Con discurso sereno y espíritu abierto, paso a gobiernos tolerantes

Juan Carlos Gómez Aranda*

El condenable atentado en contra del muy posible próximo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, vuelve a poner en escena la urgencia de moderar el discurso político en la plaza pública y en las viejas y nuevas plataformas de comunicación. En muchas partes del mundo, vientos de polarización recorren los territorios de la política y de la retórica como estrategia para conseguir réditos electorales, rebasando por la izquierda y por la derecha la libertad de expresión.

El ataque a tiros al republicano polarizará más a los electores norteamericanos y cubrirá a Trump de un manto de “mártir” que fortalecerá su candidatura, después de que tanto él como el presidente Joe Biden son rechazados por amplios sectores sociales, el primero porque ha sido encontrado culpable de 34 cargos por falsificación de documentos contables y el segundo por sus dislates.

La historia nos muestra que las campañas con calificativos peyorativos, discriminatorios y violentos preceden a la violencia física. Discursos de odio antecedieron a crímenes en contra de minorías que fueron señaladas como enemigas del pueblo en Alemania, Camboya, Ruanda o Bosnia-Herzegovina.

En nuestro país, es momento de darle vuelta a la página y también de mitigar la ira de algunos liderazgos que continúan en la búsqueda de justificaciones por sus derrotas del pasado 2 de junio y miran hacia todos lados, menos hacia sus propios errores y omisiones a la hora de hacer propuestas para ganar, primero la predilección popular y después su voto.

Con razón, gran parte de los ciudadanos no se interesa en lo que está ocurriendo al interior de algunos de los partidos derrotados y otros en proceso de desaparecer, porque advierte que se trata de una lucha intestina por el poder, las subvenciones y las candidaturas para los incondicionales que “mueren en la raya”. Dirigentes partidarios –con honrosas excepciones– no dan muestras de la mínima autocrítica para pasar a un replanteamiento programático y de actualización de objetivos, compromisos y ratificación ideológica o de cambio de rumbo, alérgicos al debate libre, innovador y responsable.

Como en el México antiguo, algunos políticos dan al derramamiento de sangre –de preferencia de sus adversarios– un papel estelar como alimento de los dioses del poder para dar paso a un nuevo ciclo de su vida, a veces sin estar conscientes de la gravedad de acrecentar el resentimiento. Ningún partido se salva de generar polarización y desinformación, dejando atrás lo que realmente importa a la gente, que son las propuestas y, sobre todo, los resultados; es menester remontar esta circunstancia con una nueva manera de hacer política que sirva a la democracia.

Mientras tanto, en la pista de los vencidos, tirios y troyanos, rudos y técnicos escalan sus diferencias en los medios de comunicación y en los tribunales con aspaviento, mientras quienes dominaron las votaciones se aprestan para el inicio de su gobierno y encomiendas públicas.

La presidenta electa Claudia Sheinbaum presentó ya a la mayoría de su gabinete, quedando por anunciar únicamente a los titulares de la Defensa Nacional, Marina, Cultura, Turismo y Trabajo. También falta conocer quienes conducirán empresas y organismos estratégicos como Pemex, CFE y Seguro Social. En la integración de su equipo de gobierno, la próxima mandataria privilegió la experiencia y conocimiento de los sectores por parte de los futuros servidores públicos e incluyó algunos personajes que no son militantes de su partido.

Chiapas apuesta por recuperar su grandeza milenaria

En Chiapas, el gobernador electo Eduardo Ramírez se prepara para asumir a partir del 8 de diciembre de acuerdo con los principios de libertad, tolerancia, inclusión política y apertura de conciencias. Ha dicho que no podría ser de otra manera en la tierra de Belisario Domínguez, el prócer de la libertad de expresión.

Desplegar una agenda de trascendencia que atienda las prioridades que ha señalado el nuevo Gobernador es el reto: arrostrar con aplomo la inseguridad, promover el desarrollo económico, mitigar con determinación la pobreza –que es el más añejo y profundo desafío– e impulsar políticas públicas alineadas a los compromisos de conservación y aprovechamiento sustentable del medio ambiente, con una visión de beneficio social y preservación de la mega diversidad que hace único a Chiapas, junto con su pluriculturalidad.

También, es imprescindible articular la Estrategia de Desarrollo del Sur Sureste de la doctora Sheinbaum y sus programas de infraestructura, hídrico, cuencas y de energías renovables con el Plan de Gobierno Chiapas Transformador del nuevo Gobernador.

Eduardo Ramírez ha dicho que aspira a establecer una Nueva ERA que tenga como faro el humanismo, por lo que ha convocado a los chiapanecos a abrir sus conciencias y al hacerlo, descolonizar el pensamiento; es decir, repensar los orígenes de este pueblo milenario que social y culturalmente brilló en Mesoamérica y en la Nueva ERA contribuirá como nunca con la grandeza de México y también como nunca, combatirá las desigualdades sociales.

*El autor es coordinador de los Diálogos por la Transformación de Chiapas.

Compartir:

Última hora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *