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Juan Manuel Asai

El cotilleo en la cancillería era, hasta hace pocos días, cuánto más aguantaría Marcelo Ebrard los malos tratos del presidente. Una y otra vez López Obrador dejó en claro que en materia de política exterior Marcelo era un florero más de esos que tanto le gustan al presidente como secretarios de Estado. O por lo menos ha querido convertirlo en uno.

Ebrard aguantó vara, pero la versión es que ha estado varias veces a punto de dejarles el changarro e irse donde por lo menos lo respeten. El presidente, según los dichos, estaba muy molesto porque Marcelo no asumió con disciplina la realidad de que la decisión sobre el 2024 está tomada y no lo favorece. Marcelo, dolido por el claro favoritismo, tomó una decisión que casi descarrila su relación con el presidente: se acercó a Ricardo Monreal que es la bestia negra del grupo dominante en Morena que está formado en la ventanilla de Claudia Sheinbaum.

Los pleitos con Panamá, Austria, España y Estados Unidos se apilaron en el escritorio del canciller que en todos los casos tenía opiniones distintas a las de su jefe y tuvo que apechugar, aunque lo hizo de mala gana, y se nota porque la verdad es que Marcelo, operador fino, se convirtió en otro peleador callejero de los que abundan en la 4T. Su respuesta precipitada al secretario Blinken no deja lugar a dudas.

Y entonces Putin resolvió ir a la guerra y cambiar, de la noche a la mañana, las reglas del orden internacional que hoy día se está transformando y nadie sabe bien a bien en qué termine, aunque todos tienen claro que por fin China y Rusia están en posibilidad de desafiar a EU y las potencias occidentales incluso en el plano bélico sin temblarse el pulso.

Como Andrés Manuel no le entiende a la geopolítica ni quiere aprender pues está concentrado en pelearse un día sí y otro también con Loret y Aristegui, como si eso tuviera alguna importancia, quedó en manos de Ebrard para hacer frente a la situación. Como es usual, sin tomar en consideración la seriedad del momento, la primera reacción del presidente fue restarle importancia y seguir con asuntos que sí le interesan como la Revocación Mandato.

En pocas horas el canciller tomó control de la situación, enderezó las cosas y mostró que por ahora AMLO no tiene con quién sustituirlo y es probable, solo probable, que le trate con más respeto. Ebrard ya sabe, lo sabe todo el mundo, que el nombre que está en el Testamento Político de AMLO es de Claudia Sheinbaum con Adán Augusto López como puente. Pero el caso de Rusia muestra que todavía pueden pasar muchas cosas y que se puede conformar un escenario internacional en el que un personaje con las características de Ebrard sea mejor la opción.

La política conjuga aptitudes con oportunidades, van juntas. Pongamos un ejemplo: Enrique Peña tuvo tres o cuatro posibles sucesores durante las dos terceras partes de su gobierno, comenzando claro por Videgaray que era en los hechos el vicepresidente. Peña no pensó en la opción de Meade hasta que ya no le quedó otra. Lo conocía poco y mal. Meade ya era secretario de Estado cuando Peña era gobernador del Estado de México. Lo puso porque dentro de los que llegaron con posibilidades era el mejor. A eso le apuesta Marcelo.

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