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Propaganda. El juego que todos juegan

Juan Manuel Asai

La propaganda ha dejado de seguir caminos alternos, misteriosos, ocultos, casi clandestinos, para mostrarse con descaro total, sin pudor, al desnudo. Los propagandistas ya no consideran necesario ocultar sus intenciones. No tienen empacho en crear una realidad alterna que sintonice con sus ambiciones. La verdad está en desuso. Jefes de Estado no se sonrojan cuando son atrapados una y otra vez mintiendo, porque en realidad consideran una cualidad crear verdades alternas y, a través de ellas, vincularse con sus electorados que aceptan seguirle el juego a cambio de beneficios, ya sea en forma de dinero o en complicidad sobre una forma de ver la vida.

La idea controlar la opinión dominante en una comunidad. Esa opinión no surge de datos duros, verificables, no surge de realidades, sino de actos de propaganda que han encontrado en las redes sociales a sus cómplices perfectos para esparcir visiones del mundo que poco tienen que ver con el mundo real. El propósito de fondo es dominar la narrativa. Políticos con ínfimo nivel académico, pero con un colosal instinto de poder, como Trump y López Obrador, son ejemplos paradigmáticos. Hábiles y sin la molestia de los escrúpulos, tienen control sobre la forma en que se interpretan los hechos para ajustarlos a sus deseos políticos. Sus mentiras, medias verdades o mentiras completas caen en un terreno fértil y se expanden poniendo en riesgo a todos. Las redes son sus propulsores.

Hay quien lleva la cuenta de las mentiras del presidente mexicano, son miles y lo que nadie puede perder de vista, es que mentir no le resta ni un solo punto de popularidad, porque tiene el triunfo cultural de que mentir no es malo porque lo que se está haciendo es construir una realidad alterna más llevadera. El comportamiento de AMLO y Trump ante la pandemia del COVID no deja lugar a dudas. ¿De cuántas infecciones son culpables? Ambos son alérgicos al conocimiento científico. AMLO incluso sugirió el uso de estampitas religiosas en lugar de cubrebocas, aunque solo fuera por eso debería estar frente a un juez.

Claro que los grupos de la delincuencia organizada también le entran a la propaganda. De hecho, los actos terroristas, grandes y pequeños, son en realidad operativos de propaganda, en el sentido de que se quiere imponer un mensaje, incluso a sangre y fuego y recurren, cada vez con mayor destreza, al uso de los medios digitales. Filmar torturas, incendiar vehículos, quemar Oxxos todos son actos de propaganda. En el reciente rally de provocaciones callejeras quedó claro que la propaganda del terror y la verdad son agua y aceite, no se llevan.

Lo cierto es que todavía no se sabe qué pasó para detonar los disturbios en Zapopan, circulan algunas versiones, pero no hay, y a nadie le importa establecer, una verdad oficial, esa frase, verdad oficial, ya es un anacronismo. Hay versiones esgrimidas por gente con poder, que es otra cosa, pero de lo que dicen a lo que realmente ocurrió hay una enorme distancia. La propaganda tiene, reitero, su brazo digital en las redes donde las medias verdades circulan con frenesí.

Los medios tradicionales tienen una responsabilidad cada vez mayor pero las herramientas con las que cuentan están de plano en desuso en la mayoría d ellos hogares, como el papel periódico, por ejemplo. ¿Hace cuando que sus hijos, sobrinos, estudiantes, no hojean un periódico de papel? El tema no tiene vuelta atrás. El futuro es cada vez más sombrío. Lo primero me parece es que haya conciencia del problema, de que todo es propaganda, es el juego que todos juegan.

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