Por: Ana Laura Romero Basurto.
La educación en Finlandia: aprender con libertad y propósito
El modelo educativo de Finlandia ha captado la atención del mundo no por imponer estándares rígidos, sino por haber encontrado un equilibrio admirable entre libertad pedagógica y formación integral. Lejos de basarse en la presión o en la competencia, este sistema se sustenta en tres pilares fundamentales: igualdad de oportunidades, respeto al ritmo individual del estudiante y plena confianza en los docentes.
Desde temprana edad, los niños finlandeses inician su recorrido escolar en un entorno donde el juego, el bienestar emocional y la creatividad son parte esencial del proceso de aprendizaje. La escolaridad comienza a los siete años, lo que permite una infancia libre, rica en estímulos y sin prisas. La educación, completamente gratuita, incluye materiales, alimentación y transporte, asegurando así la plena inclusión de todas y todos.
El papel del maestro es central. No sólo se exige una formación académica de alto nivel, sino que se le otorga autonomía para diseñar estrategias didácticas adaptadas a las necesidades reales de sus estudiantes. En Finlandia, enseñar no es cumplir con un plan, es acompañar el desarrollo humano de cada alumno, cultivar su pensamiento crítico y potenciar su singularidad.
Uno de los aspectos más inspiradores del sistema finlandés es el lugar que se le da a la argumentación en el aprendizaje de las matemáticas. En lugar de enfocarse únicamente en resultados correctos, se alienta a los estudiantes a explicar su razonamiento, confrontar distintas soluciones y dialogar con sus compañeros. La clase de matemáticas se transforma así en un espacio de reflexión, construcción colectiva y libertad intelectual.
Los errores no son castigados: son comprendidos como parte natural del proceso de aprender. A través de preguntas abiertas como “¿por qué crees que es así?” o “¿cómo podrías explicarlo de otra manera?”, los docentes guían sin imponer, provocan sin humillar y hacen del aula un lugar donde la inteligencia se construye con humildad y escucha.
Hoy, en Chiapas, florece un proyecto profundamente humanista que comparte este espíritu: “Chiapas Puede”, un programa de alfabetización que dignifica y transforma vidas al enseñar a leer y escribir a personas adultas mayores. Implementar un programa así con sectores históricamente olvidados no es solo un acto de justicia social, es una afirmación de esperanza. Porque no saber leer ni escribir es, en muchos sentidos, como vivir con uno de los sentidos anulados. La alfabetización devuelve la voz, el poder y la identidad.
Este esfuerzo está en sintonía con la visión del Gobernador del Estado, Dr. Eduardo Ramírez Aguilar, quien ha puesto como prioridad visibilizar y empoderar a quienes fueron ignorados por décadas. Su liderazgo, acompañado por el compromiso humano y profesional del equipo que lo acompaña en esta materia, encarna un modelo de gobierno que no solo administra, sino transforma desde la raíz, abre las conciencias desde el aprendizaje básico.
Enseñar a argumentar en matemáticas, como lo hace Finlandia, no es un lujo pedagógico: es una necesidad formativa. Implica formar ciudadanos capaces no solo de resolver problemas, sino de comprenderlos, comunicarlos y debatirlos con fundamentos. Significa también darles herramientas para enfrentar los desafíos de la vida con pensamiento crítico, autonomía y empatía.
Porque educar no es llenar cabezas de datos: es encender conciencias, fomentar la duda sana, y sembrar confianza en el propio pensamiento. Apostar por una educación que valore la argumentación es creer que cada estudiante tiene algo que decir, algo que proponer, algo que transformar.
Solo así construiremos un futuro donde no solo se formen profesionistas, sino seres humanos capaces de soñar, decidir y actuar con inteligencia y corazón.