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Juan Manuel Asai

Andrés Manuel López Obrador sigue siendo un presidente poderoso y peligroso. Sin embargo, uno de los rasgos distintivos de este fin de año es que comienza a perder el control de lo que ocurre dentro de su partido, en otros partidos, a nivel nacional y, claro, en su política exterior que se ha desbarrancado. Escapan de sus manos algunas riendas. Esto se acentuará conforme avance el 2023, que será un año en el que viviremos en peligro.

No hay buenos augurios para el año próximo. En materia de economía, seguridad y quehacer político las señales son de alerta, cuando no de franco peligro. El país llega a diciembre con el amago de la recesión y la mejor noticia que puede presumir el gobierno en materia económica son las remesas que envían los mexicanos que tuvieron que ir a trabajar a los Estados Unidos. Gracias a ellos miles de familias se han mantenido a flote. Qué raro que la 4T presuma de ellos cuando en realidad son la prueba de su falta de resultados.

En materia de seguridad me parece que el aspecto más relevante del 2022 es que la Guardia Nacional, tal y como opera, quedó muy lejos de las expectativas que generó su creación. Requiere ajustes. La estrategia gubernamental sintetizada en la frase de “Abrazos no Balazos” ya es una broma de humor negro. La creciente letalidad en diversos operativos de las fuerzas armadas muestra que hay molestia, incluso desesperación, entre los uniformados.

Un aspecto relevante el 2022 en materia de seguridad fue la decisión del gobierno de México de llevar ante los jueces a las empresas de EU dedicadas a la fabricación y venta de armas y que tienen sembrada la frontera con México con tiendas en las que las bandas del crimen organizada se surten a sus anchas. El senador Ricardo Monreal propuso un gran acuerdo nacional para cambiar la estrategia de seguridad. Hace eco de lo que piensa la población mayoritaria de que el gobierno se ha quedado corto en la primera responsabilidad del Estado que es brindar seguridad a las vidas y los bienes de los ciudadanos.

El año que entra será de efervescencia política por las elecciones en Coahuila, pero sobre todo en el Edomex, y por la revelación de los nombres de los candidatos presidenciales para la elección del 2024. Se calcula que septiembre será el mes en que se escuchen en Morena las Palabras Mayores para señalar lo que ya se sabe desde ahora, que Claudia Sheinbaum será la encargada de tratar de darle otra vuelta a la tuerca de la 4T. Si no es ella, querrá decir que Morena llega al momento de decisión en crisis y con un futuro incierto.

El presidente lanzó el juego de las corcholatas con un objetivo que cumplió con creces: esparcir la sensación de que la sucesión presidencial del 2024 era un asunto exclusivo de morenistas y que uno de ellos sería el elegido. Pero el juego se descarriló y hoy por hoy solo quedan dos jugadores, Claudia y Adán Augusto López que no estaba considerado cuando llegó de Tabasco, pero que ya está en un sólido segundo lugar esperando que Sheinbaum tropiece. Marcelo Ebrard y su equipo tienen meses pensando si se animan a competir por otro partido pues sus chances en Morena son microscópicos y Ricardo Monreal es considerado en Palacio Nacional y en Morena como un líder opositor.

El primer propósito para el 2023 debe ser tener a la mano los contactos de toda la Corte Celestial para pedir protección. La vamos a necesitar.

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