones, diagnósticos y acusaciones al pasado como debe ser en la IV-T-
Y no son los fifíes quienes se quejan; no, esos ni siquiera opinan. Son sus electores en Chalco, Valle de Chalco, Ciudad Neza y etc., etc., quienes claman por tan repugnante navegación en los charcos de mierda.
Pero hace poco te comentaba sobre el alzamiento zapatista cuyo teatral subcomandante el señor Marcos, Galeano o como se quiera llamar, nunca comulgó con algunas ruedas de molino de los antecedentes (y posteriores) de la IV-T, ha lanzado una lista de comparaciones horribles entre el actual presidente de todos los mexicanos (incluyéndolo a él) y los anteriores jefes del Estado nacional.
De entre todas las similitudes destaca, por su imprecisión, una: Andrés Manuel “…tuvo el autoritarismo de Gustavo Díaz Ordaz”.
No tanto, no tanto.
Y de otros dijo:
“(Tuvo…en su presidencia) el nacionalismo de cartón piedra de Luis Echeverría Álvarez, la demagogia corrupta de José López Portillo, la mediocridad administrativa de Miguel de la Madrid, la perversidad de Carlos Salinas de Gortari, la vocación criminal de Ernesto Zedillo, la ignorancia enciclopédica de Vicente Fox, el militarismo y la mecha corta de Felipe Calderón, y la frívola superficialidad de Enrique Peña Nieto”.
Tómala…