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La visita a Centroamérica y Cuba puso el acento en la vieja tradición de solidaridad internacional de México

Juan Carlos Gómez Aranda

Con los países hermanos de Guatemala, El Salvador, Honduras y Belice nos unen fuertes lazos culturales desde que por miles de años conformamos una sola región. Mesoamérica fue un archipiélago de naciones con lenguas distintas, en un universo con civilizaciones de rasgos comunes, que desarrollaron un elevado conocimiento científico y exquisitas creaciones artísticas. La arquitectura, la escultura, la astronomía, el urbanismo y las artes plásticas que cultivaron hoy nos siguen deslumbrando.

Con Cuba y el Caribe también compartimos orígenes, mestizaje e idioma; pero igualmente carencias, falta de oportunidades, inclemencias naturales, atentados a los derechos humanos, inseguridad y violencia y por ello, también tenemos los mismos anhelos de justicia y prosperidad para nuestros pueblos.

Por estas razones, la visita que el presidente López Obrador realizó el pasado fin de semana a Centroamérica y Cuba es un acierto diplomático, un poco tardío y fugaz, pero necesario para equilibrar los intereses en materia de política exterior y cooperación internacional de nuestro país.

Voltear al sur se hacía urgente, sin embargo, el diseño de la gira declinó incorporar una visión de largo plazo y apostó por la coyuntura para dejar constancia del interés y solidaridad de México con hermanos -particularmente los pueblos indígenas- que ciertamente padecen carencias fundamentales, pero también, por el papel que desempeña nuestro país de barrera para la inmigración indocumentada hacia los Estados Unidos. Hace pocos días supimos que, según datos oficiales, las detenciones de migrantes se dispararon pues en el primer trimestre crecieron 89% respecto del mismo período de 2021, al pasar de 41 mil a 77 mil aprehensiones.

No han faltado críticas sobre si en la visita el Presidente fue candil de la calle y oscuridad de su casa o hizo caravanas con el sombrero ajeno del erario nacional. La realidad es que los apoyos anunciados son modestos y no comprometen las finanzas nacionales, como modestos serán sus alcances y resultados, particularmente para el objetivo que han sido planteados: frenar el creciente flujo migratorio. Cuando un pobre comparte lo poco que tiene, es más meritorio que cuando un rico y poderoso dona en mayor cantidad. Por ello, exportar programas asistenciales como Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro, es un gesto solidario, pero de efectividad limitada.

Más allá de formalismos diplomáticos, expresiones de buenos deseos y retórica, lo que urge –como lo hemos dicho en este espacio– son inversiones productivas que generen empleos y arraiguen a las personas en sus comunidades y países, tanto en Centroamérica como en los estados del sur de México, donde ya existe una cartera de proyectos, pero que carecen del financiamiento que sólo los 4 mil millones de dólares ofrecidos por Estados Unidos harán realidad.

Causa frustración la demora, por lo que urge actuar mientras quitan trabas a los fondos estadounidenses, pero si el eje de la política mexicana para atender las causas de la inmigración son los programas asistenciales, difícilmente se logrará. Para promover el desarrollo y mitigar las raíces del fenómeno migratorio, es urgente que Washington apruebe con sentido de apremio los tan ansiados fondos.

Es previsible que el éxodo desde Centroamérica se incremente por la desaparición, dentro de dos semanas, del llamado Titulo 42 de la Ley de Seguridad Pública de los Estados Unidos, lo que hace más urgente que se tomen medidas de fondo, lo que parece difícil cuando la actual administración superó la mitad de su período.

¿La frontera de México con Centroamérica se recorrerá al Istmo de Tehuantepec? Afortunadamente hemos recibido la buena noticia de que el gobierno federal prepara, con más de una veintena de empresas nacionales, de Estados Unidos y Canadá, un portafolio de inversiones millonarias para el Istmo. Como atractivo se les ofrecieron beneficios fiscales y facilidades en trámites y servicios. Pero como Roma no se construyó en un día, el subsecretario de Hacienda dijo que el gobierno está diseñando un plan de incentivos: “lo estamos estudiando”.

Por su lado, el embajador de los Estados Unidos, Ken Salazar declaró que su país tiene la mirada en el sureste para invertir, particularmente en el Corredor Interoceánico.  Al optimismo del embajador, nuestro país debe responder con acciones para mejorar el clima de certeza que requieren las inversiones nacionales y extranjeras.

Mientras los proyectos, empleos y sueños se hacen realidad, los mexicanos en Estados Unidos vuelven a darnos otra lección de solidaridad: las remesas hacia México aumentaron 18 por ciento en el primer trimestre del año. El Banco de México reportó que el envío de recursos alcanzó 12 mil 521 millones de dólares entre enero y marzo pasado, por encima de los 10 mil 615 millones de dólares de 2021.

La lealtad de nuestros paisanos en el extranjero es ejemplar y sus remesas representan un gran beneficio para sus familias, como también un gran aliento para la economía nacional.

Twitter: @JCGomezAranda

Email: jcgomezaranda@hotmail.com

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