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El reclamo del “penacho de Moctezuma”

¿Es solo parte de un plan de comunicación?

Juan Carlos Gómez Aranda

El presidente López Obrador no está solo en el lance para que Austria regrese a México el llamado “penacho de Moctezuma”. Desde hace varias décadas Xokonoschtletl Gómora y un puñado de danzantes y activistas culturales han luchado para que la valiosa pieza mexica que se encuentra en el Museo de Etnología de Viena vuelva a casa.

Aún antes, en 1933 el presidente Abelardo L. Rodríguez realizó gestiones para que el penacho fuera devuelto a nuestro país y ante la negativa, promovió que la Secretaría de Educación Pública encargara en 1937 a artesanos en plumaria, la fabricación de la magnífica réplica que actualmente se exhibe en el Museo Nacional de Antropología e Historia.

La semana pasada el presidente López Obrador volvió a recordar que en 2020, por conducto de su esposa, la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, entregó una carta al presidente de Austria para pedir la devolución, pero la respuesta fue que no hay manera de hacerlo hasta que exista la tecnología necesaria para que la vibración del viaje no lo dañe. Ante el rechazo, con molestia el presidente admitió que la fallida gestión enfrió las relaciones con Austria y llamó a que sea una demanda de los mexicanos pedir el regreso de la valiosa muestra del arte prehispánico.

Vale la pena mencionar que ante las dudas sobre si efectivamente el famoso penacho fue de Moctezuma Xocoyotzin, expertos nacionales y extranjeros decidieron nombrarlo Penacho del México Antiguo, como está señalado en la sala del museo austriaco donde permanece con cuidados y mimos dignos de reconocerse, tantos que algunos consideran que allá está bien.

Otras dudas se ciernen sobre la pieza en disputa. No existen testimonios históricos que diluciden si formó parte de las ofrendas que el tlatoani azteca envió a Cortés o si el conquistador lo robó durante el saqueo de Tenochtitlan y Tlatelolco para enviarlo como tributo a Carlos V y terminó en la colección de Fernando de Tirol.

Durante mucho tiempo los expertos discutieron sobre si se trataba de un tocado, capa, mandil o estandarte. De lo que nunca ha existido duda es de que se trata de una obra magnífica de los amantecas mexicas que utilizaron las más hermosas y coloridas plumas de aves de las selvas del sur, que combinaron con delicadas piezas de oro.

De cualquier manera, es momento de replantear la estrategia para recuperar este ejemplo de nuestro patrimonio histórico, pasando de los reproches a nuevas iniciativas para no solo esperar a que buenamente los austriacos algún día cambien de opinión.

A pesar de la mala experiencia de México con arbitrajes internacionales, particularmente con el relativo a la Isla Clipperton, conviene evaluar si con base en las buenas relaciones que mantienen el INAH y Museo de Etnología de Viena, convencer a Austria de aceptar la intervención de la UNESCO o del Papa Francisco -recordemos que los papas han desempeñado un rol destacado como mediadores en procesos de paz y de negociación en el mundo- para que sea el Vaticano quien designe a nuevos peritos que resuelvan sobre la pertinencia del traslado o más aún, ir al fondo y que fallen sobre los derechos históricos de México sobre el penacho.

Como gesto de buena voluntad, podría ofrecerse al museo vienés un intercambio: México entrega en custodia la réplica a cambio del tocado original.

Mientras tanto, el presidente podría proponer al Banco de México la emisión de un billete que ostente en el anverso el famoso atavío y otras obras de arte plumaria y, en el reverso, la imagen de la reserva de la biosfera El Triunfo, sitio maravilloso de Chiapas donde aún habitan algunas de las aves cuyas plumas contribuyeron a la elaboración de muchas obras de arte de los pueblos mesoamericanos. Acción que se inscribiría, además, en la tradición de la Casa de Moneda de México de difundir la cultura prehispánica tan arraigada en la numismática nacional.

También, es la ocasión para que el gobernador Rutilio Escandón y el presidente López Obrador apremien al Museo Británico para que regrese el dintel 25 de Yaxchilán, que representa una ceremonia de entronización y que actualmente exhibe en su sala 27 con otros ejemplos majestuosos del arte escultórico maya.

Fue el arqueólogo inglés Alfred Percival Maudslay quien se cobró a lo chino los estudios que dedicó a esta ciudad arqueológica ubicada en un meandro del Usumacinta, pues tuvo la peregrina ocurrencia de llevarlo a su país después de que en 1882 encontró la valiosa obra artística en su expedición a la selva chiapaneca.

¿Dará México los siguientes pasos para transitar del discurso in promptu de censura a las propuestas, para agotar opciones?

Twitter: @JCGomezAranda

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